MENAs: Menores Extranjeros No Acompañados

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300 niños de la calle flirtean con las drogas y la delincuencia en Catalunya
  • Los Mossos consideran una prioridad contener los delitos que cometen los menores de entre 13 y 18 años
  • El Ayuntamiento de Barcelona ha detectado este año a 54 adolescentes fugados que malviven en la ciudad

Guillem Sànchez / Elisenda Colell
Barcelona - Domingo, 06/01/2019 | Actualizado el 07/01/2019 a las 14:14 CET

Los datos que recogieron los Mossos d'Esquadra y la Guardia Urbana a lo largo del 2018 hacen aflorar una realidad incómoda: los menores marroquís de entre 13 y 18 años son objeto de casi todas las detenciones que las policías practican por hurtos entre los 13 y los 18 años en Barcelona, según fuentes consultadas por EL PERIÓDICO. Este balance se presentó en la última junta de seguridad local, celebrada a finales del mes de octubre, y se elaboró para averiguar el alcance real del problema de seguridad que pueden suponer los adolescentes tutelados por la Generalitat que hacen vida en la calle -coqueteando con la pequeña delincuencia- porque rechazan el sistema de protección que sí logra integrar a la inmensa mayoría de los menores extranjeros no acompañados, los 'menas'.

Un reciente informe de la dirección general de Atenció a la Infància i l’Adolescència (DGAIA), al que también ha tenido acceso este diario, concluye que un 19% de los 3.235 menores acogidos -unos 600- muestran una "baja convivencia" en los centros centros asignados y han consumido drogas -sobre todo inhalan cola- y un 9% -unos 300- ya han tenido problemas con la justicia, casi siempre por hurtos, robos o resistencia a la autoridad.

Los niños del Raval

El 26 de septiembre este diario publicó un reportaje sobre una veintena de estos menores que inhalaban cola en los jardines de Sant Pau del barrio del Raval. Aquella información aparece citada en un oficio que el pasado 20 de diciembre la DGAIA envió a la Fiscalía. Incluía asimismo las conclusiones de un informe del Ayuntamiento de Barcelona, que cuantificaba en 22 los niños marroquís que se reúnen cada tarde en esa plazas de Ciutat Vella para consumir pegamento, y elevaba a 54 el total de menores, en situación alarmante, que pernoctaban al raso en Barcelona en el 2018. Un día más tarde, el 21 de diciembre, la Fiscalía encargó a los Mossos intervenir diariamente en los jardines y trasladar a los menores a la sede de la DGAIA para ser reubicados en centros de acogida. Fuentes policiales llaman la atención sobre la dificultad de cumplir con esta instrucción si los chavales se niegan a ser trasladados. "Si no quieren venir, ¿podemos obligarles?", se preguntan. La cuestión apunta al corazón de la crisis de los llamados 'menas refractarios', el grupo minoritario que reniega del sistema de acogida catalán.

A lo largo de este año, el drama estaba en la falta de espacios para acoger a los jóvenes recién llegados. Tras abrir 2.500 plazas de emergencia, el desafío lo plantean quienes se escapan.

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Fuga autodestructiva

"Han venido solos hasta aquí, son muy autónomos, les cuesta aceptar la autoridad", subraya el vicepresidente del Col·legi d'Educadors Socials, Lluís Vila, que apunta que el mercado laboral y la ley de extranjería -que no les permite trabajar hasta los 18 años- tampoco ayudan. "Han hecho un trayecto durísimo hasta aquí para gozar de la vida occidental, el hecho de averiguar que no va a ser ni rápido ni fácil dispara sus fugas a una vida en la calle y el dinero fácil", explica Vila. Solo así logran algunos 'éxitos', que difunden por las redes sociales vistiendo un chándal caro o bambas de marca. "Es su forma de decir a sus padres que no han fracasado". Pero también el carburante para el 'efecto llamada' que atrae a otros chicos a Barcelona.

Otro factor determinante está en la saturación de los centros de acogida, la falta de educadores sociales y la elevada rotación de los menores por los distintos equipamientos de la DGAIA. "Para que crean en ti necesitas que te acepten como un referente. Falta tiempo", explica Loli Rodríguez, responsable de la Fundación IDEA, que gestiona diversos centros tutelados. "Hacemos de vigilantes, no de educadores", lamenta Vila.

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Niños de la calle en los jardines de Sant Pau, la noche del 4 de enero / ALBERT BERTRAN

"Algunos jóvenes han desarrolldado un trastorno de la personalidad límite. Drogarse y robar son formas de autolesionarse para aliviar su frustración", señala Rodríguez. Según ella, la única solución es ingresarlos en centros terapéuticos o CREI (centros educativos con libertad restringida). Pero actualmente resulta "imposible" conseguir plazas.

