Portada Vanity Fair Enero 2020: Ágatha Ruiz de la Prada y Luismi el Chatarrero

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EXCLUSIVA·

ÁGATHA RUIZ DE LA PRADA:
"CUANDO ME ENTERÉ DEL ENGAÑO, ME TOMÉ UN ORFIDAL"


POR VERA BERCOVITZ

15 DE DICIEMBRE DE 2019 · 22:00


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EXCLUSIVA· Ágatha Ruiz de la Prada: "Cuando me enteré del engaño, me tomé un Orfidal"


Ella es una de las diseñadoras más conocidas de nuestro país. Él, uno de los personajes más originales del papel cuché. Ágatha Ruiz de la Prada y Luis Miguel Rodríguez posan juntos por primera vez y somos testigos de su ¿ruptura? en directo.


POR Vera Bercovitz
15 DE DICIEMBRE DE 2019 · 22:00


ÁGATHA RUIZ DE LA PRADA
LUIS MIGUEL RODRÍGUEZ, "EL CHATARRERO"


ALusimi lo que más le gusta son los coches y las tías. Lo dice él mismo. ¿Miedo de que pueda haber otra gente? Sí, como todo. Pero bueno… Tengo la suerte de tener mi vida muy montada, con las casas funcionando, y con muchos planes. En los tres años que llevo divorciada solo he cenado en casa tres días. Luismi es muy mono y me acompaña a muchos de ellos. Y me ha venido genial, porque ha aparecido en un momento crucial de mi vida. Si lo dejamos, lo echaría mucho de menos. Pero creo que podría sobrevivir. ¿Que dura mucho? Genial. ¿Que dura poco? Qué se le va a hacer”.

Es lunes, son las ocho de la mañana y estamos en Desguaces La Torre. Hace un frío seco y el día gris amanece envuelto en una espesa bruma. No importa. Un equipo de 25 personas —maquilladores, estilistas, fotógrafo, asistentes, productores…— prepara la sesión de fotos que ilustra este reportaje en el que Ágatha Ruiz de la Prada (Madrid, 1960) posará por primera vez con Luis Miguel Rodríguez (Madrid, 1959), el Chatarrero, su novio y dueño del “desguace más grande del mundo”, como él mismo denomina su negocio.

Ágatha ha sido puntual —requiere un tiempo de maquillaje y peluquería—, pero Luismi aparece hora y media más tarde y llega a regañadientes. No le hace muy feliz la idea de vestir de esmoquin en su lugar de trabajo. “Se van a reír de mí”, asegura con el semblante serio y el gesto torcido. Se entiende. En este cementerio de coches trabajan alrededor de 500 personas, casi todos hombres, y casi todos visten el uniforme de faena: camiseta roja y amarilla y pantalones rojos de paño. El propio Luismi, un hombre alto y de barriga prominente, no se quita los vaqueros. Encontrarse con el equipo de fotografía tampoco le hace gracia. “No me gusta que me hagan fotos”, refunfuña. En su día a día mantiene un duro pulso con los paparazzi, que, según cuenta, lo han chantajeado en más de una ocasión. “Sales de un sitio, te vas a despedir de alguien y te cogen dándole un beso. Y pa, una foto. Y luego te dicen: ‘O me das tanto o la vendo’. Entonces, claro, les coges manía”, me confesará más tarde. Las fotos se hacen en la zona de coches clásicos, lejos de la entrada, donde se acumula el bullicio. A pesar de la temperatura heladora, Ágatha posa estoica en manga corta. Luismi, ya con esmoquin, atiende distante las órdenes del fotógrafo.

Cerrar este reportaje no ha resultado fácil. A la agenda de Ágatha, probablemente la persona con más compromisos de España, había que añadir la resistencia de Luismi. Su empresa, Desguaces La Torre, se encuentra en concurso de acreedores desde 2017 y sus asesores le han aconsejado que no ofrezca entrevistas. A pesar de la tensión inicial, la pareja parece bien avenida. “Luismi es muy simpático y muy cariñoso. Muy particular y muy tío. A mí me gustan los hombres así, muy tíos”, me contará ella. “Ágatha es la pera limonera. Es divertida, lista, curranta, una crac. Una tía impresionante. Todo lo que pueda decir de ella es poco”, me contará él.

Esa misma noche acuden juntos a la fiesta del Personaje del Año de Vanity Fair y posan juntos en el photocall. “Vas vestido igual que esta mañana”, bromeo en referencia a su esmoquin. “Sí, tengo aquí un poco de grasa”, me sigue la broma. Tras la cena, se retiran pronto. “Es que ahora nos toca ir hasta Parla”, comenta Ágatha con naturalidad.

Dos días más tarde toda la magia salta por lo aires. Es miércoles, cuando salen a quiosco las revistas del corazón, y la propia Ágatha me envía varios mensajes de WhatsApp con fotos de la revista Lecturas. En ellas aparece Luismi en actitud amorosa con Marcia Di Lele, exactriz brasileña. “El novio de Ágatha con una ex de Kiko Rivera”, reza el titular. Tras mi sorpresa inicial, envío a Ágatha un emoticono de perplejidad; ella no tarda en contestar: “Llámame”.



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Noche de fiesta
Ágatha y Luismi se conocieron en abril de 2018 en una fiesta que organizaba él en su finca de Toledo para celebrar el cumpleaños de su buena amiga, la abogada Teresa Bueyes. “Hubo una época en la que montaba una casi todos los fines de semana. Cogía mi móvil el lunes y, por orden de agenda, empezaba a invitar a gente. Este sí, este también, este no.

