Muere Carmen Franco a los 91 años

Ver el archivo adjunto 630319
Mira lo que es la elegancia de la aristocracia española...:rolleyes:
Labio inferior tiene tanto relleno que le cuesta cerrarlo
No sé si es It girl de alguna fabrica de zapatos o tiene ganas de hacer pis....pero las piernas no están como deberían estar. El guante blanco ahi perdido en medio de tanta cosa negra, inclusive una que otra almita....
El rostro tiene tanta porqueria metida, que parece una mascara.:bag:



Bueno bueno, esta mujer cumplira 67 años el 26 de febrero, por muchos retoques que se haya hecho es una mujer mayor, igual que su amiga la Preysler que nacio una semana antes el dia 18 de febrero, ambas en 1951.
 
http://elredondelito.es/carmen-polo-senora-de-francisco-franco/

Para los que adoran historia como yo, un texto largo sobre Franco, sus padres y hermano bastardo (reconocido), su parienta y sus hijos...a parte de alguno que otro chanchuchillo....Una de las partes interesantes fue leer eso...
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UN PROBLEMA LLAMADO SERRANO SUÑER
Carmen quería vivir en el Palacio de Oriente de Madrid, como los reyes de España, y que el sueldo de su marido se correspondiese a ello. Sin embargo su cuñado Serrano Suñer no «comprendía» sus merecimientos. Éste, de modo inteligente, había recomendado al Caudillo no instalarse en el Palacio de Oriente para no contrariar a sus aliados monárquicos, y por lo mismo le aconsejó no tener un sueldo tan elevado. Carmen no tuvo más remedio que conformarse con el Palacio de El Pardo, antiguo caserón de caza de Carlos I, aunque lo mandó decorar profusamente para dar la imagen de un palacio real. Franco decretó que cada vez que su esposa, La Señora, llegase a algún lugar en visita oficial, se debería tocar el himno de España. Eso molestó a los monárquicos, porque era conferirle el mismo rango que a la reina.

Convencida de ser la guardiana espiritual de la pureza de su marido, comenzó a seleccionar las amistades, relaciones, visitas y demás contactos al margen de los estrictamente políticos, las gentes que «convenía» que visitasen o no El Pardo. Entre otros, vetó a aquellos que, a sus ojos, habían caído en desgracia por algún comportamiento poco religioso, algún chisme o broma que ella consideraba de mal gusto. Sin sentido del humor ninguno, no soportaba ningún chiste sobre su marido, aunque fuese bienintencionado y procedente de amigos leales a toda prueba. Si eso llegaba a sus oídos, al chistoso le suponía ser excluido del círculo social. Por supuesto no toleraba ningún desliz amatorio de cualquier político o militar próximo, e incluso vigilaba y opinaba sobre la conveniencia de sus noviazgos y matrimonios, por más legítimos que fuesen. Si querían seguir siendo del círculo del poder o de amistad, o renunciaban al amorío, o lo regularizaban casándose, o se reconciliaba el matrimonio. Su marido, por supuesto, le hacía caso en todo.

En la caída política fulminante de Serrano Suñer, no solo del gobierno, sino de las actividades políticas y del círculo de amistades de Franco, fue decisiva Carmen Polo. No le habían hecho gracia las limitaciones a su grandeza que, tras la guerra, le había impuesto. Tampoco le gustaba que no fuese lo adulador que ella consideraba que debía ser, tanto hacia ella como hacia el Caudillo. No podía soportar que fuese inteligente e intelectual. De hecho los nazis veían en Serrano un líder mucho más fiel, serio y competente que Franco, que en palabras clarividentes de

era: «Un beato fanático. Permite que España esté prácticamente gobernada no por él, sino por su mujer y su padre confesor». Fuera de España Serrano también comenzaba a ser considerado como el verdadero hombre fuerte del régimen, un brillante abogado, el auténtico estadista; noticias y comentarios que Carmen hacía llegar rápidamente a oídos de su marido. En una conversación con el ministro de Exteriores de , el conde Ciano, Serrano Suñer parece que le comentó que Franco estaba rodeado de incompetentes aduladores y que su esposa, Carmen, era una fanática religiosa y que ejercía una mala influencia en su marido. Es fácil suponer que estos comentarios llegasen a El Pardo, donde vieron el peligro real de que Serrano eclipsase a los Franco."
 