Una prioridad policial

Mientras la Generalitat, tutora legal de los menores, trata de resolver la crisis, los adolescentes consumen cola, que tiene consecuencias devastadoras para un cerebro infantil, y se han convertido en un problema de seguridad ciudadana. "Porque de los hurtos pronto pasan a los robos con violencia", subrayan fuentes policiales, que también admiten sin tapujos que se han convertido en una "prioridad" para los Mossos.

Cuatro meses después del reportaje de este diario, siguen donde estaban. Durante la pasada noche del 3 al 4 de enero, una quincena de ellos descansaba en los bancos una vez los accesos principales del recinto, "el parque verde" lo han bautizado ellos, ya estaban cerrados. Inhalaban compulsivamente los vapores tóxicos de la cola o del disolvente -en bolsas de plástico o calcetines- para no tener "miedo, hambre o frío", según los educadores. La intoxicación afloró en algunas actitudes agresivas como peleas o lanzamientos de piedras. Sobre la una de la madrugada, el colectivo de Sant Pau se desplazó hasta Montjuïc, adonde llegaron cargando somieres y maderas para reconstruir el campamento que les han desmantelado recientemente, tras ser publicada su existencia por este diario.

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Los menores han reconstruido el campamento en otro rincón de la montaña de Montjuïc. / ALBERT BERTRAN

Dormir en Montjuïc, robar en el Port Olímpic

En el barrio del Poble Sec, y en concreto en la zona más cercana de la montaña, en la que se asentaron con maderas y colchones, los comerciantes están denunciando su acoso. Helen, una mujer filipina de 62 años que lleva más de 30 en un colmado de la calle de Vila i Vilà, explica que la 'visitan' continuamente. "Entran, cogen lo que quieren y se van corriendo", relata. En dos ocasiones, durante el forcejeo tiraron al suelo a Helen, que se ha acostumbrado a atender a los clientes con la puerta del establecimiento cerrada si está sola. "Si no pueden entrar, me la llenan de escupitajos". Según fuentes policiales, no obstante, los delitos más graves los cometen en el distrito de Sant Martí, sobre todo en la zona de ocio del Port Olímpic, robando a turistas ebrios. Los Mossos activaron el pasado 28 de diciembre un dispositivo conjunto de este distrito y el de Ciutat Vella para tratar de contener la ola de hurtos y tirones que se ha detectado tanto en este lugar como en el barrio del Poblenou y en Diagonal Mar. Por su parte, la DGAIA trabaja en el desarrollo de un plan piloto para identificarlos y asistirlos en materia de alimentación, atención psicológica y sanitaria en la capital catalana.

Los Mossos observan con preocupación la realidad de Francia, un país que comenzó a recibir olas de menores desamparados en cifras proporcionalmente parecidas a las que afronta en el futuro Catalunya. La mala adaptación de un número grande de ellos ha acabado provocando en este país la existencia de una bolsa no despreciable de jóvenes desarraigados, drogodependientes y condenados a la delincuencia que, en algunos casos, son presas fáciles de las redes de captación del terrorismo yihadista. El reto que afronta la Generalitat, responsable de todos ellos, es gigantesco. Francia indica que si no se halla la manera de integrarlos, se convierten en un problema de seguridad cada vez mayor.

https://www.elperiodico.com/es/soci...-calle-flirtean-droga-hurto-catalunya-7230158
 
Ousama, 'mena' de 12 años: "En la calle me busco la vida"

Se llama Ousama Habali y dice tener 12 años. Lo aparenta por su estatura, que no supera el metro y medio. Lleva un anorak de color gris muy sucio. Las manchas de la comida se mezclan con rastros de tierra. Bajo el brazo izquierdo su chaqueta está descosida, y tiene un hueco por donde se cuela el frío. Viste unos pantalones negros de chándal y unas chanclas de piscina. No lleva calcetines. Tiene los pies helados y las uñas sucias. Come un chupa chup. A las tres de la tarde callejea por la montaña de Montjuïc, cerca del parque de bomberos y de la ronda litoral, con dos amigos más. Se nota que es el más pequeño. Su voz le delata, es más aguda.

Él es el mayor de cuatro hermanos. A los 10 años decidió irse de casa, en Rabat, en dirección a España, para "buscarse la vida". Tras varios días durmiendo en el puerto de Tánger, se coló bajo el motor de un autobús. Así llegó a la costa gaditana. La policía lo trasladó a un centro de menores en la Línea de la Concepción. "Éramos muchos chicos, y no hacíamos nada durante el día". Por eso se escapó y se fue a Marbella. Después, Málaga, Madrid y Catalunya. Ha pasado por una decena de centros de menores. El último, en Tarragona. Recuerda que un educador le tiñó el pelo de color rubio. Aún le queda algún rastro entre sus mechones. Pero al final acabó huyendo. "Cuando te peleabas con alguien o tomabas cola, te ponían un 'gomet' negro. Y eso significaba que no podías salir en unos días. A mí esto no me gusta".