Terminaba el mismo viernes. Conseguía reunir a unas 200 personas”, me contará el Chatarrero, tras la sesión de fotos, al calor de la cafetería y dando buena cuenta de un bocata de sepia rebozada. Los gastos corrían por su cuenta: “La bebida, la comida, la música. La gente lo pasaba en grande”. La fiesta de Teresa Bueyes, como tantas otras, prometía.

A Ágatha la pilló desprevenida: “Esa noche me vino a buscar un amigo para llevarme hasta el cumpleaños. No tenía ni idea de dónde era. Sí recuerdo que me pareció lejísimos. Yo decía: ‘¿Oye, dónde vamos?’. Y la M-30, la M-40, la M-50… la M-27. ‘¿Pero dónde vamos?’. Y, por fin, llegamos a Parla”.

—¿Había estado alguna vez allí?
—No, jamás. Y me está bien empleado por la broma esa de los Borbón Parla.
—¿Qué broma?
—Están los Borbón Parma, los Borbón Dos Sicilias y estos son los Borbón Parla (en alusión a los reyes Felipe y Letizia). Me había hecho gracia el chiste cuando me lo contaron.
—¿Le ha gustado Parla?
—La verdad que lo de los polígonos era un tema que desconocía. No había estado en mi vida en un desguace. Ni en Parla tampoco.

Cuando por fin llegó a la fiesta, Ágatha descubrió que estaba en casa del Chatarrero. “Justo ese día una revista del corazón decidió buscarme novio y había publicado una lista de posibles parejas: Florentino, Alfonso Díez… y Luismi. Los conocía a todos menos a él”. Luismi, por su parte, también había recibido la lista y en cuanto vio entrar a Ágatha su instinto cazador se activó. “Yo iba a tirarme en plancha, pero lo pensé mejor y le pedí a Bordi que me la presentara”. Su exnovia, Carmen Martínez Bordiú, Bordi, estaba en la fiesta —“Nos llevamos estupendamente”— y fue ella, sin reparos, quien los presentó. Muy pronto Luismi bautizó a Ágatha con un cariñoso apelativo: 'Flaca'. Tras su ruptura con Pedro J. la diseñadora había perdido 18 kilos y estaba en los huesos.

—¿Luismi le gustó desde el principio?
—Bueno, es que Luismi es muy de señoras y sabe mucho de tías.
—¿A qué se refiere?
—Es un encantador de serpientes con las mujeres.
—¿Cómo la cautivó?
—Es un conquistador nato. Y yo debía de estar justo en ese momento. Después del divorcio me dije: “Te tienes que espabilar”. Porque yo muchas veces he pensado: “Si hubiera conocido a Luismi un año antes, ¿qué habría pasado?”. Yo creo que nada. Él cree que todo. A él poca gente se le pone por delante. Es un experto total. Sabe un huevo. Está acostumbrado a ir con mujeres. Es muy divertido, muy atractivo. Era una cosa muy inesperada. Muy marciano. Y sigo pensando que es muy marciano para mí. Pero me ayudó que hubiera estado con Carmen (Martínez Bordiú). Si no, a mí ni se me hubiera ocurrido.


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Luis Miguel Rodríguez, con su esmoquin, fotografiado en la sección de coches clásicos de Desguaces La Torre. JAVIER BIOSCA


Luismi, el conquistador
Parte del encanto de Luismi radica en su sencillez. Campechano, directo, cercano y cariñoso, es un hombre que suele decir lo que piensa. Abraza alegremente expresiones populares como papa y mama, practica activamente el leísmo y, cuando algo no le encaja, se caga en la hostia put*. No entiende de convencionalismos sociales ni le incomodan los silencios. Si la conversación no le interesa, no participa. Lo que nunca le aburre es hablar de coches y de mujeres.

—¿Cuál es su secreto para conquistarlas?
—¿Qué secreto? Aquí no hay secreto.
—Bueno, pues ¿cuál es su método?
—Tratarlas bien. Que se lo pasen bien en todos los sentidos. Cuando una persona se lo está pasando bien y está a gusto, le apetece seguir estándolo.
—¿Y luego se cansa?
—No es que me canse, pero hay veces que surgen cosas… Pero, vamos, he estado casado 27 años con mi mujer (María Asunción Fernández) y he tenido dos novias, Carmen Martínez Bordiú y Ágatha Ruiz de la Prada. Lo demás han sido aventuras de corto plazo.
—¿Qué le gusta de Ágatha?
—Es la hostia. Una tía superlista y divertida. A mí me pone mucho la gente que lucha por conseguir lo que quiere y lo consigue. Es la única mujer que he tenido que no me cuesta dinero. Ella invita a todo.
—¿Cuál es su prototipo de mujer?
—A mí me gustan los retos. Naomi Campbell es una persona que me encantaría conocer. La voy a conocer, ya verás.
—¿Qué le diría?
—No sé. Lo que surja.
—¿Habla inglés?
—¿Ella no habla español?
—Dicen que tiene un carácter complicado.
—Mejor, mejor. Así dura más. Lo difícil es lo que más me pone. Las cosas tienen que ser complicadas.


