El Mundo Orbyt.
LA VIDA DE LOS OTROS
EMILIA LANDALUCE
30/12/2017
LAS CONDESAS VIUDAS CARCAS VUELVEN AL REDIL MONÁRQUICO
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Hasta las viejas, me ahorraré eso de las condesas viudas, más carcas parecen haber vuelto al redil monárquico. Ése es el gran cambio que se ha producido durante este año tan complicado para España. El desengaño que produjo que el entonces Príncipe no se casara con ninguna de sus hijas (ese pude haber sido yo ¡ouch!) ha durado hasta el pasado 3 de octubre, momento en el que muchos se percataron de que ser Rey de España no era precisamente una bicoca. Por otro lado, algunas personas muy importantes cuentan que la Reina Letizia desempeñó un papel muy importante en la elaboración del discurso de su marido, el más trascendental de nuestra democracia. Puede ser.
En Noruega, Mette-Marit ha confesado padecer el síndrome de los cristales, una extraña enfermedad también conocida como vértigo posicional paroxístico que la ha apartado de la agenda oficial. El mal regio provoca “vértigos y fuertes mareos que generan una intensa sensación de desequilibrio”. La situación no es mejor en Reino Unido. El portavoz de Alejandra de Kent ha dicho que la princesa “está consternada” por el broche que llevó al almuerzo que se celebró el pasado 20 de enero en Buckingham Palace. Al parecer se trataba de un lazo con el busto de un joven negro. Los medios ingleses lo han considerado una ofensa porque era el día en el que Enrique de Inglaterra presentaba a Meghan Markle, de “orígenes mestizos”. [Una condesa viuda diría seminegra]. En fin.
En Una cruz y cinco lanzas [Editorial Renacimiento], Aquilino Duque rescata la broma que le gastaron algunos monárquicos a Don Juan cuando en 1938 nació su hijo Juan Carlos. Había un niño negro en el Hospital y se lo llevaron como si fuera el suyo. Imaginen si ahora se hiciera algo así. Por cierto, el próximo cinco de enero, el Rey Juan Carlos cumple 80 años.
Don Juan Carlos nunca ha hablado mal de Franco. O mejor dicho, siempre ha guardado un prudente silencio al respecto. Sobre todo en público. El entonces príncipe compartió con los Franco veranos en el pazo y días de pesca en el Azor. Los álbumes de la familia están salpicados de instantáneas de don Juanito haciendo de caddie del Caudillo en el campo de golf de El Pardo, un deporte al que por cierto Franco se aficionó cuando le destinaron en Canarias.
Seguramente, Don Juan Carlos habrá sentido la muerte de Carmen Franco. Pocos pueden imaginar el importante papel que la hija del dictador desempeñó durante la Transición. Sobre todo, en lo que debe de resultar más difícil para cualquier persona: apartarse. Cuando Franco se fue a morir al hospital, doña Carmen Polo y su hija supieron que aquella sería la última tarde que pasarían en El Pardo. Una semana después, la familia ya estaba viviendo en el piso de Hermanos Bécquer. Parace una obviedad, pero piensen en la familia de otros dictadores.
Y los que no son dictadores.
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EMILIA LANDALUCE
30/12/2017
LAS CONDESAS VIUDAS CARCAS VUELVEN AL REDIL MONÁRQUICO
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Hasta las viejas, me ahorraré eso de las condesas viudas, más carcas parecen haber vuelto al redil monárquico. Ése es el gran cambio que se ha producido durante este año tan complicado para España. El desengaño que produjo que el entonces Príncipe no se casara con ninguna de sus hijas (ese pude haber sido yo ¡ouch!) ha durado hasta el pasado 3 de octubre, momento en el que muchos se percataron de que ser Rey de España no era precisamente una bicoca. Por otro lado, algunas personas muy importantes cuentan que la Reina Letizia desempeñó un papel muy importante en la elaboración del discurso de su marido, el más trascendental de nuestra democracia. Puede ser.
En Noruega, Mette-Marit ha confesado padecer el síndrome de los cristales, una extraña enfermedad también conocida como vértigo posicional paroxístico que la ha apartado de la agenda oficial. El mal regio provoca “vértigos y fuertes mareos que generan una intensa sensación de desequilibrio”. La situación no es mejor en Reino Unido. El portavoz de Alejandra de Kent ha dicho que la princesa “está consternada” por el broche que llevó al almuerzo que se celebró el pasado 20 de enero en Buckingham Palace. Al parecer se trataba de un lazo con el busto de un joven negro. Los medios ingleses lo han considerado una ofensa porque era el día en el que Enrique de Inglaterra presentaba a Meghan Markle, de “orígenes mestizos”. [Una condesa viuda diría seminegra]. En fin.
En Una cruz y cinco lanzas [Editorial Renacimiento], Aquilino Duque rescata la broma que le gastaron algunos monárquicos a Don Juan cuando en 1938 nació su hijo Juan Carlos. Había un niño negro en el Hospital y se lo llevaron como si fuera el suyo. Imaginen si ahora se hiciera algo así. Por cierto, el próximo cinco de enero, el Rey Juan Carlos cumple 80 años.
Don Juan Carlos nunca ha hablado mal de Franco. O mejor dicho, siempre ha guardado un prudente silencio al respecto. Sobre todo en público. El entonces príncipe compartió con los Franco veranos en el pazo y días de pesca en el Azor. Los álbumes de la familia están salpicados de instantáneas de don Juanito haciendo de caddie del Caudillo en el campo de golf de El Pardo, un deporte al que por cierto Franco se aficionó cuando le destinaron en Canarias.
Seguramente, Don Juan Carlos habrá sentido la muerte de Carmen Franco. Pocos pueden imaginar el importante papel que la hija del dictador desempeñó durante la Transición. Sobre todo, en lo que debe de resultar más difícil para cualquier persona: apartarse. Cuando Franco se fue a morir al hospital, doña Carmen Polo y su hija supieron que aquella sería la última tarde que pasarían en El Pardo. Una semana después, la familia ya estaba viviendo en el piso de Hermanos Bécquer. Parace una obviedad, pero piensen en la familia de otros dictadores.
Y los que no son dictadores.