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Ousama Habali, de espaldas, niño de la calle llegado de Marruecos a Barcelona / ALBERT BERTRAN

Dice que hace cinco meses que callejea por Barcelona. "Tienes que estar unos días en el centro. Te duchas, te dan ropa, comes, y luego sales a ganarte la vida". Tener dinero, comprarte un chándal y colgar la foto en el Facebook. Que lo vea tu padre, te dé un 'like' y demostrarle que no has fracasado. En su caso, su padre le comenta las fotos que sube. En todas se le ve bien vestido y feliz. Según él, al día consigue 5 o 10 euros. ¿Robando? “No, yo no robo”. Y calla. Aparta la mirada y se gira hacia el mar. “No te lo quiero explicar, no me lo preguntes más”. Al cabo de unas horas aclara que trabaja en “unos pisos”. Y acaba diciendo que pinta paredes en Manresa. “No me vuelvas a preguntar”.

Fuga

Durante el día callejea por el Raval, el Poble Sec, la Barceloneta y Montjuïc. “Dormimos en la montaña. Esta noche la policía nos ha desmontado el campamento”. Según su versión, la larga decena de chicos menores de edad con los que convive han sido trasladados a una oficina de la dirección general de Atenció a la Infància i l'Adolescència, donde les han asignado centro de acogida. “Nos hemos fugado todos antes de que nos vengan a buscar”. A horas distintas. Y ahora aguardan, bajo la montaña, esperando al resto del grupo.

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Detalle de una bolsa con cola / ALBERT BERTRAN

Sus ojeras le delatan. Y también las heridas y cicatrices que se le ven en las manos y en los mofletes. “A veces nos peleamos”. En el suelo hay una bolsa de plástico con cola blanca, ahora ya seca. “Sí. Algunos toman cola, pero yo no”.

A las diez de la noche Ousama está en el "parque verde", en Sant Pau del Camp, el Raval. Ha cambiado de abrigo. Lleva dos sudaderas, muy limpias. Parecen nuevas. También tiene calcetines, con las mismas chanclas. En la mano esconde un tercer calcetín. Está empapado con disolvente. La mirada ya es otra, más ausente. Y se balancea.

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Detalle de los pies de Ousama / ALBERT BERTRAN

Gritos y pelea

Le acompañan otros 15 adolescentes marroquís. La mayoría respiran dentro de bolsas con cola. Todos dicen ser menores de edad y visten ropa de marca. Incluso hay quien escucha música con auriculares caros. De repente, se oyen cuatro gritos y empieza una pelea. A medida que avanza la noche van llegando más chicos y el consumo va en aumento. El parque está cerrado pero ellos se cuelan pasando por entre unos barrotes que han roto.

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Un momento de la comida de Ousama / ALBERT BERTRAN

De repente, Ousama decide que, visto lo visto, quizá no era tan mala idea volver al centro de menores. “No quiero ir a la comisaría, quiero ir a la DGAIA”. El edificio de la Generalitat, a esas horas de la noche, está cerrado. La alternativa es ir a la comisaría de los Mossos en Ciutat Vella, a menos de 10 metros. Un agente de la policía le informa del procedimiento. “Por la mañana te acompañaremos a la DGAIA y te dirán a qué centro vas”. Y entonces, desaparece. Se funde entre la gente en la calle Nou de la Rambla, en dirección a Montjuïc. El resto de chicos siguen vagando por el parque. De madrugada se les ve por el Poble Sec. Con la ayuda de varios contenedores de la basura recogen palos de madera, somieres e incluso algún colchón. Se dirigen hacia la montaña a rehacer el campamento. Entre ellos está Ousama.

https://www.elperiodico.com/es/soci...ena-fugado-dgaia-vida-calle-barcelona-7230440
 
El destino de los menores de las comisarías: acogida o bolsa de pegamento
  • EL PERIÓDICO ha sido testigo del encuentro entre los recién llegados y una quincena de adictos a la cola en una plaza del Raval de Barcelona
  • Casos como los de Annas y Abdelkhalah, dos jóvenes marroquís integrados con éxito, refuerzan el papel de la acogida
Guillem Sànchez / Carlos Márquez Daniel
Barcelona - Miércoles, 26/09/2018 | Actualizado el 27/09/2018 a las 12:18 CEST