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Ahora, sin duda, las cosas están complicadas. Y no solo con respecto a su relación con Ágatha. Su buque insignia, Desguaces La Torre, lleva un año y medio en concurso de acreedores y ha estado a punto de zozobrar. “A mí me gusta hacer cosas. Cuando tengo dinero, siempre lo invierto y hubo un momento que me pasé de inversiones”, confiesa Luismi mientras da por terminado su bocata. Él solo, sin freno ni conciencia, se metió en unos gastos astronómicos que pensó, sería capaz de gestionar. En 2006 empezó a construir “el museo de coches más grande del mundo” y para ello contrató a Mansilla + Tuñón, uno de los estudios de arquitectura más importantes de España. El proyecto, que en su día inauguró Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, contaba con una inversión de 50 millones de euros pero en 2014 el Ayuntamiento de Torrejón de la Calzada lo paralizó por estar situado en suelo rústico protegido. No fue su única gran apuesta. En paralelo se aventuró con la ampliación de su desguace: compró 650.000 metros cuadrados que añadió a los 240.000 que ya existían y que lo convirtieron en el más grande del mundo, según sus propias palabras. Pero sus inquietudes inversoras no se dieron por satisfechas. Además, decidió construir una bodega en un pueblo de Toledo: “Quería diversificar mis negocios.

Me gasté un pastón”. Su cuenta de gastos se descontroló. Aunque sus empleados siempre cobraron, no pudo hacer frente a los pagos de Hacienda ni de la Seguridad Social. Su empresa colapsó. Ahora, tras un año y medio en concurso de acreedores, se muestra optimista y, gracias al convenio, ha establecido un plan de pagos. El primero, en enero: 12 millones de euros a Hacienda. “Yo creo que en seis meses salimos”, asegura ilusionado.

Su pasión por los coches le viene desde niño —solo un poco antes de su pasión por las mujeres—. Con 10 años vio una película en el cine que le cambió la vida. Aunque no recuerda cuál era, sí recuerda lo que vio en ella: un desguace. Desde entonces crear algo parecido se convirtió en su sueño. Por eso, cuando a los 19 años su madre le cedió las llaves de una cafetería-hamburguesería de su propiedad para que la gestionara, él no tuvo duda: “No la quiero, mama”. Él quería montar su desguace y lo consiguió, en parte, gracias a una hectárea de terreno que le cedió su abuela. “Ahí monté una chabola y estuve viviendo dos o tres años. Sin luz, sin agua… Podía irme a casa de mis padres, pero si no hacía guardia me quitaban la poca chatarra que tenía. Y no tenía para pagar un guardia”. Había nacido Desguaces La Torre, una negocio millonario que abre todos los días del año, incluidos sábados y domingos, que mueve un volumen de 200 coches al día y genera 50 millones de kilos de chatarra al año.

Además de salir del concurso, hoy su sueño es otro. Enfrente de su desguace, Luismi posee un inmenso terreno de unos 500.000 metros cuadrados donde prevé construir las pistas de karting más grandes del mundo y un hotel con 500 habitaciones. “La hostia. Con tres negocios que serían los más grandes del mundo, a media hora del aeropuerto, a 30 minutos de Madrid, en una autovía general… Eso sí, hasta que no tenga la licencia no empiezo. No quiero más líos”.


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Desguaces La Torre nació en 1982 y vivió su auge a mediados de los años noventa. Por entonces Luismi era un empresario hecho a sí mismo que gozaba de cierto reconocimiento en el circuito de la automoción pero absolutamente desconocido para los círculos sociales madrileños en los que ahora parece tan integrado. Se había casado con María Asunción Fernández, una vecina de Parla, y tenía dos hijas, Marta y Victoria, que ya con 12 años trabajaban en el desguace: “Cobraban en caja los domingos”. Ellas, como es lógico, conocen desde niñas la vida disoluta de su padre. “Cuando vivía en casa, su madre les hacía llamarme a las tres de la mañana porque no había vuelto”. Hoy las tres trabajan en el desguace, así como sus dos hermanos, Gustavo e Ignacio. Con su exmujer mantiene una relación excelente. Tanto, que aún no han disuelto la sociedad de gananciales: “El desguace es de los dos”.

En aquella época apareció en su vida el financiero Alberto Alcocer, uno de los hombres más ricos de España y recién divorciado de Esther Koplowitz. “Recuerdo verlo en televisión, con su primo, los dos con sus gabardinas…”, rememora el Chatarrero. Luismi y Alcocer coincidieron en el Ayuntamiento de Madrid, donde ambos eran contratistas: “Yo tenía la contrata de coches (recogía los coches abandonados en la vía pública, entre otras cosas) y él la del alumbrado”. Todos los martes tenían reunión en el Ayuntamiento: “Nos hicimos muy amigos. Y hasta hoy”. Alcocer fue su primer vínculo con la jet. Años más tarde, otra de sus valedoras en los elitistas círculos madrileños fue la socialite Mariluz Barreiros, esposa de Jesús de Polanco e hija de su admirado Eduardo Barreiros, uno de los empresarios más importantes de la España de Franco y padre del popular Simca 1000.

“Ese hombre era la bomba. ¡Tenía 25.000 empleados!”, asegura ensalzando la figura del Henry Ford español. Su admiración hacia el empresario era tal que un día decidió llamar a la Fundación Barreiros para pedir que su hija, Mariluz, le enseñara de primera mano el Museo Eduardo Barreiros que la familia había construido en Valdemorillo. Rondaba el año 2005 y Mariluz se convirtió en su nueva gran amiga en los elitistas círculos madrileños. “Aún hoy somos muy amigos”. De la forma más natural, la agenda del Chatarrero se empezó a llenar de personalidades: Simoneta Gómez-Acebo, su madre doña Pilar, Mario Conde, el empresario Fernando Fernández Tapias… Su relación con Carmen Martínez Bordiú —que lo convirtió en una figura pública— no hizo más que engrosar su agenda: Francis Franco, Antonia Dell’Atte y, por supuesto, la madre de su novia, su admirada Carmen Franco: “Cuando iba a comer a su casa, me sentaba a su derecha. La llamaba suegra. Siempre de usted, por supuesto, un respeto. Terminábamos las comidas, se iba todo el mundo y me quedaba charlando con ella. De su padre, de su vida en palacio. ¡De todo! Era un mujer interesantísima. Cuando su hija se quejaba de mí, ella siempre le contestaba: ‘Carmen, la gente no cambia”. Hasta el rey Juan Carlos ha sucumbido a su espíritu campechano y visitó el desguace con Francis Franco. “Luego los invité a comer a mi finca de Toledo. Mi cocinero había preparado un menú supersofisticado, me cago en la hostia put*. Pero el rey me dijo: ‘¿No tenéis un guiso?’. Los guardaespaldas comieron judías y él quería lo mismo. Se las comió tan a gusto”.