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Bueno bueno, esta mujer cumplira 67 años el 26 de febrero, por muchos retoques que se haya hecho es una mujer mayor, igual que su amiga la Preysler que nacio una semana antes el dia 18 de febrero, ambas en 1951.
Mi abuela siempre decia que una mujer tendría que envejecer con alguna dignidad...y eso no es algo facil para algunas eh...
 
Que me perdone Dios jajaja
giphy.gif
Es la decadencia del ser humano...
 
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Para los que adoran historia como yo, un texto largo sobre Franco, sus padres y hermano bastardo (reconocido), su parienta y sus hijos...a parte de alguno que otro chanchuchillo....Una de las partes interesantes fue leer eso...
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UN PROBLEMA LLAMADO SERRANO SUÑER
Carmen quería vivir en el Palacio de Oriente de Madrid, como los reyes de España, y que el sueldo de su marido se correspondiese a ello. Sin embargo su cuñado Serrano Suñer no «comprendía» sus merecimientos. Éste, de modo inteligente, había recomendado al Caudillo no instalarse en el Palacio de Oriente para no contrariar a sus aliados monárquicos, y por lo mismo le aconsejó no tener un sueldo tan elevado. Carmen no tuvo más remedio que conformarse con el Palacio de El Pardo, antiguo caserón de caza de Carlos I, aunque lo mandó decorar profusamente para dar la imagen de un palacio real. Franco decretó que cada vez que su esposa, La Señora, llegase a algún lugar en visita oficial, se debería tocar el himno de España. Eso molestó a los monárquicos, porque era conferirle el mismo rango que a la reina.

Convencida de ser la guardiana espiritual de la pureza de su marido, comenzó a seleccionar las amistades, relaciones, visitas y demás contactos al margen de los estrictamente políticos, las gentes que «convenía» que visitasen o no El Pardo. Entre otros, vetó a aquellos que, a sus ojos, habían caído en desgracia por algún comportamiento poco religioso, algún chisme o broma que ella consideraba de mal gusto. Sin sentido del humor ninguno, no soportaba ningún chiste sobre su marido, aunque fuese bienintencionado y procedente de amigos leales a toda prueba. Si eso llegaba a sus oídos, al chistoso le suponía ser excluido del círculo social. Por supuesto no toleraba ningún desliz amatorio de cualquier político o militar próximo, e incluso vigilaba y opinaba sobre la conveniencia de sus noviazgos y matrimonios, por más legítimos que fuesen. Si querían seguir siendo del círculo del poder o de amistad, o renunciaban al amorío, o lo regularizaban casándose, o se reconciliaba el matrimonio. Su marido, por supuesto, le hacía caso en todo.

En la caída política fulminante de Serrano Suñer, no solo del gobierno, sino de las actividades políticas y del círculo de amistades de Franco, fue decisiva Carmen Polo. No le habían hecho gracia las limitaciones a su grandeza que, tras la guerra, le había impuesto. Tampoco le gustaba que no fuese lo adulador que ella consideraba que debía ser, tanto hacia ella como hacia el Caudillo. No podía soportar que fuese inteligente e intelectual. De hecho los nazis veían en Serrano un líder mucho más fiel, serio y competente que Franco, que en palabras clarividentes de

era: «Un beato fanático. Permite que España esté prácticamente gobernada no por él, sino por su mujer y su padre confesor». Fuera de España Serrano también comenzaba a ser considerado como el verdadero hombre fuerte del régimen, un brillante abogado, el auténtico estadista; noticias y comentarios que Carmen hacía llegar rápidamente a oídos de su marido. En una conversación con el ministro de Exteriores de , el conde Ciano, Serrano Suñer parece que le comentó que Franco estaba rodeado de incompetentes aduladores y que su esposa, Carmen, era una fanática religiosa y que ejercía una mala influencia en su marido. Es fácil suponer que estos comentarios llegasen a El Pardo, donde vieron el peligro real de que Serrano eclipsase a los Franco."
Más sobre esta familia.....
EL VERDADERO ROSTRO DE CARMEN POLO
A mediados de septiembre Carmen Polo y su hija se reunieron con su marido en la España rebelde. Poco después ella veía con enorme placer cómo su Paco maniobraba y conseguía convertirse en nuevo jefe de Estado y, de paso, ella en la primera dama española. Su esposo era reconocido por la Iglesia como un santo cruzado y ella estaba a su lado. Carmen se convenció, y de paso convenció a su marido, de que él fue enviado por Dios para erradicar el marxismo y el ateísmo de España.

