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PUES COMO SUGERENCIA MIA, PROPONGO UN VIAJE A LA COMARCA CACEREÑA DE LA VERA, A YUSTE, DONDE MURIÓ EL EMPERADOR CARLOS I, Y ESPECIALMENTE A JARAIZ DE LA VERA, CUNA DEL PIMENTÓN QUE ADORNA Y SAZONA LOS MEJORES PLATOS DEL MUNDO.-En moto por el desierto y las montañas de Marruecos
Moverse con libertad, viviendo intensamente el paisaje, y en contacto con la gente del lugar
Viajar en moto a Marruecos (Adrián Milá / Adrián Milá)
Si puedo, una vez al año, cojo mi moto, la meto en el ferry y viajo hasta Tánger. Lo he hecho durante los últimos diez años. Podría elegir otros destinos, pero no, siempre repito el mismo: Marruecos.Como decía mi madre, si te gustan los espaguetis, come espaguetis, hijo, pero eso sí: cambia de salsa de vez en cuando. De alguna manera, eso es lo que hago. Porque las posibilidades de Marruecos en moto son ilimitadas, desde rutas por asfalto, pistas de tierra, senderos pedregosos o entre dunas del desierto. Creo que podría estar toda la vida recorriendo este maravilloso país y nunca me lo acabaría.
Miriam y Adrián sobre su moto de viaje por Marruecos (Adrián Milá)
Acabo de llegar de mi último viaje. El undécimo. Esta vez me haacompañado mi pareja Miriam. Era su primera vez en Marruecos, y también a lomos de una moto, por lo que he querido diseñar esta ruta más como si fuera una excursión. Me refiero a que he procurado marcar trayectos más suaves, cortos, donde el copiloto pueda también disfrutar del viaje. Además, me interesaba que ella conociera un poco de todo: ciudades, la zona montañosa del Atlas, el desierto, la costa.
La aventura está cerca
Marruecos es un vecino muy cercano. Estamos puerta con puerta. De hecho, tenemos una historia común. Pero, claro, es África. Es otro continente. En cierto sentido, es una cultura completamente diferente a la nuestra. Podríamos decir que es un lugar exótico. Pero lo dicho: está muy cerca. Mucho. Solo hay que saltar unos 14 kilómetros del mar Mediterráneo por el Estrecho de Gibraltar y listos. Lo más recomendable, en mi opinión, es alcanzar su costa con el ferry (Grimaldi o GNV), con un objetivo : Tánger.
Eso sí, considero que es preferible cargar tu propia moto en el ferry y no alquilar una allí. Es más auténtico. Pero alquilarla siempre es una opción, está claro. Es cierto que el trayecto en ferry es un poco pesado.Son 27 horas de ida, y lo mismo de vuelta. Te ocupa más de dos días. Fastidia. Y por si fuera poco, hay que armarse de paciencia en la cola de la frontera, puesto que los guardias marroquíes no son especialmente expeditivos. Pero, insisto, merece la pena el palizón. A mí siempre me ha compensado.
Tiene de todo
He de confesar que hay una cosa que me gusta casi más que viajarlanear el viaje. Cojo el plano, lo despliego en el suelo de mi casa y empiezo a trazar rutas. Tengo anotadas las rutas que ya he hecho y, dependiendo del tipo de viaje – si es más estilo enduro o rutero -, del tiempo que dispongo y de si voy solo, con amigos o con pareja, establezco un itinerario u otro.
Hay que pensar que estamos hablando de un país con contrastes muy fuertes. Puedes ir a relajarte a playas extraordinarias, hacer senderismo por el Atlas (su pico más alto el Toubkal tiene 4.167 m), explorar pueblecitos con encanto o aventurarse en el imprevisible desierto. Es un destino muy versátil.