Esta charla distendida contrasta con la llamada le hago dos días después, atónita, tras ver las comprometedoras fotos publicadas en Lecturas. De fondo se escucha follón, como una sobremesa que se hubiera alargado.
–¿Qué ha pasado, Luismi?
–Yo no quiero que la Flaca se enfade.
–¿De cuándo son esas fotos?
–No lo sé. Podrían ser de hace un año, dos meses o dos semanas. No me acuerdo.
–¿Cómo no te vas a acordar?
–Yo no quiero problemas con nadie. No quiero hacerle daño a Ágatha. Es una mujer diez—. Y añade apesadumbrado: Ya se lo decía Carmen [Franco] a su hija: "La gente no cambia".
—¿Qué hacemos con el reportaje?
—No sé… Lo que diga la Flaca. ¿Has hablado con ella?


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La llamada
“Hola, Ágatha, ¿cómo estás?”, pregunto en esta surrealista ronda de llamadas. “Bueno… Anoche, cuando me enteré del engaño, me tomé un Orfidal. Y supongo que los próximos días adelgazaré…”, comenta buscando el lado positivo a esta situación delirante.

—¿Qué vas a hacer?
—Mira, no sé… Pero Luismi sabe que a mí este tipo de cosas no… Mañana me iré a París. Me voy a quitar de en medio unos días.

Es la segunda vez que su vida sentimental se ve sacudida tras realizar un reportaje con una revista de la editorial Condé Nast. La primera ocurrió en diciembre de 2016, cuando posó para Vogue con su entonces marido, Pedro J., y sus dos hijos, Cósima y Tristán. Al día siguiente del shooting, Pedro J. le llevó el desayuno a la cama y le pidió el divorcio. ¿Qué hacían con el reportaje? El director de El Español aconsejó a la entonces directora de Vogue que no lo publicara, algo impensable para una producción que había tardado ocho meses en cerrarse —en aquella época Cósima vivía en Milán— y que estaba prácticamente en imprenta. La opción de Ágatha fue mucho más sugerente. “Tienes la última foto de Pedro J. y yo juntos por siempre jamás”, le aseguró a la directora. La revista retituló la portada in extremis —“La última cena”— y cambió alguna declaración del reportaje. Esta vez me toca a mí preguntarle a Ágatha qué hacemos con el reportaje. Ella ironiza: “Cada vez que Condé Nast me hace una producción…”.

Durante los siete días que transcurren antes de cerrar definitivamente este reportaje las noticias sobre el estado de la pareja no cesan. Programas de televisión, revistas del corazón y medios digitales realizan todo tipo de elucubraciones: "Ágatha manda a paseo a Luis Miguel Rodríguez"; "Ágatha rompe con el Chatarrero"; "La relación de Ágatha Ruiz de la Prada y Luis Miguel Rodríguez en el aire tras las fotos publicadas". Incluso Cósima Ramírez, hija de la diseñadora, realiza unas declaraciones en televisión dando por hecho que la pareja se ha roto. Y cada vez que surge una de esos rumores me pongo sistemáticamente en contacto con la diseñadora y ella, sistemáticamente, me asegura que sigue hecha un lío y que aún no ha tomado ninguna decisión. En nuestra última conversación continúa en París, la ciudad donde se ha refugiado: "Me han venido muy bien estos días, la verdad. Aunque he adelgazado menos de lo que me esperaba". Y, tras un silencio eléctrico avanza: “No sé qué va a pasar con Luismi. Pero tenéis unas fotos preciosas y un material exclusivo. Siempre lo puedes titular ‘La extraña pareja”.


https://www.revistavanityfair.es/so...odriguez-ruptura-entrevista-infidelidad/42289
 
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ÁGATHA RUIZ DE LA PRADA:
"CUANDO ME ENTERÉ DEL ENGAÑO, ME TOMÉ UN ORFIDAL"


POR VERA BERCOVITZ

15 DE DICIEMBRE DE 2019 · 22:00


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EXCLUSIVA· Ágatha Ruiz de la Prada: "Cuando me enteré del engaño, me tomé un Orfidal"


Ella es una de las diseñadoras más conocidas de nuestro país. Él, uno de los personajes más originales del papel cuché. Ágatha Ruiz de la Prada y Luis Miguel Rodríguez posan juntos por primera vez y somos testigos de su ¿ruptura? en directo.