"Policía, tengo hambre, madalenas no buenas", protesta un crío marroquí de 14 años que frunce el ceño y se echa la mano a la barriga. El agente de los Mossos d’Esquadra, armado con un fusil de asalto antiterrorista, coge aire y le promete que los bocadillos no tardarán en llegar. Es una escena real que tiene lugar en la comisaría de Ciutat Vella de Barcelona, una de las sedes policiales en las que han anidado la cincuentena de chicos que esperan ser acogidos por la Generalitat de Catalunya. La crisis de estos menores no acompañados ('menas') que pernoctan en el limbo de las áreas policiales desde comienzos de la semana pasada -llevan más de diez días- ha obligado a los mossos a afrontar una situación para la que no han sido formados. Por absurda que sea la convivencia entre policías y niños desamparados, impuesta por una Dirección General de la Infància i l'Adolescència (DGAIA) que afirma no poder acogerlos, entre unos y otros, inevitablemente, también ha acabado aflorando algo de cariño. Sobre todo, porque los agentes son conscientes de que les han puesto a cargo de un material sensible: hoy duermen junto a ellos pero mañana, si las cosas no salen bien, podrían convertirse en uno de los muchos ladrones menores de edad que persiguen.

"Estos todavía no se han estropeado y se tiene que hacer algo antes de que sea tarde", avisa un policía acostumbrado a lidiar con niños de la cola que, enganchados a un hábito devastador para su cerebro, acaban sobreviviendo a base de hurtos y de robos violentos. La advertencia la comparten varios policías e incluso miembros de la comunidad marroquí afincada en el Raval. Y este miércoles, en los jardines de Sant Pau, ubicados justo detrás de la comisarías de Ciutat Vella, la amenaza de un destino de exclusión social ha tomado cuerpo de forma dramática. Rashid, Yossef y Amine
los tres hermanos entrevistados por EL PERIÓDICO- han coincidido con una quincena de compatriotas de su edad adictos al pegamento, que inhalaban vapores tóxicos de una bolsa de plástico y se dejaban caer seminconscientes sobre la hierba del parque, ante su mirada. Del sistema de protección de la Generalitat depende en gran medida que los que duermen en las comisarías, "y aún tienen una cara saludable", logren hacerse un hueco en la sociedad catalana. Porque esto último también es posible.

"Que no caigan en el error de robar"

Abdelkhalah y Annas tienen poco más de 18 años y representan el ejemplo contrario a los chicos de la cola. Nacieron en Taounate y en Rabat, Marruecos. Pisaron suelo español cruzando a nado la frontera política que aísla Melilla del resto del continente africano. Desde allí llegaron hasta Catalunya hace aproximadamente un año. El Ayuntamiento de Barcelona les ha dado una tarjeta de alimentación y les costea la inscripción en el gimnasio de Sant Pau Sports Club. Este lunes ambos comían naranjas, un yougur y zumo de melocotón sentados en un banco de los jardines de Folch i Torres, durante un descanso del curso de formación para comercial que siguen en la Fundació Apip-Acam, a escasos metros del parque de Sant Pau, donde se desparraman los jóvenes adictos a la cola.

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Abdelkhalak y Annas representan un caso de éxito en la acogida de menores desamparados / ALBERT BERTRAN

"Tienen que hablar con ellos, para que sigan la vida buena, para que se formen y busquen un buen trabajo. Es muy importante que no caigan en el error de robar cosas de otra persona", avisa Annas, que recuerda que, siendo menores de edad, tampoco pueden tramitar ninguna ayuda social. "Nosotros ahora estamos bien", asegura Abdelkhalah, "pero en Marruecos no teníamos nada, ni siquiera escuela". En ese país "con dinero, eres el rey del mundo. Sin dinero, no eres nadie", razonan para que se comprenda por qué vienen a Europa.

Niños de la cola, un problema de ciudad

No integrar adecuadamente a los menores no es solo un problema para ellos. Lo es para toda la ciudad. Lo saben de sobras los vecinos de la Vila Olímpica de Barcelona, que no pueden concebir lo que llevan meses viendo desde su ventana en el parque de Carles I. Allí se ha instalado un grupo de menores marroquís enganchados a la cola. Llegaron a principios de agosto y, desde entonces, van y vienen. Inhalan pegamento con la bolsa de plástico, duermen en la casita del parque infantil o sobre los bancos y usan las esquinas para hacer sus necesidades. Según los vecinos, también cometen robos en el barrio.

Esta comunidad dice que se ha quejado al ayuntamiento, a la DGAIA, a la Guardia Urbana y a los Mossos. Pero el único que ha prometido tenerlo en cuenta, o eso parece, ha sido el Síndic de Greuges. Como prueba de la ausencia de respuestas, aportan el recibo de un portal de internet de la Generalitat en el que su incidencia aparece como 'terminada'. Pero no. Puede que los agentes les retengan unos minutos, pero los chicos siguen a lo suyo. "Vimos como un chico de unos 10 años le decía al mosso que si tenía hijos iría por ellos; le amenazó y no pasó nada", explica Marta. Alberto los ha visto colocados, tirados en la hierba, deambulando. "Mean y hacen caca donde les viene bien, da la sensación que todo les da igual", relata. Cuentan que el más pequeño de todos, el que se enfrentó a la policía, es el líder. "Da miedo que siendo solo un crío sea capaz de hacer algo así", lamenta la vecina.