Tangier, Marruecos (Naeblys / Getty Images)
Con esa idea, en esta ocasión contábamos con dos semanas y la intención era abarcar toda esa variedad. Queríamos hacer como varios viajes en uno. Después de darle muchas vueltas al mapa, decidí que lo más adecuado era recorrer desde Tánger a Chefchauen, de allí bajar hasta el sur del país, atravesar el macizo del Atlas y adentrarse en el desierto del Sahara, y luego ir por el sur hasta la costa Atlántica, para volver de nuevo, pasando por Marrakech, al norte.
En total, unos 2.000 kilómetros. Creo sinceramente que esta es una de las rutas más completas que se pueden hacer si quieres tener una idea general de lo que significa Marruecos. En otras palabras, es una excelente toma de contacto.
Es barato
Indiscutiblemente, si vives en España, esta es una opción asequible. Conozco algunos viajeros que han estado una semana con presupuestos por debajo de los 500€. Es posible. Depende de cuál sea el plan. Sin embargo, incluso yendo rollo sibarita, el coste es bajo, o por lo menos es más reducido que otros destinos. Mi idea era gastar poco, pero descansar bien, por lo que nos permitimos algún lujo, aunque en general eran hoteles y restaurantes de categoría media con valoraciones muy positivas. Por otro lado, la gasolina es algo más barata que en España.
Marruecos, un país de contrastes (Adrián Milá)
Dependiendo de la época en la que viajes, aconsejo limitar el equipaje al máximo. Un par de mudas bien apretujadas, algo de abrigo (impermeable mejor) y un pequeño botiquín y Fortasec(básico) por si sufres alguna intoxicación estomacal (ojo, para evitarlo, lo de siempre: bebe agua embotellada y vigila con las ensaladas y frutas). Y en caso de que te resulte imprescindible lavar algo de ropa, siempre puedes recurrir a las lavanderías de los hoteles en los que te hospedes.
Las carreteras han mejorado
Hay que destacar lo mucho que han mejorado las carreteras de Marruecos en los últimos años. Se han puesto las pilas. Incluyo lo que son autopistas, carreteras secundarias y las pistas sin asfaltar.
Francamente, creo que, por lo general, es un terreno seguro. En este viaje me decanté por las carreteras antiguas, quise evitar adentrarme en las grandes poblaciones - salvo Tánger, Marrakech y Fez -, me enfoqué en pistas que estuvieran señalizadas y, sobre todo, hay dos consejos fundamentales: uno, no correr en exceso (el límite de velocidad en las carreteras nacionales varía entre 100, 90 y 80 km/h y los 60, 40 km/h al atravesar núcleos urbanos) ; y dos, no viajar de noche, ya que hay que tener en cuenta que circulan muchos coches y camiones sin luces o te puedes tropezar con algún animal que corra suelto en medio de la oscuridad. Prudencia por encima de todo.
Chefchauen, el pueblo azul
Chauen, Marruecos (komyvgory / Getty Images/iStockphoto)
Uno de los puntos ineludibles de una primera experiencia en Marruecos es este pueblecito teñido de azul índigo. Fue nuestra primera ruta saliendo de Tánger. Muy bien no se sabe el porqué de su color: por ahuyentar a los mosquitos, identificar las moradas de los judíos, por simple estética… no sé, la cuestión es que es una preciosidad.
Nosotros nos hospedamos en el hotel Ras el Maa. Lo que se suele decir, bueno (muy bien valorado), bonito y barato. Y con excepcionales vistas de las montañas del Rif. Nos costó unos 35€ la habitación con desayuno incluido. Además, su dueña, Cristina Viñuales (es española) nos acompaño a dar una vuelta, callejear por el pueblo y nos tomamos un té a la menta en la plaza Uta el-Hammam. Un encanto, ella y el lugar.
Ifran, la suiza marroquí
Luego pusimos rumbo sur, atravesando las montañas del Rif, endirección a Fez. La carretera es más o menos cómoda, transcurre entre colinas verdes y el paisaje se sumerge entre abundantes trigales y olivos. ¡Ojo!, hay una parada interesante en este camino: las ruinas romanas de Volúbilis. Debido al poco tiempo del que disponíamos, visitamos Fez en un santiamén.