POR Vera Bercovitz
15 DE DICIEMBRE DE 2019 · 22:00


ÁGATHA RUIZ DE LA PRADA
LUIS MIGUEL RODRÍGUEZ, "EL CHATARRERO"


ALusimi lo que más le gusta son los coches y las tías. Lo dice él mismo. ¿Miedo de que pueda haber otra gente? Sí, como todo. Pero bueno… Tengo la suerte de tener mi vida muy montada, con las casas funcionando, y con muchos planes. En los tres años que llevo divorciada solo he cenado en casa tres días. Luismi es muy mono y me acompaña a muchos de ellos. Y me ha venido genial, porque ha aparecido en un momento crucial de mi vida. Si lo dejamos, lo echaría mucho de menos. Pero creo que podría sobrevivir. ¿Que dura mucho? Genial. ¿Que dura poco? Qué se le va a hacer”.

Es lunes, son las ocho de la mañana y estamos en Desguaces La Torre. Hace un frío seco y el día gris amanece envuelto en una espesa bruma. No importa. Un equipo de 25 personas —maquilladores, estilistas, fotógrafo, asistentes, productores…— prepara la sesión de fotos que ilustra este reportaje en el que Ágatha Ruiz de la Prada (Madrid, 1960) posará por primera vez con Luis Miguel Rodríguez (Madrid, 1959), el Chatarrero, su novio y dueño del “desguace más grande del mundo”, como él mismo denomina su negocio.

Ágatha ha sido puntual —requiere un tiempo de maquillaje y peluquería—, pero Luismi aparece hora y media más tarde y llega a regañadientes. No le hace muy feliz la idea de vestir de esmoquin en su lugar de trabajo. “Se van a reír de mí”, asegura con el semblante serio y el gesto torcido. Se entiende. En este cementerio de coches trabajan alrededor de 500 personas, casi todos hombres, y casi todos visten el uniforme de faena: camiseta roja y amarilla y pantalones rojos de paño. El propio Luismi, un hombre alto y de barriga prominente, no se quita los vaqueros. Encontrarse con el equipo de fotografía tampoco le hace gracia. “No me gusta que me hagan fotos”, refunfuña. En su día a día mantiene un duro pulso con los paparazzi, que, según cuenta, lo han chantajeado en más de una ocasión. “Sales de un sitio, te vas a despedir de alguien y te cogen dándole un beso. Y pa, una foto. Y luego te dicen: ‘O me das tanto o la vendo’. Entonces, claro, les coges manía”, me confesará más tarde. Las fotos se hacen en la zona de coches clásicos, lejos de la entrada, donde se acumula el bullicio. A pesar de la temperatura heladora, Ágatha posa estoica en manga corta. Luismi, ya con esmoquin, atiende distante las órdenes del fotógrafo.

Cerrar este reportaje no ha resultado fácil. A la agenda de Ágatha, probablemente la persona con más compromisos de España, había que añadir la resistencia de Luismi. Su empresa, Desguaces La Torre, se encuentra en concurso de acreedores desde 2017 y sus asesores le han aconsejado que no ofrezca entrevistas. A pesar de la tensión inicial, la pareja parece bien avenida. “Luismi es muy simpático y muy cariñoso. Muy particular y muy tío. A mí me gustan los hombres así, muy tíos”, me contará ella. “Ágatha es la pera limonera. Es divertida, lista, curranta, una crac. Una tía impresionante. Todo lo que pueda decir de ella es poco”, me contará él.

Esa misma noche acuden juntos a la fiesta del Personaje del Año de Vanity Fair y posan juntos en el photocall. “Vas vestido igual que esta mañana”, bromeo en referencia a su esmoquin. “Sí, tengo aquí un poco de grasa”, me sigue la broma. Tras la cena, se retiran pronto. “Es que ahora nos toca ir hasta Parla”, comenta Ágatha con naturalidad.

Dos días más tarde toda la magia salta por lo aires. Es miércoles, cuando salen a quiosco las revistas del corazón, y la propia Ágatha me envía varios mensajes de WhatsApp con fotos de la revista Lecturas. En ellas aparece Luismi en actitud amorosa con Marcia Di Lele, exactriz brasileña. “El novio de Ágatha con una ex de Kiko Rivera”, reza el titular. Tras mi sorpresa inicial, envío a Ágatha un emoticono de perplejidad; ella no tarda en contestar: “Llámame”.



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Noche de fiesta
Ágatha y Luismi se conocieron en abril de 2018 en una fiesta que organizaba él en su finca de Toledo para celebrar el cumpleaños de su buena amiga, la abogada Teresa Bueyes. “Hubo una época en la que montaba una casi todos los fines de semana. Cogía mi móvil el lunes y, por orden de agenda, empezaba a invitar a gente. Este sí, este también, este no.

Terminaba el mismo viernes. Conseguía reunir a unas 200 personas”, me contará el Chatarrero, tras la sesión de fotos, al calor de la cafetería y dando buena cuenta de un bocata de sepia rebozada. Los gastos corrían por su cuenta: “La bebida, la comida, la música. La gente lo pasaba en grande”. La fiesta de Teresa Bueyes, como tantas otras, prometía.

A Ágatha la pilló desprevenida: “Esa noche me vino a buscar un amigo para llevarme hasta el cumpleaños. No tenía ni idea de dónde era. Sí recuerdo que me pareció lejísimos. Yo decía: ‘¿Oye, dónde vamos?’. Y la M-30, la M-40, la M-50… la M-27. ‘¿Pero dónde vamos?’. Y, por fin, llegamos a Parla”.

—¿Había estado alguna vez allí?
—No, jamás. Y me está bien empleado por la broma esa de los Borbón Parla.
—¿Qué broma?
—Están los Borbón Parma, los Borbón Dos Sicilias y estos son los Borbón Parla (en alusión a los reyes Felipe y Letizia). Me había hecho gracia el chiste cuando me lo contaron.
—¿Le ha gustado Parla?
—La verdad que lo de los polígonos era un tema que desconocía. No había estado en mi vida en un desguace. Ni en Parla tampoco.

