EN El CINE

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Para mí es imprescindible ir al cine todas las semanas si puedo, si el tiempo no me lo permite, todos los meses voy alguns vez, se me ocurrió este hilo para comentar las películas que acabamos de ver que están en cartelera.
Gracias de antemano
 
It: Es una buena película pero abusan del susto fácil no como la miniserie de televisión de los 90 que era terror ( también es lógico porque al ser un producto televisivo se dejaron en el tintero mucho gore del libro) tendremos que esperar a la segunda parte porque claramente está dividida, con el payaso tengo sentimientos encontrados lo vi demasiado ágil y con demasiados efectos, la actuación de los niños buena particularmente me quedo con el que sale en Stranger things.
La Torre Oscura:Si no has leído el libro seguro que te encanta si lo has leído como es mi caso sientes que se queda corta, que le faltan muchas cosas, que algunos efectos especiales son mejorables pese a eso y puede que porque fui sin espectativas, no me desagrada, se me pasó el rato rápido y creo que los dos protagonistas adultos están bien elegidos.
La Seducción: Muy mala, no la recomiendo nada es tirar el dinero, tiene más chicha el trailer que la película, al salir del cine varías personas comentaban que entraron a verla porque al ver el trailer les pareció de terror, buenos actores pero pésima actuación.
Dunkerque: Me gusto mucho, cualquier persona con nociones de historia se imagina que se puede encontrar, no es una película de guerra como tal, tiene un clima asfixiante y agónico durante toda la película, algunos trozos muy lentos y sin ritmo, si adoras a Tom Hardy como es mi caso no esperéis verlo mucho pero aún así la expresividad de sus ojos hace que sea el protagonista de la película.

Estas son mis últimas visitas al cine
 
Pues yo acabo de volver del cine, de ver El reencuentro
Con Ctherine Deneuve y Catherine Frot, una actriz que me gusta mucho, pero la película no me gusto, un poco larga y pesada y Catherine Deneuve ultimamente hace lo mismo, mujer veterana demasiado maquillada que de joven fue amante de x y recuerda sus viejas historias de amor, etc en las que no fue feliz ni hizo feliz al otro, creo que es hora de que se retire en serio
 
It: Es una buena película pero abusan del susto fácil no como la miniserie de televisión de los 90 que era terror ( también es lógico porque al ser un producto televisivo se dejaron en el tintero mucho gore del libro) tendremos que esperar a la segunda parte porque claramente está dividida, con el payaso tengo sentimientos encontrados lo vi demasiado ágil y con demasiados efectos, la actuación de los niños buena particularmente me quedo con el que sale en Stranger things.
La Torre Oscura:Si no has leído el libro seguro que te encanta si lo has leído como es mi caso sientes que se queda corta, que le faltan muchas cosas, que algunos efectos especiales son mejorables pese a eso y puede que porque fui sin espectativas, no me desagrada, se me pasó el rato rápido y creo que los dos protagonistas adultos están bien elegidos.
La Seducción: Muy mala, no la recomiendo nada es tirar el dinero, tiene más chicha el trailer que la película, al salir del cine varías personas comentaban que entraron a verla porque al ver el trailer les pareció de terror, buenos actores pero pésima actuación.
Dunkerque: Me gusto mucho, cualquier persona con nociones de historia se imagina que se puede encontrar, no es una película de guerra como tal, tiene un clima asfixiante y agónico durante toda la película, algunos trozos muy lentos y sin ritmo, si adoras a Tom Hardy como es mi caso no esperéis verlo mucho pero aún así la expresividad de sus ojos hace que sea el protagonista de la película.

Estas son mis últimas visitas al cine


De la última "Dunkerque he oído muy buenos comentarios"
 
ESTRENOS DE CINE
'Suburbicon': el último desbarre violento y tragicómico de Clooney y los Coen
Los Coen vuelven a construir una historia 'bola de nieve', en la que los personajes, tras tomar una decisión abyecta, acaban arrastrados por una avalancha de consecuencias nefastas
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'Suburbicon'.
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MARTA MEDINA
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08.12.2017 – 05:00 H. - ACTUALIZADO: 2 H.
Después de 'Monuments Men', la perspectiva de volver a sufrir a un George Clooney detrás de la cámara no auguraba nada bueno. Pero parece que la pericia de Clooney como director responde con precisión germana a una fórmula inquebrantable que le obliga a alternar una película buena y un despropósito en una secuencia infinita. Un intento por encontrar algún patrón, alguna explicación empírica que desentrañe el misterio de la irregularidad del Clooney director, más allá de la falta de genio y la sobra de experiencia y amigos. Y por gracia secuencial, 'Suburbicon' ha caído en orden impar. Además de confiar en un guión firmado por Ethan y Joel Coen, que salvo excepciones irrelevantes suele ser un seguro de vida mejor que el contratado por el protagonista de esta película.