Ante tal condición divina, Carmen insistió en aquello que había pasado el día de su boda y que tanto le gustó: a partir de ahora la pareja entraría siempre bajo palio en las iglesias, como lo habían hecho los antiguos reyes. También por indicación suya, los medios comenzaron a referirse a ella como «La Señora» y como tal, dándose tremendos aires de poder, comenzó a comportarse. En uno de esos actos, en la Universidad de Salamanca, tuvo que defender a Unamuno, al que cobijó en su coche oficial, de la bestia que era el antiguo jefe de los legionarios Millán Astray, cuyos guardaespaldas amenazaban con pegar al viejo profesor por un comentario anti belicista. Sin embargo este acto noble con el venerable anciano fue una excepción en su trayectoria. Lo cierto es que, por otra parte, Carmen odiaba al viejo legionario por sus modos rudos y groseros y su actitud mujeriega… todo lo contrario del santo de su marido. Le gustó dejarle con un palmo en las narices y salvar de su rabia a Unamuno.
Ante los miles de sentencias de muerte que Franco firmó desde el principio de la guerra, a Carmen no se le conoce más que pasividad, cuando no absoluto respaldo a la cruel carnicería. Es evidente que ella compartía todos sus planes políticos y experiencias diarias del poder, por lo que estaba al tanto de toda la dimensión que alcanzaban los fusilamientos. Muchas eran las esposas o madres que acudían a ella para que intercediese ante su marido por sus hombres presos a punto de ser ejecutados. Sin embargo no se le conocen más mediaciones para que anulase alguna de ellas que el caso del hijo de una prima suya que estaba preso en la cárcel de León, si bien esta pobre mujer tuvo que esperar horas, suplicar y llorar hasta obtener una milagrosa carta liberadora del Caudillo. Este hecho refleja que Carmen sí que hubiese podido influir hacia la indulgencia en su marido mucho más de lo que lo hizo. No se le conocen disputas por estos temas, ni peticiones de clemencia. Apoyaba la represión, la mano dura. Sin duda tenía un corazón de piedra.

Instalada junto a «su» Paco pasó a ser no solo consejera, sino protectora y supervisora de su marido en casi todos los temas. Cierto es que en alguna ocasión en la que se entrometía demasiado podía recibir un «calla, que de eso no sabes». Pero por lo general ella sabía muy bien de qué, cómo y dónde opinar para ser escuchada. Su posición la aprovechó para desplazar en lo posible al hermano mayor de Franco, Nicolás, de las esferas del poder. Éste, que actuaba como número dos virtual del nuevo régimen, era odiado por Carmen. Era fanfarrón, vividor, nada clerical, bastante parecido en carácter y maneras al «adúltero» de su suegro. Por otra parte, la mujer de Nicolás, más simpática y guapa que Carmen, despertaba en ella unos celos que difícilmente podía disimular. Parece que en más de una ocasión hubo algún momento incómodo cuando se referían a «la señora de Franco». Había dos, una más poderosa, pero otra más simpática y atractiva.

Para desplazar a su cuñado Nicolás y su mujer, convenció a su marido de que su hermana pequeña, Zita y su marido, Ramón Serrano Suñer, se instalasen con ellos. El brillante abogado, joven, guapo, con excelente oratoria, fue un buen contrapeso para Nicolás, y la maniobra de «desplazamiento» dio resultado. La obsesión protectora hacia su marido se plasmaba, por otra parte, de un modo cruel. Franco tenía en su primo Pacón un fiel ayudante y secretario. Cuando fue ascendido a coronel pidió ser destinado al frente y dejar de lado las tareas administrativas, lo que le fue concedido. Sin embargo ello le pareció a Carmen una traición personal a su marido, y no dudó en acusar a Pacón de solo aspirar a ir al frente para poder ascender y así intentar hacer sombra al jefe del Estado. Horas después, y tras las convenientes y convincentes conversaciones con su marido, se anulaba el destino en primera línea y se dejaba al pobre primo a la servil disposición del Caudillo. Había devuelto la oveja descarriada al redil.
Pero aún más decisiva en su odio a su cuñado será su afición por las mujeres. Eso no se podía consentir, cuando, además, la engañada era su propia hermana Zita, que asumía resignada y discretamente la infidelidad. Pero además, la amante era cuñada de una íntima amiga de Carmen Polo, con la cual alternaba varias veces a la semana y que vivía en el mismo edificio que su hermana Zita y Serrano Suñer. Esta amiga, Pura Huétor, era una chismosa que se dedicaba a actuar de altavoz de todos los asuntos de faldas de Serrano y a informar a Carmen de todo. El escándalo alcanzó niveles aún más altos cuando nació una niña de la mujer del oficial, que muchos atribuyeron a la relación adúltera. Efectivamente, así lo era, y el asunto se descubrió años después cuando la muchacha en cuestión, Carmen Díez de Rivera, se enamoró de un hijo de Serrano y les tuvieron que advertir, poco antes de casarse, de que la relación no podía culminar porque eran hermanos. El resultado fue que en septiembre de 1942 Serrano Suñer salió para siempre del mundo político y de las relaciones personales de los Franco y, lo que es más grave, con su esposa Zita incluida. El odio a su cuñado Carmen lo trasladó, incomprensiblemente, a su hermana. En el fondo también la culpaba por no haber sabido retener a su marido.