Cuando por fin llegó a la fiesta, Ágatha descubrió que estaba en casa del Chatarrero. “Justo ese día una revista del corazón decidió buscarme novio y había publicado una lista de posibles parejas: Florentino, Alfonso Díez… y Luismi. Los conocía a todos menos a él”. Luismi, por su parte, también había recibido la lista y en cuanto vio entrar a Ágatha su instinto cazador se activó. “Yo iba a tirarme en plancha, pero lo pensé mejor y le pedí a Bordi que me la presentara”. Su exnovia, Carmen Martínez Bordiú, Bordi, estaba en la fiesta —“Nos llevamos estupendamente”— y fue ella, sin reparos, quien los presentó. Muy pronto Luismi bautizó a Ágatha con un cariñoso apelativo: 'Flaca'. Tras su ruptura con Pedro J. la diseñadora había perdido 18 kilos y estaba en los huesos.

—¿Luismi le gustó desde el principio?
—Bueno, es que Luismi es muy de señoras y sabe mucho de tías.
—¿A qué se refiere?
—Es un encantador de serpientes con las mujeres.
—¿Cómo la cautivó?
—Es un conquistador nato. Y yo debía de estar justo en ese momento. Después del divorcio me dije: “Te tienes que espabilar”. Porque yo muchas veces he pensado: “Si hubiera conocido a Luismi un año antes, ¿qué habría pasado?”. Yo creo que nada. Él cree que todo. A él poca gente se le pone por delante. Es un experto total. Sabe un huevo. Está acostumbrado a ir con mujeres. Es muy divertido, muy atractivo. Era una cosa muy inesperada. Muy marciano. Y sigo pensando que es muy marciano para mí. Pero me ayudó que hubiera estado con Carmen (Martínez Bordiú). Si no, a mí ni se me hubiera ocurrido.


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Luis Miguel Rodríguez, con su esmoquin, fotografiado en la sección de coches clásicos de Desguaces La Torre. JAVIER BIOSCA


Luismi, el conquistador
Parte del encanto de Luismi radica en su sencillez. Campechano, directo, cercano y cariñoso, es un hombre que suele decir lo que piensa. Abraza alegremente expresiones populares como papa y mama, practica activamente el leísmo y, cuando algo no le encaja, se caga en la hostia p*ta. No entiende de convencionalismos sociales ni le incomodan los silencios. Si la conversación no le interesa, no participa. Lo que nunca le aburre es hablar de coches y de mujeres.

—¿Cuál es su secreto para conquistarlas?
—¿Qué secreto? Aquí no hay secreto.
—Bueno, pues ¿cuál es su método?
—Tratarlas bien. Que se lo pasen bien en todos los sentidos. Cuando una persona se lo está pasando bien y está a gusto, le apetece seguir estándolo.
—¿Y luego se cansa?
—No es que me canse, pero hay veces que surgen cosas… Pero, vamos, he estado casado 27 años con mi mujer (María Asunción Fernández) y he tenido dos novias, Carmen Martínez Bordiú y Ágatha Ruiz de la Prada. Lo demás han sido aventuras de corto plazo.
—¿Qué le gusta de Ágatha?
—Es la hostia. Una tía superlista y divertida. A mí me pone mucho la gente que lucha por conseguir lo que quiere y lo consigue. Es la única mujer que he tenido que no me cuesta dinero. Ella invita a todo.
—¿Cuál es su prototipo de mujer?
—A mí me gustan los retos. Naomi Campbell es una persona que me encantaría conocer. La voy a conocer, ya verás.
—¿Qué le diría?
—No sé. Lo que surja.
—¿Habla inglés?
—¿Ella no habla español?
—Dicen que tiene un carácter complicado.
—Mejor, mejor. Así dura más. Lo difícil es lo que más me pone. Las cosas tienen que ser complicadas.


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Ahora, sin duda, las cosas están complicadas. Y no solo con respecto a su relación con Ágatha. Su buque insignia, Desguaces La Torre, lleva un año y medio en concurso de acreedores y ha estado a punto de zozobrar. “A mí me gusta hacer cosas. Cuando tengo dinero, siempre lo invierto y hubo un momento que me pasé de inversiones”, confiesa Luismi mientras da por terminado su bocata. Él solo, sin freno ni conciencia, se metió en unos gastos astronómicos que pensó, sería capaz de gestionar. En 2006 empezó a construir “el museo de coches más grande del mundo” y para ello contrató a Mansilla + Tuñón, uno de los estudios de arquitectura más importantes de España. El proyecto, que en su día inauguró Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, contaba con una inversión de 50 millones de euros pero en 2014 el Ayuntamiento de Torrejón de la Calzada lo paralizó por estar situado en suelo rústico protegido. No fue su única gran apuesta. En paralelo se aventuró con la ampliación de su desguace: compró 650.000 metros cuadrados que añadió a los 240.000 que ya existían y que lo convirtieron en el más grande del mundo, según sus propias palabras. Pero sus inquietudes inversoras no se dieron por satisfechas. Además, decidió construir una bodega en un pueblo de Toledo: “Quería diversificar mis negocios.

Me gasté un pastón”. Su cuenta de gastos se descontroló. Aunque sus empleados siempre cobraron, no pudo hacer frente a los pagos de Hacienda ni de la Seguridad Social. Su empresa colapsó. Ahora, tras un año y medio en concurso de acreedores, se muestra optimista y, gracias al convenio, ha establecido un plan de pagos. El primero, en enero: 12 millones de euros a Hacienda. “Yo creo que en seis meses salimos”, asegura ilusionado.