En ese paso, ascendemos a la altura de Ifran (1.713 metros), el escenario cambia sustancialmente, del verde mediterráneo pasamos a un paraje montañoso salpicado de poblaciones y llegamos a Ifran, que recuerda a los Alpes Suizos (sobre todo cuando hay nieve). De hecho, hay dos estaciones de esquí en esa zona, Michlifen y Jebel Hebri. Ifrane, por cierto, es un magnífico lugar para poner el freno y pasar la noche.
El sorprendente bosque de Cedros
Bosque de Cedros en el valle de Ziz, Marruecos (ShantiHesse / Getty Images/iStockphoto)
Este tramo es impresionante. Uno de mis favoritos. Es como galopar sobre la moto cruzando un asombroso bosque de cedros cuyos ejemplares llegan a alcanzar los 40 metros de altura y los 800 años de antigüedad. Si te fijas, hay monos macacos en las copas. Es aconsejable detenerse unos minutos y respirar profundamente el aire fresco que se desprende de estos fabulosos árboles.
A continuación, cambia el paraje a uno de los oasis de palmeras más apabullantes del planeta. Estamos en un punto clave, en el valle del Ziz. Es un instante donde todo se funde, casi se mezcla, la montaña y el desierto en uno. No en vano, nos encontramos a escasos pasos de la puerta del Sahara: el desierto de Erg Chebbi.
Una noche en el desierto
En Merzouga, a tiro de piedra de la frontera con Argelia, está este desierto Erg Chebbi que cuenta con 22 kilómetros (de norte a sur) y seis kilómetros de anchura, con unas esplendorosas dunas cuya altura máxima es de 150 metros. Lo más parecido a un mar de olas doradas. Pasar una noche en el desierto es altamente recomendable. El absorbente silencio, el intenso color rojizo de la arena, el océano de estrellas... es difícil no sacar tu lado más cursi en esas circunstancias, la verdad.
Las dunas de Merzouga, en Marruecos (Adrián Milá / Adrián Milá)
¡Ah!, y el amanecer también es una pasada. Por cierto, si vas con una moto enduro aconsejo hacer una de las etapas reinas que va entre Merzouga a Zagora, paralela al desierto, fantástica experiencia, aunque nosotros hicimos por carretera para tener mejores condiciones.
La ruta de los Kashbas
Pasado Zagora, la carretera serpentea rumbo a Marrakech por el valle del Draa. El gran sur. Vuelven a aparecer el verde, los palmerales, unas gargantas de gran belleza, desfiladeros rocosos y el agua del cauce del Draa que corre en paralelo del Sahara, como si fuera una pincelada de vida en medio del desierto. Te diviertes con la vista.
Las kasbas - los castillos de barro - y los ksur -pueblos fortificados– se van sucediendo uno tras otro como si fueran sueños lunares. A 190 kilómetros de Marrakech se levanta precisamente uno de los Kashbas más frecuentados y bonitos de la región: el Ait Ben Haddou (patrimonio de la humanidad) y uno de los escenarios de la películaGladiator.
Valle del Draa. en Marruecos (Adrián Milá / Adrián Milá)
La costa atlántica y sus playas
Llegados a este punto, y antes de visitar Marrakech, vale la pena acercarse a la costa atlántica, en Agadir, y desde allí a Essaouira. Es una carretera que bordea el mar y con curvas muy recomendables para disfrutar en moto. El aire conserva cierta autenticidad a pueblo pesquero. Es como la costa española de hace años. Hay dos playas donde vale la pena detenerse: Taghazout y Tamri, la primera es muy apreciada entre los surferos de todo el mundo, se dice que es la meca del surf en África.
Luego toca Essaouira. Es un pueblecito que tiene mucho encanto, de esos con gaviotas graznando en el puerto, un zoco de artesanos y una genuina medina amurallada – patrimonio de la humanidad – donde conviven un entramado de callejuelas con aroma a especias.
