🟠 Bernardo Montoya declarado CULPABLE por el asesinato de la profesora Laura Luelmo, en Huelva.

Recordáis el final de El secreto de sus ojos? Estremece

Son los órganos encargados de la Justicia los que deben velar porque exista y se haga.... Y nosotros exigir que sea así. No se pueden intercambiar papeles
 
¿Con ramificaciones te refieres a respuestas a mi decisión?.
Sí, de acuerdo, pero la respuesta que finalmente se da no viene predeterminada.
Según como yo lo veo, claro.

En un libro que hablaba sobre el tema, decía que en realidad sí que viene predeterminado: que si tuvieras la oportunidad de revivir esa experiencia mil veces, mil veces elegirías la misma opción. Es un tema complejo que a mí se me escapa...
 
Creo que los políticos deberían replantearse qué comodidades se les ofrece a los asesinos en las carceles para que prefieran volver allí a estar en libertad.

Bernardo estaba cómodo en la cárcel. Tenía allí su novia, le hacían la comida, seguro tenía su gueto de gitanos del que era el cabecilla...etc. Por eso violar y matar a Laura no le traía nada malo, todo lo contrario.

Deberían dejar a los asesinos en aislamiento siempre. Y darles de comer pan enmohecido.
 
Acabo de ver a la hermana llorando ante las cámaras. Habría sido mucho pedir un recuerdo a la víctima y a su familia????
Entiendo que les van a hacer un cerco en el pueblo y también que ellos no son los culpables, pero a ver, que la víctima de todo esto está muy claro quién es!

Además, parece que es el primer crimen horrible que comete el mierda este....

Sí, yo también aluciné bastante. Como si les pillara de nuevas. "Esto es horrible Bernardo, qué has hecho Bernardo, no tienes perdón Bernardo". Oye, que ya tenía un historial de coxones, ¿eh? Ahí rasgándose las vestiduras...
 
Sí, yo también aluciné bastante. Como si les pillara de nuevas. "Esto es horrible Bernardo, qué has hecho Bernardo, no tienes perdón Bernardo". Oye, que ya tenía un historial de coxones, ¿eh? Ahí rasgándose las vestiduras...
Me acuerdo que de primeras leí que la familia enseguida que la familia sospechaba, fue a raíz de la detención cuando les sobrevino la sorpresa.
 
Yo creo que la rueda de prensa va a ser INEVITABLE...
el dato de la autopsia que da que la muerte se produjo 48-72 horas después de la desaparición, no puede quedarse en esa incertidumbre de saber dónde estuvo Laura Luelmo...
van a tener que salir a la palestra, bien mañana por la mañana, lunes, o bien a partir del miércoles, durante esta semana que viene...
La misma Gc no va a poder soportar que queden esas dudas y que buena parte de la gente esté hablando de que si se pudo hacer algo más...
 
A las cárceles tb van chicos que roban, que cometen errores, que tienen problemas con drogas.... Como no van a tener derecho a educación, formación y futura reinserción?
¿ Cómo no se va a rehabilitar a chicos que han robado, trapicheado con droga? Hay que luchar para arrancarlos de su ambiente, porque si no acabarán cometiendo delitos más graves.
A los Montoya de este mundo no les hace falta terapia, es malgastar dinero. Al revés a trabajar para pagar su mantenimiento y pagarle a las familias damnificadas.
 
De hecho he leído por los medios que mantener a alguien en prisión cuesta 30.000€ al año!!! como si eso no fuera ya suficiente, habría que ponerlos a trabajar o algo para que ayudasen a pagar sus propios costes.
Si es dato es cierto, somos más gilipollas en España de lo que pensaba. O eso o están falseando los datos por alguna razón.
Pero un buen economista podría gestionar esos gastos y que no fueran tales.
 
El asesino de Laura Luelmo no siguió ningún programa de rehabilitación en prisión

Los tratamientos de este tipo son voluntarios. El 45% de los presos se acogen a ellos. Los expertos aseguran que ninguna terapia “forzada es útil”

Bernardo Montoya, el asesino confeso de Laura Luelmo, ha pasado 20 de sus 50 años en la cárcel. Su comportamiento dentro de prisión era bueno. Pero nunca quiso acogerse a ningún programa de rehabilitación tras asesinar a una anciana. Este tipo de tratamientos son voluntarios y los expertos sostienen que una inclusión forzada no es efectiva. La buena conducta de Montoya dentro contrastaba con recaídas en la delincuencia cada vez que salía de la celda: fugas, robos, amenazas a personas a las que trataba de robar... y, por último, el asesinato de Laura, la maestra que desapareció el 12 de diciembre en el El Campillo (Huelva) y cuyo crimen ha sacudido al país. Montoya había salido de la cárcel en octubre.

“La reincidencia no es imposible de prever”, señala Arturo Beltrán, magistrado de la Audiencia Provincial de Madrid que lleva 22 años resolviendo recursos contra decisiones de juzgados de vigilancia penitenciaria. “En las cárceles”, añade, “hay programas específicos para deshabituación a las drogas, en temas relacionados con agresiones sexuales o violencia machista. Y son programas exitosos, pero no al 100%, eso es imposible”.

“¿Todos los presos son reinsertables? No. No todo el mundo lo es”, señala José Luis Castro, titular del juzgado de vigilancia penitenciaria de la Audiencia Nacional encargado de controlar a más de 3.000 condenados. “Los equipos técnicos de prisiones hacen un trabajo serio, riguroso y científico. Son excelentes profesionales. Pero a veces los presos se acogen a estos programas, que son voluntarios, con un sentido meramente utilitarista, porque les permiten acceder a beneficios penitenciarios”.