Su pasión por los coches le viene desde niño —solo un poco antes de su pasión por las mujeres—. Con 10 años vio una película en el cine que le cambió la vida. Aunque no recuerda cuál era, sí recuerda lo que vio en ella: un desguace. Desde entonces crear algo parecido se convirtió en su sueño. Por eso, cuando a los 19 años su madre le cedió las llaves de una cafetería-hamburguesería de su propiedad para que la gestionara, él no tuvo duda: “No la quiero, mama”. Él quería montar su desguace y lo consiguió, en parte, gracias a una hectárea de terreno que le cedió su abuela. “Ahí monté una chabola y estuve viviendo dos o tres años. Sin luz, sin agua… Podía irme a casa de mis padres, pero si no hacía guardia me quitaban la poca chatarra que tenía. Y no tenía para pagar un guardia”. Había nacido Desguaces La Torre, una negocio millonario que abre todos los días del año, incluidos sábados y domingos, que mueve un volumen de 200 coches al día y genera 50 millones de kilos de chatarra al año.

Además de salir del concurso, hoy su sueño es otro. Enfrente de su desguace, Luismi posee un inmenso terreno de unos 500.000 metros cuadrados donde prevé construir las pistas de karting más grandes del mundo y un hotel con 500 habitaciones. “La hostia. Con tres negocios que serían los más grandes del mundo, a media hora del aeropuerto, a 30 minutos de Madrid, en una autovía general… Eso sí, hasta que no tenga la licencia no empiezo. No quiero más líos”.


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Desguaces La Torre nació en 1982 y vivió su auge a mediados de los años noventa. Por entonces Luismi era un empresario hecho a sí mismo que gozaba de cierto reconocimiento en el circuito de la automoción pero absolutamente desconocido para los círculos sociales madrileños en los que ahora parece tan integrado. Se había casado con María Asunción Fernández, una vecina de Parla, y tenía dos hijas, Marta y Victoria, que ya con 12 años trabajaban en el desguace: “Cobraban en caja los domingos”. Ellas, como es lógico, conocen desde niñas la vida disoluta de su padre. “Cuando vivía en casa, su madre les hacía llamarme a las tres de la mañana porque no había vuelto”. Hoy las tres trabajan en el desguace, así como sus dos hermanos, Gustavo e Ignacio. Con su exmujer mantiene una relación excelente. Tanto, que aún no han disuelto la sociedad de gananciales: “El desguace es de los dos”.

En aquella época apareció en su vida el financiero Alberto Alcocer, uno de los hombres más ricos de España y recién divorciado de Esther Koplowitz. “Recuerdo verlo en televisión, con su primo, los dos con sus gabardinas…”, rememora el Chatarrero. Luismi y Alcocer coincidieron en el Ayuntamiento de Madrid, donde ambos eran contratistas: “Yo tenía la contrata de coches (recogía los coches abandonados en la vía pública, entre otras cosas) y él la del alumbrado”. Todos los martes tenían reunión en el Ayuntamiento: “Nos hicimos muy amigos. Y hasta hoy”. Alcocer fue su primer vínculo con la jet. Años más tarde, otra de sus valedoras en los elitistas círculos madrileños fue la socialite Mariluz Barreiros, esposa de Jesús de Polanco e hija de su admirado Eduardo Barreiros, uno de los empresarios más importantes de la España de Franco y padre del popular Simca 1000.

“Ese hombre era la bomba. ¡Tenía 25.000 empleados!”, asegura ensalzando la figura del Henry Ford español. Su admiración hacia el empresario era tal que un día decidió llamar a la Fundación Barreiros para pedir que su hija, Mariluz, le enseñara de primera mano el Museo Eduardo Barreiros que la familia había construido en Valdemorillo. Rondaba el año 2005 y Mariluz se convirtió en su nueva gran amiga en los elitistas círculos madrileños. “Aún hoy somos muy amigos”. De la forma más natural, la agenda del Chatarrero se empezó a llenar de personalidades: Simoneta Gómez-Acebo, su madre doña Pilar, Mario Conde, el empresario Fernando Fernández Tapias… Su relación con Carmen Martínez Bordiú —que lo convirtió en una figura pública— no hizo más que engrosar su agenda: Francis Franco, Antonia Dell’Atte y, por supuesto, la madre de su novia, su admirada Carmen Franco: “Cuando iba a comer a su casa, me sentaba a su derecha. La llamaba suegra. Siempre de usted, por supuesto, un respeto. Terminábamos las comidas, se iba todo el mundo y me quedaba charlando con ella. De su padre, de su vida en palacio. ¡De todo! Era un mujer interesantísima. Cuando su hija se quejaba de mí, ella siempre le contestaba: ‘Carmen, la gente no cambia”. Hasta el rey Juan Carlos ha sucumbido a su espíritu campechano y visitó el desguace con Francis Franco. “Luego los invité a comer a mi finca de Toledo. Mi cocinero había preparado un menú supersofisticado, me cago en la hostia p*ta. Pero el rey me dijo: ‘¿No tenéis un guiso?’. Los guardaespaldas comieron judías y él quería lo mismo. Se las comió tan a gusto”.