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Un chico de la cola duerme en un parque infantil de la Vila Olímpica tras inhalar con la bolsa de plástico /EL PERIÓDICO

Hace unas semanas, los chicos instalaron una tienda de campaña junto a la zona de juegos infantiles. "Se acercaban los padres con los hijos y, en cuanto se percataban de su presencia, daban media vuelta. Es imposible saber cómo van a reaccionar [estando bajo los efectos del pegamento]". Los vecinos de la Vila Olímpica no ignoran el drama social que esconde la adicción a la cola. Por eso en primer lugar llamaron a los servicios sociales, que, según su versión, no han hecho otra cosa que "pasarse la pelota entre ellos". "No es agradable verlos en este estado, pero tampoco lo es tener miedo al salir de casa". Denuncian, también, que son responsables de robos tanto en el metro como en plena calle, donde incluso hirieron de gravedad a un hombre mayor al que tiraron al suelo.

Tiempo de espera en las comisarías

Mientras la incertidumbre se cierne sobre el futuro de la cincuentena de recién llegados que viven en las comisarías, y la DGAIA les busca un centro, los Mossos hacen lo que pueden para facilitarles las cosas desde la primera noche, cuando fue el propio intendente a cargo de la ABP quien sacó de su bolsillo 30 euros para comprar bocatas. A partir de entonces, se organizaron para ir a buscar más sándwiches de los que se sirve a los detenidos de los calabozos de Les Corts. Pero pronto se percataron de que se habían hartado de tanto pan. En el restaurante Tant de Bo, ubicado a escasos metros, el dueño preparó macarrones para todos. Otros agentes, por su cuenta, les han procurado bolsas de patatas, donnuts o bebidas.

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La sala de espera de Ciutat Vella también ha acogido este miércoles dos menores subsaharianos, de Ghana y de Gambia /FERRAN NADEU

La convivencia no es sencilla. En la comisaría de Ciutat Vella se ha instalado provisionalmente una sala de espera en la entrada del edificio para destinar el espacio -en el que los ciudadanos aguardaban hasta ahora turno para presentar una denuncia- exclusivamente a los menores. Pero tras semanas sin ducharse, el hedor en la sala donde duermen obligó a aumentar el servicio de limpieza y cada mañana les obligan a salir media hora para adecentar 'su cámara'. También les retiran las colchonetas durante el día. "Si no, se pasan el día entero tumbados, son críos", concluyen en una afirmación no exenta de ternura. Les guste o no, mientras la DGAIA les busca un centro de acogida -este jueves ha previsto abrir uno con 50 nuevas plazas-, los policías catalanes se han convertido en el único referente de las administraciones catalanas que han conocido los chicos. En realidad, ninguna institución se ha acercado a la comisaría de Ciutat Vella para interesarse por ellos.

https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20180926/menores-comisarias-acogida-bolsa-pegamento-7056335
 
20 'menas' apalean a dos vigilantes del centro de menores de Hortaleza
  • LUIS F. DURÁN / EFE
    Madrid
Martes, 26 marzo 2019 - 20:08

  • Satse reclama más plantilla para los centros saturados y la Comunidad anuncia que creará 40 nuevas plazas para 'menas'.

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El vigilante tras la agresión sufrida. E. M.
Dos vigilantes de seguridad del centro de primera acogida de Hortaleza resultaron heridos en la noche del pasado domingo 24 de marzo al haber sido presuntamente agredidos por un grupo de menores del centro que intentaron cambiarse de estancia.

Ambos han presentado una denuncia en la Comisaría de Hortaleza, a la que ha tenido acceso Efe, por los hechos que ocurrieron a las 23.30 horas del pasado domingo cuando una educadora le requirió a un vigilante de seguridad que evitara que dos chicos problemáticos entraran en el grupo de menores de la primera planta, ya que estaban castigados y debían dormir en la planta de abajo.

Dos vigilantes de seguridad les impidieron el paso en la puerta de acceso del primer piso y uno de los chicos comenzó a empujarlos para poder pasar. Uno de los vigilantes lo apartó y los dos chicos empezaron a lanzarles puñetazos a ambos.

Como consecuencia del "ataque", uno de los vigilantes de seguridad se quedó "grogui" en un par de ocasiones y dos chicos salieron corriendo hacia la planta baja, según consta en el texto de la denuncia.