LAS AFICIONES DE «LA SEÑORA»
Con el tiempo el aspecto físico de Doña Carmen fue reflejando su personalidad. Así aquella adolescente esbelta, atractiva, de ojos oscuros y soñadores, empezó a parecerse a lo que los críticos del régimen decían que era: una urraca. Acaparaba absolutamente todo: joyas, antigüedades, cuadros, dulces, flores, bombones… Los numerosos regalos que recibía eran clasificados. Atesoraba lo que le interesaba, incluso productos perecederos, que luego regalaba sin advertir que estaban deteriorados, como sus famosos bombones rancios. Otra muestra de su avidez fue que fundió las medallas, bandejas y placas que había ido recibiendo Franco como obsequio y homenaje y los convirtió en lingotes de plata u oro. Según uno de los estudiosos de la Guerra Civil española más importantes y biógrafo de Franco, Paul Preston decía esto de Carmen:

“Carmen Polo era codiciosa. No era nada generosa, y tenía gustos muy extravagantes. Entonces, lo de los regalos llegó a un punto en que se presentó el problema de cómo almacenarlos. Y ciertas cosas, por ejemplo las bandejas de barcos con nombres grabados, con inscripciones muy políticas agradeciendo los servicios a la patria, todo eso ella lo mandaba a fundir en lingotes. […] pase muchos años estudiando a Carmen Polo y no sé de dónde sale la idea de que fuera sumisa, porque la imagen que yo tengo y que tienen muchos es de una mujer increíblemente mandona, incluso con su marido, o sea que en este caso dentro de la casa la persona sumisa era el propio Franco. Era religiosa en el sentido de ir a muchas ceremonias de la Iglesia, pero de sus creencias y de su espiritualidad no puedo comentar nada, porque sus acciones contrastan bastante con las ideas que tenemos de lo que es ser un cristiano de verdad.

Que a doña Carmen le gustaban las joyas es algo que no tiene discusión, pero que esa afición por las alhajas sobrepasaba lo normal para convertirse en una auténtica obsesión por coleccionarlas y adornarse de forma excesiva con ellas es algo que sus detractores siempre han subrayado y sus partidarios han tratado de minimizar.

Sobre esta afición a las joyas de la Señora hay una oscura leyenda que incluye el rumor de que, en su época, los joyeros de Madrid hicieron un acuerdo sindicado para costear entre todos las pérdidas que suponían los regalos o donaciones que se hacían obligatoriamente a la primera dama en las frecuentes visitas a sus establecimientos. Al parecer, una de las íntimas amigas de doña Carmen, Pura Huétor, se pasaba por adelantado a ver a los joyeros y les dejaba caer la conveniencia de que obsequiaran o rebajaran sensiblemente el precio de las piezas que gustaran a la mujer de Franco, como detalle a una persona de tan alta posición.

Los propietarios de las elegantes tiendas frecuentadas por doña Carmen, los Aldao o los Pérez Fernández, nunca han confirmado esos rumores, pero sí han hablado de esos trapicheos abiertamente algunos de los allegados del propio jefe del Estado. Es el caso del general Franco Salgado-Araujo, quien en su libro Mis conversaciones privadas con Franco alude a la marquesa de Huétor en términos muy críticos por «las trapisondas que dicha señora hace con joyeros y comerciantes para conseguir que hagan regalos a la señora de S. E.».