El historial delictivo de Montoya comenzó al filo de la medianoche del 13 de diciembre de 1995, cuando entró por la fuerza en la casa de una mujer viuda de 82 años llamada Cecilia y que vivía sola. El hombre, entonces de 27 años, drogodependiente al menos desde los 22, pretendía evitar que la mujer declarase contra él en un juicio pendiente por allanamiento de morada y lesiones cometidos meses antes. “Agazapado detrás de la puerta del dormitorio de Cecilia, de forma sorpresiva e inopinada y sin mediar palabra, la apuñaló en la región dorsal. Cuando la mujer cayó al suelo, Bernardo Montoya se abalanzó sobre ella y le propinó otras seis puñaladas en el cuello que le causaron la muerte”.

Estos hechos probados se incluyen en la sentencia de la Audiencia Provincial que condenó a Montoya a 17 años y siete meses de prisión por asesinato, allanamiento de morada y obstrucción a la justicia, así como a la prohibición de regresar durante cinco años a Cortegana (Huelva), municipio donde sucedió el crimen. La Guardia Civil le detuvo unos días después. Ingresó en la cárcel en las navidades de 1995 y allí estuvo hasta marzo de 2015.

En abril de 2008, cuando llevaba 13 años preso, aprovechó un permiso penitenciario de siete días para delinquir. Precisamente en Campillo, donde 10 años después asesinaría a Laura, amenazó a una mujer y apuñaló al perro que la defendía. En 2010 fue condenado por estos hechos a un año y medio de cárcel.

Antes de esta sentencia, Montoya disfrutó de otro permiso de siete días en diciembre de 2009 y no regresó el día fijado. Estuvo huido 10 meses hasta que se presentó voluntariamente en la cárcel para seguir cumpliendo la pena. Este quebrantamiento de condena le costó otros seis meses de cárcel.

Tras cumplir todas sus penas y quedar en libertad, volvió a cometer dos robos con violencia por los que fue castigado a dos años y 10 meses de cárcel. Era la tercera sentencia en el listado delictivo de Montoya.

Apenas había pasado nueve meses en libertad y regresó a la cárcel. De enero de 2016 a octubre de 2018 permaneció encerrado y disfrutó de dos permisos en los que no consta que cometiera nuevos delitos. De ahí salió en noviembre para irse a vivir a El Campillo, a una casa situada enfrente de la de Laura.

“La reincidencia en el delito de homicidio o asesinato es infrecuente”, destaca el magistrado Beltrán. “La gran reincidencia se da en los ladrones, que pueden entrar 10, 12 o 14 veces en prisión”. Es infrecuente que un asesino vuelva a matar. Por eso, cuando se da un caso como el de Montoya, la alarma social se dispara.

El criminólogo Vicente Garrido, profesor de la Universidad de Valencia y autor del libro Asesinos múltiples, sostiene: “El sistema penitenciario nació para contener un mal, no para erradicarlo. Aproximadamente reincide un 50% de los presos, aunque hay variaciones en cuanto a los tipos delictivos. Esto indica que no es cierto que la cárcel sea una escuela del crimen para muchos de los presos”.

Las prisiones españolas tienen hasta 18 programas distintos de tratamiento psicoeducativo y terapéutico para los presos, con sesiones semanales de tres horas y media y diversos trabajos entre sesiones.

Con esta herramienta se pretende hacer efectivo el mandato del artículo 25.2 de la Constitución: “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”.

Florencia Pozuelo, jefa del área de programas de tratamiento de Instituciones Penitenciarias, señala que esas políticas de reeducación y reinserción dan resultado. “El último estudio que hemos hecho sobre 150 condenados por agresión sexual tras un seguimiento de entre dos y cinco años después de salir en libertad, nos dice que solo 21 de ellos reincidieron, y de éstos, solo siete cometieron un delito de índole sexual, apenas un 5%”, explica. Todos los expresos con los que se hizo este estudio habían participado en las sesiones psicoeducativas y terapéuticas.

En el historial penitenciario de Bernardo Montoya no consta que hiciera ningún programa de tratamiento. Son voluntarios. El pasado año, el 45% de los presos se acogió a alguno de esos programas.

“Ninguna terapia forzada es útil”, señala el profesor Vicente Garrido. “Otra cosa es que el interno prevea que participar en ella quizás le acerque a disfrutar de algunos beneficios penitenciarios y, sin gran motivación, se inscriba en el programa. Ahí puede aprender cosas útiles para su reinserción. Por ejemplo, las razones que están detrás de las explosiones de ira, aunque no se apuntara al programa por esa razón”.

Durante los 20 años pasados en la cárcel, Montoya fue un interno activo, implicado en tareas de limpieza y jardinería, disfrutó de un destino laboral en el departamento de mantenimiento de la cárcel, convivió con otros internos en un módulo de respeto para fomentar la convivencia y se apuntó a cursos de alicatado y carpintería, según su expediente.

La convivencia con otros presos en la cárcel fue correcta. Pero la convivencia en libertad le resultó imposible.

Desde el año pasado, las prisiones han incorporado un programa específico para conductas violentas destinado a presos que han cometido asesinatos. Bernardo Montoya tampoco lo siguió.

https://elpais.com/sociedad/2018/12/22/actualidad/1545513139_469841.html
 
A las cárceles tb van chicos que roban, que cometen errores, que tienen problemas con drogas.... Como no van a tener derecho a educación, formación y futura reinserción?
Pero eso es diferente .A los presos de esa características se les mete en módulos diferentes y reciben todo lo necesario para su reinserción. De hecho por ejemplo si es su primer delito les dan la posibilidad de ir a pisos tutelados donde rehabilitar de las drogas etc. Hay todo un recorrido extenso detras de cada caso.
 

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