Los dos vigilantes llamaron a gritos al compañero que se encontraba en el exterior del edificio. Cuando los dos vigilantes bajaron las escaleras se encontraron de nuevo con los dos chicos que comenzaron a pegarles patadas y puñetazos.

Con posterioridad, el vigilante que se encontraba en el exterior del edificio abrió desde fuera la puerta anti-incendios y observó que unos veinte menores se abalanzaron sobre los tres vigilantes, lanzándoles puñetazos y patadas.

TENDIDO EN EL SUELO

Tras la agresión, uno de los vigilantes quedó tendido en el suelo cubierto de sangre y una educadora lo arrastró, escondiéndose ambos bajo la mesa de control.

Los educadores que se encontraban en la planta superior cerraron la puerta para evitar que sesenta o más menores se unieran a la reyerta.

Los dos chicos salieron al patio, donde, armados con palos y piedras, gritaron "os vamos a matar" e hicieron el gesto de cortar el cuello en dirección a los vigilantes. En ese momento, aparecieron varios indicativos de la Policía Nacional que habían sido llamados previamente desde el centro. Al llegar los agentes, los dos chicos se tiraron al suelo simulando ser ellos los agredidos.

Como consecuencia de la "trifulca", la puerta de entrada al centro de menores quedó dañada y la puerta interior de madera fue arrancada.

Por las lesiones sufridas, dos de los vigilantes fueron atendidos por el Samur en el lugar de los hechos.

Luego, uno de ellos recibió asistencia en el Hospital Ramón y Cajal por lesiones en la cara y el cuerpo y el otro fue atendido en el Hospital La Luz por lesiones en el cuello y en un dedo.

ESFUERZO DE LA COMUNIDAD DE MADRID

La Comunidad de Madrid colaborará con todo lo que requiera la Policía sobre la agresión del fin de semana a un vigilante del centro de menores de Hortaleza, al tiempo que ha destacado su "enorme esfuerzo" en atender a los menores extranjeros no acompañados, más conocidos como 'menas'.

"La Comunidad de Madrid está haciendo un enorme esfuerzo para atender a estos menores extranjeros no acompañados. Hemos ampliado la red estable y hemos contratado más plazas de emergencia de la mano de entidades especializadas. Se han creado, en total, más de 200 plazas y en próximas semanas se aprobará una nueva declaración de emergencia con 40 nuevas plazas", han señalado.

El Sindicato de Enfermería SATSE Madrid ha reclamado este martes más seguridad y plantillas adecuadas en los centros de menores de la Comunidad tras la "brutal agresión" sufrida por un vigilante a manos de un interno del centro de Hortaleza.

El sindicato ha manifestado en un comunicado que la situación de trabajadores de la Red de Protección de Menores de la Comunidad de Madrid es ya "inaceptable", por lo que ha pedido "una solución urgente" por parte de las distintas Administraciones implicadas.

"Ya no es hora de buenas palabras o de pasarse el balón entre las distintas Administraciones autonómicas o nacionales. Hay que solucionar, ya, este problema puesto que no se puede permitir que actos como éste se vuelvan a repetir", han indicado.

DENUNCIA DE SATSE

El Sindicato de Enfermería asegura que coincide con la mayoría de los trabajadores que "la situación es insostenible, especialmente en los tres últimos años, por la sobreocupación de plazas, el hacinamiento de los jóvenes, por el deterioro de las instalaciones y, sobre todo, por la precariedad de las plantillas".

De igual forma, SATSE Madrid ha señalado que esta situación "también es negativa para el resto de menores que llegan a estos centros, en los que ingresan por diversos motivos y que no tienen por qué vivir en una situación de inseguridad ya que son uno de los colectivos más vulnerables de nuestra sociedad".

En este sentido, el Gobierno autonómico ha señalado que están cumpliendo con lo recogido en el acuerdo suscrito con organizaciones con representación en este asunto, que son CCOO, UGT y CSIT. "El sindicato Satse no tiene representación en los centros de primera acogida de la Comunidad de Madrid", ha apuntado, en relación con el comunicado que ha remitido este sindicato sobre la situación de los centros de menores de la región, según Europa Press.

Por ello, la Consejería ha puntualizado que en el centro de Hortaleza no han dormido esta noche 107 personas. En ese recinto hay dos centros, uno del de Hortaleza con capacidad para 52 personas y otro el Isabel Clara Eugenia con capacidad para 37.

"Estos dos centros son independientes, con personal independiente y seguridad independiente. Por lo tanto estos datos aportados por SATSE son erróneos y se deben al desconocimiento de esta organización que no tiene ningún tipo de representación en la mesa de negociación", han aseverado las mismas fuentes.

https://www.elmundo.es/madrid/2019/03/26/5c9a7525fc6c83b57e8b457c.html
 
* 15 días antes...