Marrakech y la vuelta a casa
Sinceramente, a partir de aquí únicamente nos restan dos asignaturas pendientes: Marrakech y la vuelta a casa. Desde Essaouira a Marrakech son 180 kilómetros de distancia sin mayor interés natural y paisajístico. Otro asunto bien distinto es Marrakech. Como he comentado antes, yo no soy ningún apasionado de las ciudades, aunque he de reconocer que ésta tiene un algo que la hace diferente. Es vibrante.
Plaza Djamaa -El Fna de Marrakech, Marruecos (visualspace / Getty Images)
Una acertada decisión es aparcar la moto un par o tres de días y dejarse llevar por el embrujo de esta ciudad. A mi me gusta pasear por los zocos de la parte norte de la gran plaza de Djemma el Fna y abrir los cinco sentidos. Voces, olores, regateos, cuero, metales... Es como escuchar el pálpito del corazón de Marruecos. Luego toca volver. Desde Marrakech a Tánger, pasando de largo por Casablanca y Rabat. Y de nuevo cola, espera, paciencia y ferry de regreso a Barcelona.
Podría elegir otros destinos, pero no, siempre repito el mismo: Marruecos
Este artículo es fruto de la colaboración entre La Vanguardia.com y Travelzoo, portal especializado en ofertas de viajes. Puedes acceder a Travelzoo.
https://www.lavanguardia.com/ocio/viajes/20181123/453095161956/viaje-moto-marruecos.html
PUES COMO SUGERENCIA MIA, PROPONGO UN VIAJE A LA COMARCA CACEREÑA DE LA VERA, A YUSTE, DONDE MURIÓ EL EMPERADOR CARLOS I, Y ESPECIALMENTE A JARAIZ DE LA VERA, CUNA DEL PIMENTÓN QUE ADORNA Y SAZONA LOS MEJORES PLATOS DEL MUNDO.-
VISITAR LA COMARCA DE LA VERA CON LOS CEREZOS EN FLOR ES UNA SENSACIÓN DE ESTAR EN EL PARAISO.-
APASIONANTE HISTORIA QUE NO PUEDO POR MENOS DE COMENTAR COMPAÑERA @Coti7495, HACE UNOS AÑOS HABIA LEIDO ESTA HISTORIA Y LA DE TIERRAS PROXIMAS CON EXPLOTACIONES MINERAS ANTIGUAS, RECOMENDADAS POR UN AMIGO.- ME SORPRENDIO AGRADABLEMENTE VER QUE LA HAYAS TRAIDO A ESTE BALCÓN VIAJERO.- MUCHAS GRACIAS.-La fascinante historia de La Cueva, un tesoro jujeño escondido en las alturas
Hay que viajar en el tiempo hacia la historia colonial para entender el origen y develar los secretos de este pueblo abandonado. Secretos de este recóndito rincón del Noroeste argentino
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¿Qué fibras íntimas agitan las promesas de conocer un pueblo fantasma en un espíritu aventurero? Tomar un desvío en lugar del camino principal, girar a la izquierda cuando los carteles señalan la derecha, subir una montaña y perderse bajo el reflejo de un sol abrasador, sin otra compañía más que la del mismísimo paisaje…Y una vez allí, más cerca del cielo, dejarse transportar a donde la imaginación nos guíe.
La experiencia es posible. Y es exquisita. Partiendo desde San Salvador de Jujuy o desde Tilcara por la Ruta Nacional 9 hacia el norte, hay que tomar el camino de tierra que va a Iruya y que aparece unos 24 kilómetros después de Humahuaca. Por ese camino se llega a Iturbe, donde un cartel indicará un desvío hacia la izquierda. De ahí en más resta transitar unos 15 kilómetros por un sendero de montaña, menos conocido y más sinuoso. Así se llega a La Cueva. Valen la pena las casi tres horas de viaje desde la capital jujeña (algo más de una hora y media si se parte desde Tilcara) para conocer este tesoro escondido en las alturas.