Esta charla distendida contrasta con la llamada le hago dos días después, atónita, tras ver las comprometedoras fotos publicadas en Lecturas. De fondo se escucha follón, como una sobremesa que se hubiera alargado.
–¿Qué ha pasado, Luismi?
–Yo no quiero que la Flaca se enfade.
–¿De cuándo son esas fotos?
–No lo sé. Podrían ser de hace un año, dos meses o dos semanas. No me acuerdo.
–¿Cómo no te vas a acordar?
–Yo no quiero problemas con nadie. No quiero hacerle daño a Ágatha. Es una mujer diez—. Y añade apesadumbrado: Ya se lo decía Carmen [Franco] a su hija: "La gente no cambia".
—¿Qué hacemos con el reportaje?
—No sé… Lo que diga la Flaca. ¿Has hablado con ella?


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La llamada
“Hola, Ágatha, ¿cómo estás?”, pregunto en esta surrealista ronda de llamadas. “Bueno… Anoche, cuando me enteré del engaño, me tomé un Orfidal. Y supongo que los próximos días adelgazaré…”, comenta buscando el lado positivo a esta situación delirante.

—¿Qué vas a hacer?
—Mira, no sé… Pero Luismi sabe que a mí este tipo de cosas no… Mañana me iré a París. Me voy a quitar de en medio unos días.

Es la segunda vez que su vida sentimental se ve sacudida tras realizar un reportaje con una revista de la editorial Condé Nast. La primera ocurrió en diciembre de 2016, cuando posó para Vogue con su entonces marido, Pedro J., y sus dos hijos, Cósima y Tristán. Al día siguiente del shooting, Pedro J. le llevó el desayuno a la cama y le pidió el divorcio. ¿Qué hacían con el reportaje? El director de El Español aconsejó a la entonces directora de Vogue que no lo publicara, algo impensable para una producción que había tardado ocho meses en cerrarse —en aquella época Cósima vivía en Milán— y que estaba prácticamente en imprenta. La opción de Ágatha fue mucho más sugerente. “Tienes la última foto de Pedro J. y yo juntos por siempre jamás”, le aseguró a la directora. La revista retituló la portada in extremis —“La última cena”— y cambió alguna declaración del reportaje. Esta vez me toca a mí preguntarle a Ágatha qué hacemos con el reportaje. Ella ironiza: “Cada vez que Condé Nast me hace una producción…”.

Durante los siete días que transcurren antes de cerrar definitivamente este reportaje las noticias sobre el estado de la pareja no cesan. Programas de televisión, revistas del corazón y medios digitales realizan todo tipo de elucubraciones: "Ágatha manda a paseo a Luis Miguel Rodríguez"; "Ágatha rompe con el Chatarrero"; "La relación de Ágatha Ruiz de la Prada y Luis Miguel Rodríguez en el aire tras las fotos publicadas". Incluso Cósima Ramírez, hija de la diseñadora, realiza unas declaraciones en televisión dando por hecho que la pareja se ha roto. Y cada vez que surge una de esos rumores me pongo sistemáticamente en contacto con la diseñadora y ella, sistemáticamente, me asegura que sigue hecha un lío y que aún no ha tomado ninguna decisión. En nuestra última conversación continúa en París, la ciudad donde se ha refugiado: "Me han venido muy bien estos días, la verdad. Aunque he adelgazado menos de lo que me esperaba". Y, tras un silencio eléctrico avanza: “No sé qué va a pasar con Luismi. Pero tenéis unas fotos preciosas y un material exclusivo. Siempre lo puedes titular ‘La extraña pareja”.


https://www.revistavanityfair.es/so...odriguez-ruptura-entrevista-infidelidad/42289
Llega puntual,. NECESITA SU TIEMPO DE MAQUILLAJE Y PELUQUERIA :ROFLMAO: :ROFLMAO: la redactora le tiene cariño
 
Agatha está estupendisima desde que se quitó al Pedro Jota de encima, le debería de dar las gracias a la Cruz esa por quitarselo de encima en vez de estarse lamentando y hablando del engaño del otro, cuesta quitarse el enganche pero Agatha debería estarla agradecida. Ella ha ganado mucho, esta muy guapa y creo que su vida debe ser mas divertida que antes del engaño. Creo que el Luismi es infinitamente mas divertido que Pedro Jota que simplemente con verlo me produce un aburrimiento infinito. La cabra tira al monte y el Luismi es lo que es, pero con lo guapa que está Agatha puede ligarse a quien le de la gana. Viendola cualquiera diria la edad que tiene.
 
Flipo un poco que él admite que va a seguir siendo infiel las veces que haga falta, Aghata buscate a uno bueno y decente, este ni se corta en decir que te la va a volver a hacer.
 
el reportaje es de traca.
O igual los dos muestran su verdadera relación, una relación súper abierta.
 
Agatha está estupendisima desde que se quitó al Pedro Jota de encima, le debería de dar las gracias a la Cruz esa por quitarselo de encima en vez de estarse lamentando y hablando del engaño del otro, cuesta quitarse el enganche pero Agatha debería estarla agradecida. Ella ha ganado mucho, esta muy guapa y creo que su vida debe ser mas divertida que antes del engaño. Creo que el Luismi es infinitamente mas divertido que Pedro Jota que simplemente con verlo me produce un aburrimiento infinito. La cabra tira al monte y el Luismi es lo que es, pero con lo guapa que está Agatha puede ligarse a quien le de la gana. Viendola cualquiera diria la edad que tiene.

Estoy de acuerdo. Tenía que haberse quitado hace tiempo a Piter Yei de encima ... Pero pa mi que eres Ágatha ;):p
 
Flipo un poco que él admite que va a seguir siendo infiel las veces que haga falta, Aghata buscate a uno bueno y decente, este ni se corta en decir que te la va a volver a hacer.
Yo no puedo vivir con esa incertidumbre constante....se acabó el disfrute; el amor y el miedo son incompatibles.
 
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