Denuncian hacinamiento, peleas, y acoso en el centro de menores no acompañados de Hortaleza

  • La Comunidad niega los problemas y culpa de la llegada de 652 extranjeros en esta situación a la política de Sánchez

La situación en el Centro de Primera de Acogida de Hortaleza, con el hacinamiento de menores extranjeros no acompañados (menas), se ha vuelto insostenible. Así lo denuncian al menos tres trabajadores a través de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) -sin representación en la mesa- que, en un vídeo difundido, aseguran que las peleas entre ellos y las faltas de respeto hacia los cuidadores se han vuelto una constante. Remarcan también casos de acoso sexual y falta de medios y personal para atender las necesidades de los internos. La Comunidad de Madrid, por su parte, niega que los problemas se hayan incrementado y culpa a la «nefasta» política migratoria del Gobierno de Pedro Sánchez de la llegada a la región en lo que va de año de 652 personas en esta posición de desamparo.

«Ninguno de los tres sindicatos (CCOO, UGT y CSIT) con presencia en las negociaciones sectoriales han protestado por la supuesta problemática actual», señalan fuentes de la Consejería de Familia y Asuntos Sociales. En ese sentido, desmienten los números lanzados en la secuencia de CSIF, donde se asegura que el centro de Hortaleza acoge actualmente a 120 menas. «El último dato es de 69, solo 17 más de las 52 plazas que posee el edificio», sostienen las mismas fuentes, basándose, además, en el acuerdo alcanzado el año pasado a consecuencia de la crisis desatada en el mes de junio cuando empezaron a llegar de manera masiva.

En ese sentido, el Gobierno regional alude a la ampliación del número de ocupaciones de la red estable y de nuevas plazas puestas en marcha con las entidades especializadas, cifrada en más de 200 desde el inicio de la crisis. Pese a todo, los empleados de Hortaleza inciden en que el centro alberga 120 menas, casi cuatro veces más de «los 35 que la ratio establece». «Esa ratio es erróneo porque en el pacto alcanzado se aprobó ampliarlo a 52», rebate la Consejería.

Concentración

La Central Sindical llevará a cabo hoy una concentración frente a la sede de la Agencia Madrileña de Atención Social (AMAS) para pedir «dignidad para los menores y los trabajadores» del centro de primera acogida. «Los baños se atrancan con camisetas, se rompen las tuberías y los enchufes. El centro se remodeló en septiembre y ahora mismo parece Siria», apunta uno de los cuidadores en el vídeo remitido para apoyar la protesta. «Se han dado casos de bullying, hay chavales que llevan más tiempo y acosan a otros más pequeños e, incluso, se han producido situaciones de acoso sexual a chicas», prosigue, con la preocupación evidente de tener que lidiar día a día con este panorama.

Aunque CSIF habla de una ratio de 35 ocupaciones en Hortaleza, lo cierto es que una de las empleadas apunta en el vídeo que admitieron aumentarlas a 50 «a cambio de que se creasen 78 puestos de trabajo públicos». «Inspección de Trabajo concluyó en una resolución que las condiciones del centro son insalubres, tanto por los riesgo psicosociales como por los riesgos biológicos, y conminó a la Comunidad
a que presentase un plan para aliviar la carga de trabajo y los peligros derivados. No sabemos lo que han hecho, porque no han hecho nada», subraya la profesional.

Cuestiones que la Comunidad de Madrid afirma estar resolviendo de manera progresiva: «Se están derivando a los menores a otros recursos disponibles, atendiendo siempre la valoración de los técnicos y educadores, que son los que deciden».

https://www.abc.es/espana/madrid/ab...ompanados-hortaleza-201903130134_noticia.html
 
https://eltaquigrafo.com/no-hay-dinero-para-los-menas/4296/

NO hay dinero para los “menas”


La Federació d’Entitats d’Atenció a la Infància i l’Adolescència (FEDAIA), la Federació d’Entitats amb Projectes i Pisos Assistits (FEPA) y la Federació d’Entitats Catalanes d’Acció Social (ECAS) cargan contra la política de acogida de la Generalitat tras meses de impagos en el sistema de protección a la infancia.

En un comunicado a la prensa, alertan que la infancia en riesgo está al borde del abismo.

Las entidades sociales que gestionan centros públicos de menores tutelados están al límite. Hace tres meses que no cobran por el servicio que prestan a la Generalitat, según afirma “La Confederació”, (la patronal del tercer sector).

La situación se agrava en los centros de acogida de menores extranjeros de emergencia, donde los impagos datan del año pasado. A falta de datos confirmados por Afers Socials, la deuda se podría situar alrededor de los 25 millones de euros, según ha podido calcular esta redacción a partir de información oficial.