No hay un alma. Nadie anda por ahí. El lugar parece una escenografía montada a la espera de actores que no llegan, o que se fueron. Un caserío de otra época, con callecitas que viran del empedrado a la tierra, donde una capilla sobresale y por su aspecto cuidado desentona con el cuadro de abandono que dibujan las demás estructuras. Entre paredes de adobe un cartel señala lo que fue un almacén, y de algunas construcciones asoman restos de prendas tendidas que el sol y los años fueron deshilachando, como si alguien las hubiera dejado esperando volver. Las cimentaciones más antiguas conservan su base de piedra con huecos de los que brotan flores de cardos, ocupando los espacios que el hombre abandonó. Y sobre un cerro, un cementerio, como en cada pueblo de la Quebrada de Humahuaca.
El promotor de la aventura es un remisero de Tilcara que se gana la vida con el turismo y la enriquece buscando escenarios desconocidos en la Quebrada. "Esto es un pueblo fantasma", dice Mario Corimayo, fascinado con el lugar al que llegó por primera vez perdiéndose en la montaña por el camino angosto y pedregoso que lleva a La Cueva.
Como quien abre una caja de viejos recuerdos familiares en busca de rastros de su pasado, hay que viajar en el tiempo hacia la historia colonial para entender el origen y develar los secretos de este pueblo abandonado. Más allá de que la zona estuvo habitada por comunidades aborígenes andinas ya en la época precolombina, los historiadores ubican las primeras poblaciones organizadas de esta zona de la Quebrada de Humahuaca en las últimas décadas del siglo XVII.
Se cree que La Cueva formó parte de la estancia de La Limpia Concepción, entregada como Merced de Tierra por el entonces gobernador de Tucumán. Aquella gobernación se extendía desde Córdoba hasta Salta y Jujuy, tenía suprema jurisdicción en el territorio, y quien estaba a su cargo era un delegado de la Corona Española que debía neutralizar los ataques de los indios del Chaco no sometidos al proceso de colonización. Entregar tierras a los conquistadores como premio por sus servicios en la protección de la llamada frontera de guerra era una facultad que el gobernador tenía y ejerció, y que dio inicio a las primeras páginas de la historia post hispánica de este pueblo.
La historiadora y docente de la Universidad Nacional de Jujuy, Gabriela Sica, nos ayudó a viajar al pasado a través de sus investigaciones en el Conicet sobre las sociedades prehispánicas y coloniales de la Quebrada de Humahuaca. "La estancia La Limpia concepción fue un lugar donde se daba trabajo a mestizos e indios, muchos de los cuales llegaban desde otros rincones de la Puna", explicó Sica.
De estos habitantes de fines del siglo XVII son los primeros registros parroquiales de una zona que a su vez, se convertía en un punto clave del Camino Real. El largo trayecto que unía el centro minero de Potosí con Buenos Aires requería postas, donde los viajeros improvisaban el descanso y hacían el relevo de las mulas, imprescindibles como único medio de transporte posible por la Quebrada. Si el Camino Real era la columna vertebral de la economía en tiempos coloniales, las postas eran sus nervios. Y eran vitales.
A 3500 metros de altura y con un cielo sin nubes, el sol pega más fuerte. Apenas el canto de algún pájaro rompe la monótona melodía del viento. Ni el río suena, al menos en primavera, cuando el gobierno de la sequía hace del Río de la Cueva un cauce ancho, vacío y pedregoso. Con sus cimientos de piedra y sus paredes de adobe, las estructuras coloniales resisten el paso de los siglos. Todo indica, en cambio, que la iglesia elevada en el cerro debe haber sido refaccionada. Como la mayoría de los pueblos de la Quebrada y la Puna, La Cueva tuvo su propia capilla, "donde en cada fiesta patronal se esperaba al cura de Humahuaca, que viajaba especialmente para celebrar bautismos y casamientos", según contó Sica.