Lo que está claro y nítido, porque para eso están las fotografías y reportajes de la época, es la costumbre de la mujer de Franco de ir habitualmente muy enjoyada, con su eterno collar de perlas de varias vueltas de muy buen tamaño y de excelente calidad que le hizo acreedora del apodo de «la Collares». En su atuendo tampoco faltaban los pendientes, con frecuencia también de perlas, a juego con el collar que usaba siempre, los anillos de piedras preciosas encajados en los dedos de sus largas y finas manos, las pulseras que cubrían sus delicadas muñecas y relojes de alta gama de materiales preciosos. Eso, en el día a día, porque en las ocasiones especiales, la ostentación era muy superior, al lucir ella y su hija tiaras espectaculares que no tenían nada que envidiar a las que lucían reinas y princesas e incluso los marajás indios y sus esposas, las maharanís, en fiestas dignas de Las mil y una noches. Y todo ello en una época de la historia de España en la que la población tenía que contentarse con los escasos alimentos que se repartían por medio de las cartillas de racionamiento, que ni siquiera estaban al alcance de todos los ciudadanos.

Todo el que quiera ver y comprobar cómo eran las joyas de la Señora y las que más tarde lució su hija Carmencita no tiene más que buscar en la red las imágenes de doña Carmen Polo en las cenas oficiales que se celebraron en el Palacio Real, con motivo de alguna de las escasas visitas de los jefes de Estado que se arriesgaban a venir a Madrid y a aparecer junto al dictador. O en la boda de Carmencita con el marqués de Villaverde, en la que la hija de Franco lució una diadema de brillantes y perlas espectacular, más propia de una princesa de sangre real que de la hija de un general que ascendió a la Jefatura del Estado de un régimen autoritario mediante un ilegal y violento golpe de Estado. Tampoco hay que pasar por alto la diadema de esmeraldas y brillantes que regaló la Señora a su nieta mayor, Mary Carmen, con motivo de su boda con Alfonso de Borbón, en la que su abuela combinó de forma peculiar el atuendo clásico de peineta y mantilla con una tiara de piedras preciosas digna de la mismísima emperatriz de China.
 
El Mundo Orbyt.

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TESTIGO IMPERTINENTE

CARMEN
RIGALT

31/12/2017

La marquesa y el marqués, al fin juntos en la Almudena
LOS AFINES A CARMEN,
¡¡PRESENTES!!

Para despedirla de este mundo no basta con un obituario. Habría que obsequiarla con unas salvas y un NO-DO
La hija de Franco siempre fue una mujer insobornable, o como ella misma decía quitándose importancia, «normalita»
Tenía un carácter frío y contenido, con sentimientos blindados. Era una señorita por fuera y un soldado por dentro


Para despedir a Carmen Franco de este mundo no basta con un obituario. Habría que obsequiarle también con una tanda de salvas y un capítulo del NO-DO. Y es que ella cierra un tramo de la Historia de España. Hija única del dictador, cuenta la leyenda que Franco no dio para más (tenía un solo testículo: el otro se lo dejó en la guerra de África). Èste es uno de los aspectos de la vida del general que más dieron que hablar. Su esterilidad temporal, su voz atiplada que tanto recordaba a la de los castratti, su rostro barbilampiño y sus hechuras suaves fueron determinantes a la hora de reconstruir la controvertida personalidad del hombre que dirigió los destinos de España durante 37 años.

Muchos españoles daban ya por muerta a la duquesa de Franco cuando apareció el libro Carmen, testimonio novelado de la vida de Carmen Franco, escrito a partir de muchas horas de conversación entre la periodista y la hijísima.

Anteriormente Nieves Herrero ya había hecho una incursión en la familia Franco Polo con una novela sobre los amores entre Sonsoles de Icaza y Ramón Serrano Suñer, padres biológicos de Carmen Díez de Rivera. Fue la bomba. No hablaron los protagonistas porque ya habían muerto, y si quedaba alguno estaba escondido debajo de las alfombras y no soltaba prenda. Tal era el caso de Ramón Serrano Polo, hijo de Serrano Suñer y parte fundamental del culebrón: él y Carmen Díez de Rivera fueron novios sin saber que eran hermanos.