Sin embargo, los menores extranjeros no acompañados (MENA) siguen llegando a Catalunya y las fundaciones
que se hacen cargo de los centros donde se acogen a la mayoría de estos jóvenes (porque algunos siguen viviendo en la calle) aseguran estar “sobrepasados”.

Exigen más control
En este comunicado, las entidades sociales acusan al Govern de actuar de forma «precipitada» al abrir nuevos recursos, especialmente para los menores inmigrantes. Y también le culpan de forzar las entidades a una situación «crítica», dado que no cobran por estos servicios que prestan desde principios de enero.

Según datos ofrecidos por el Departament d’Afers Socials, Catalunya acoge más de 3.000 menores migrantes y se han tenido que
improvisar centros de acogida.

En este sentido, como ha podido saber eltaquigrafo.com, muchos de estos migrantes son conducidos a hoteles, hostales y apartamentos donde comparten estancia con turistas. En su estancia en estos inmuebles, las fundaciones que trabajan para la Generalitat les hacen seguimiento, aunque aseguran que no son las mejores condiciones para estos jóvenes.

Es por eso por lo que exigen más control a la hora de habilitar centros de acogida para ellos, puesto que de este modo no se facilita su integración.

La Taula d’Entitats del Tercer Sector y la Plataforma d’Infancia de Catalunya muestran su apoyo a este comunicado, y añaden, que el Govern de la Generalitat debe mejorar la planificación y la gestión de la acogida de estos adolescentes.

Falta de pagos
Como publicó El Periódico, desde enero, ningún centro de menores tutelados puede emitir facturas a la Generalitat por el servicio que presta. El motivo es que, para garantizar el servicio, Afers Socials ideó un nuevo sistema de pago.

El problema es que «ha habido retrasos». Lo confirma la conselleria, que habla de una «situación coyuntural que se debe resolver en las próximas semanas» aunque no da cifras de los impagos.

Según “La Confederació”, los únicos afectados de estos retrasos son las entidades que prestan servicio a la Direcció General de Atenció a la Infancia i l’Adol•lescència (DGAIA). Las entidades ya no pueden emitir facturas de pago como hacían antes, pero tampoco cobran de otra forma alternativa porque el sistema de las acreditaciones aún no se ha implantado.

La situación es ya dramática, y aún no ha llegado el verano, cuando el Govern calcula que van a migrar casi tres mil menores más. Hay quien se plantea no abrir ni un centro más hasta que el Govern no les pague. Otros, ya directamente ven a grandes empresas frotándose las manos para entrar en el negocio de la infancia en riesgo.

Llegada de más menores migrantes
Y es que, bajo este panorama, la Generalitat quiere duplicar el número de plazas ya existentes para acoger a los menores migrantes que lleguen a Cataluña -y en particular a la ciudad de Barcelona- en las próximas semanas.

El pico más importante de llegadas se espera que sea en verano y los meses posteriores, cuando el Govern calcula que tendrán que acoger el 70% del total de niños que migren hasta Cataluña. Es por ello, por lo que este calendario también prevé volver a incorporar 4.160 plazas más entre julio y diciembre.

Un aumento también espectacular que triplicaría el sistema de acogida pensado para estos niños y adolescentes.

Estas plazas estarían distribuidas por todo el territorio catalán, según confirma la secretaría del departamento.
La diferencia, hasta ahora, es que se ha estudiado al detalle la correcta ubicación, teniendo en cuenta los planes de nuevas oportunidades del Servei d’Ocupació de Catalunya (SOC), opciones laborales, educativas y redes de asociaciones que les puedan ayudar.

Con todo, “la Confederació” teme que estos centros tengan más problemas para cobrar el servicio que prestan a la administración, y más teniendo en cuenta el nuevo sistema de acreditaciones que está aplicando el Govern.
 
No voy a decir lo que opino de este tema porq se me tacharía de racista, fascista y 50 cosas más pero solo os voy a decir (y quien quiera que me crea) que conozco a una educadora social en mi ciudad que se ha despedido del centro donde estaba previa denuncia en comisaria por acoso y palabras textuales: no sabéis lo que esta viniendo y el error que es. Un saludo
 
Son casos aislados.
Vienen a pagarnos las pensiones.
La multiculturalidad enriquece.
La culpa es nuestra por no integrarlos.
Welcome refugees pero no en mi barrio.
La culpa es de Franco.
Nosotros también fuimos inmigrantes.
No querer inmigrantes ilegales es fascista, xenófobo, facha, homófobo y hetero patriarcal y reaccionario.
Islam bueno, occidente malo y opresor.
Aquí llegan los más valientes.



Disfruten lo votado y que les den más paguitas que sarna con gusto no pica. Un descojono :ROFLMAO:
 
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