Sin embargo, la arqueóloga Paola Ramundo, especializada en el estudio de sociedades prehispánicas del Noroeste argentino, estima que esa iglesia fue construida en el siglo XIX. Su estructura bien preservada contrasta con los cimientos de piedra de las otras construcciones, y desde su blanca estampa surge una invitación para asomarse al campanario, al que se accede por una pequeña puerta azul. Pero no se puede entrar; un candado asegura la custodia de vaya a saber uno qué secretos, y poco se sabe de quién guarda la llave.
La fuerte impronta que dejó la evangelización colonial en el Noroeste permite imaginar el lugar de relevancia que en la sociedad post hispánica tuvo esta capilla, hoy perdida en el tiempo. Como suspendida, al igual que el resto de las estructuras que componen el misterioso escenario de La Cueva. Cada pueblo, cada hacienda incluso, -relató Sica- se identificaba con su santo patrono, pero en muchos casos, la fe religiosa se incorporó a las creencias anteriores de las poblaciones indígenas andinas. Eso explica que los pueblos de reducción unan el nombre de su comunidad aborigen al de un Santo (San Antonio de Humahuaca, San Francisco de Paula de Uquía, Santa Rosa de Purmamarca, San Francisco de Tilcara, por ejemplo).
No exagera Mario Corimayo cuando habla de pueblo fantasma: La Cueva conserva hoy esos misterios bajo ese aspecto, con el sol y la montaña como únicos vigías. Posiblemente, el abandono del lugar fue progresivo y el puntapié inicial de la deserción estuvo ligado al ferrocarril, cuya traza deja de coincidir en esa zona con el Camino Real. A ello se suman los procesos migratorios hacia áreas urbanas de la provincia que se dieron en el siglo XX, con el desarrollo de las industrias siderúrgica y tabacalera, que movieron comunidades enteras hacia las zonas del Valle de Jujuy. Las poblaciones rurales, además, migraron hacia otros puntos de la Quebrada, así como a zonas de explotación minera en busca de trabajo.
El proceso de despoblamiento de La Cueva no es excepcional, hay muchos pueblos abandonados en el área rural de las tierras altas de Jujuy, explicó la historiadora Sica. Y en esos pueblos, a lo largo de la Quebrada de Humahuaca, hay un patrimonio arqueológico, histórico y natural de Jujuy con una importancia que no siempre se dimensiona. La provincia controla el trabajo de los arqueólogos a través de la concesión de permisos para investigar determinadas zonas, pero a la Dirección de Patrimonio Cultural de Jujuy se le hace difícil poder vigilar todos los tesoros, en los que muchas veces la mano del hombre arruina evidencias que no pueden ser recuperadas. Una pena que se pierdan trozos de historia. Y una pena, también, que poco se conozcan estos rincones enclavados en la montaña, alejados de circuitos comerciales, despojados de presente, pero llenos de pasado.
Dicen que del otro lado del río, de una estructura con forma de cueva –y de ahí el nombre del lugar- una vez salió la imagen de la Virgen. Dicen también que un joven descendiente de aquellos pueblos originarios guarda las llaves de la capilla y de las casas que se mantienen en pie, y que su misión es vigilar La Cueva para que nadie se instale. Como si hubiera un secreto a resguardar. Como si algún misterio no debiera ser develado.
https://www.infobae.com/turismo/201...va-un-tesoro-jujeno-escondido-en-las-alturas/
GRACIAS A TI, AMIGO FRANFEI POR TU VISITA Y TUS PALABRAS. TE INVITO, SI LO TIENES A MANO, QUE COMPARTAS CON TODOS NOSOTROS ESE ARTICULO, ENRIQUECERÍA ESTE ESPACIO.APASIONANTE HISTORIA QUE NO PUEDO POR MENOS DE COMENTAR COMPAÑERA @Coti7495, HACE UNOS AÑOS HABIA LEIDO ESTA HISTORIA Y LA DE TIERRAS PROXIMAS CON EXPLOTACIONES MINERAS ANTIGUAS, RECOMENDADAS POR UN AMIGO.- ME SORPRENDIO AGRADABLEMENTE VER QUE LA HAYAS TRAIDO A ESTE BALCÓN VIAJERO.- MUCHAS GRACIAS.-