Aquella historia de enredos surgida en los aledaños del poder le sirvió a Nieves Herrero para encariñarse con las principales familias del régimen, entre las que se encontraba Carmen Franco y su marido el guaperas del marqués de Villaverde, de nombre Cristóbal Martínez-Bordiú, un cardiólogo que jugaba a transplantar corazones como Christiaan Barnard. Cristóbal y Carmen eran, para la prensa del corazón, los marqueses de Villaverde. El título de duquesa de Franco se le había concedido a la viuda del dictador y Carmen lo heredaría más tarde. Ahora pasará a Francis Franco, quien desde su nacimiento fue preparado para perpetuar el apellido, como así ha sido.

Carmen Franco era un personaje silencioso que recibió ofertas tentadoras para romper el silencio. No hubo manera. La hija de Franco siempre fue una mujer insobornable, o como ella misma decía quitándose importancia, «normalita». Según Nieves Herrero, tenía un carácter frío y contenido, con los sentimientos blindados. La educaron como una señorita por fuera y como un soldado por dentro. Abarcaba muchos mundos. El de su familia y de sus íntimas amigas, con las que jugaba a las cartas y viajaba sin cesar pasando siempre por Miami, su apeadero favorito. En Madrid sólo tenía tiempo para el Rastrillo, y allá que iba todos los años, directa al Santo Sepulcro, su puesto de antiguallas.

No era autoritaria, y si lo era no lo parecía. Jamás puso objeciones a la vida de sus hijos, ni siquiera a María del Carmen, que iba de escandalera en escandalera. Cuando la nietísima rompió con José Campos y se colgó de Luis Miguel Rodríguez, el rey de los desguaces, éste le correspondió de forma un tanto extraña. Más que de la nietísima, el chatarrero se enamoró del apellido Franco, de ahí que hiciera tan buenas migas con la duquesa, que a punto estuvo de quedárselo para ella y ponerlo en una vitrina de la Fundación

A Carmen Franco la conocí en Marbella siendo marquesa de Villaverde. Fue en casa de los Coca, en el año 1971. Me preguntó que hacía yo en casa de los Coca. Seguramente nada. En aquella época los periodistas no teníamos prohibida la entrada a las fiestas y pululábamos por donde queríamos.

Aquella noche Cristóbal vestía un caftán rojo sangre, y estuvo todo el rato rodeado de señoritas que le bailaban el agua. La marquesa de Villaverde, ajena a los coqueteos de su marido, se retiró a una hora temprana. Desde aquel día supuse que ambos vivían dándose la espalda. Hasta hoy. Ahora duermen juntos el sueño eterno en la catedral de la Almudena. Más vale tarde.

Una de las presencias más significativas, si no la que más, fue la de Antonio Tejero, ex teniente coronel de la Guardia Civil y artífice del intento de golpe de Estado en 1981. También Villar Mir (fue ministro con Arias Navarro), Luis Miguel Rodríguez, ex novio de la nietísima y franquista redomado. Tampoco faltaron personajes de la prensa del corazón, como Isabel Preysler y Nuria González, ‘Pocholo’ Martínez Bordiú, sobrino de la fallecida, Paloma Cuevas, Cuqui Fierro, una nutrida representación de ex (los herederos de Franco se han casado y descasado mucho), Morante de la Puebla, Miriam Ungría y la señora de las infinitas pelucas, que a punto estuvo de dejar la que llevaba puesta a merced de una ráfaga de aire.









El culto a los difuntos no está exento de su buena dosis de morbo. En el caso del fallecimiento de Carmen Franco, existía un interés malsano por conocer quiénes irían al tanatorio y al entierro. Con bastante probabilidad serían los mismos que en su día presumieron de franquistas y han justificado ciertas actuaciones de los herederos del dictador, como la apropiación indebida del Pazo de Meirás, sobre el que todavía no se ha dicho la última palabra.

m
¿Quién es la señora de las infinitas pelucas ?
 
TENGO UNA DUDA:
LEÍ QUE CARMEN MARTINEZ BORDIU HEREDARA EL TITULO DE DUQUESA DE FRANCO. PORQUE ELLA SI PUEDE HEREDAR ESE DUCADO Y POR EJEMPLO EN UN FUTURO FROILAN NO PODRÁ HEREDAR EL DE DUQUE DE LUGO QUE ES EL QUE TIENE SU MADRE, LA INFANTA ELENA. ALGUNA VEZ HE LEIDO ALGO PERO NUNCA LO HE LLEGADO A ENTENDER.
 
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