Los Coen, siempre tan amigos de la concatenación de catástrofes cósmicas, del azar perverso —del 'irse de las manos' de toda la vida—, vuelven a construir una historia 'bola de nieve', en la que los personajes, tras tomar una decisión abyecta, acaban arrastrados por una avalancha de consecuencias nefastas y de perrerías del destino tan trágica como cómica, para el disfrute del que observa y no lo padece. Los Coen, esos maestros de llevar el absurdo a cotas insólitas —y ciertamente sádicas—, de cebarse con unos protagonistas que, en su necedad, creen tener el control de su propio destino, sin la conciencia de ser minúsculos ante el universo, mierdecillas vanidosas esperando a recibir un castigo por nuestras malas acciones.

Los Coen, esos maestros de llevar el absurdo a cotas insólitas y sádicas

'Suburbicon' vuelve a tirar de la contraposición de un héroe moral, frente al antihéroe inmoral -o antihéroes, en este caso, que lo son mucho y en cantidad— en el entorno de una América sostenida sobre el pilar de las falsas apariencias que, a la mínima convulsión, empiezan a requebrajarse. Y lo que nos gusta ver la roña debajo del estucado y las molduras. La película transcurre en una urbanización pulcra y homogénea de las afueras de una gran ciudad, pongamos Los Ángeles, a finales de los años 50. Casitas bajas y coloridas, simétricas, impolutas. Dentro, una familia también pulcra y normativa, con un padre con un puesto intermedio en una compañía (Matt Damon), una madre muy rubia, muy sonriente y muy cocinillas (Julianne Moore) y un niño tranquilo y respetuoso (Noah Jupe). Todo muy de anuncio de Nutella.



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Matt Damon y Noah Jupe en 'Suburbicon'. (DeAPlaneta)


Hasta la muerte de la madre, víctima de unos ladrones en robo en casa. El personaje de Damon decide que, por el bien de su hijo, que no puede crecer huérfano a medias, lo conveniente es que se instale en la casa la hermana de la difunta —también interpretada por Moore—, en un guiño al maestro del suspense, camino entre 'Rebeca' (1940) y 'Vértigo' (1958). A partir de entonces, el chico empezará a experimentar una sensación de peligro inminente y descubrirá —en su papel de héroe moral— como el mundo de los adultos es mucho más enrevesado y siniestro de lo que aparenta una fachada impecable y repintada.

Si bien el guion de 'Suburbicon' no es el mejor de la carrera de los Coen, la película sí que puede presumir de destellos de genio

Si bien el guion de 'Suburbicon' no es el mejor de la carrera de los hermanos, la película sí que puede presumir de destellos de genio, a pesar de caer en ciertos lugares comunes y de una trama no excesivamente original. Sin embargo el gran lastre del film se encuentra en la dirección de Clooney, que no sabe explotar o no entiende o no sabe llevar a la puesta en escena los grandes momentos de disparate cómico a los que lleva la historia. A Clooney le falta mala baba, saber llevar el ritmo y la tempística y capacidad de maridaje. Clooney dirige un trabajo sólido gracias a su estilo académico, a una estética trabajada y pulida y a unas grandes interpretaciones —como ya ha demostrado en 'Wonder', Noah Jupe tiene una brillante carrera por delante—, pero le falta agudeza y malicia para pasar de sólido a memorable.



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Jualianne Moore y Matt Damon dirigidos por George Clooney en 'Suburbicon'. (DeAPlaneta)


Esta incapacidad se hace más evidente cuando Clooney intenta integrar un contexto histórico y social a 'Suburbicon' y reflejar el movimiento por los derechos civiles que se hizo fuerte en la época en la que transcurre el film a través de una familia afroamericana que llega nueva al barrio residencial y se encuentra con el rechazo del resto de vecinos del barrio, que reaccionan de forma virulenta y violenta a su traslado. Aunque Clooney propone la relación de los hijos de ambas familias como el nexo de unión de las dos historias, no consigue entrelazarlas de forma fluida, ni siquiera cuando podría haber utilizado un montaje paralelo para jugar con los nervios del espectador y del protagonista en una de las secuencias de mayor tensión.



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Cartel de 'Suburbicon'.




'Suburbicon' avanza a medio gas hasta el empujón que lleva a un final delirante y truculento, cuando el azar implacable hace acto de presencia. La bola de nieve coge ritmo en el último tercio, estallando en un desbarre violento y tragicómico que Clooney maneja con cierta habilidad. Y aunque el regusto final es bueno —a pesar de desperdiciar el suspense de un sándwich de mermelada y crema de cacahuete—, siempre quedará la espinita de imaginar cómo hubiese sido la película con los Coen en la dirección. Eso sí, nunca Matt Damon pedaleando en una bicicleta de niño dio tan mal fario.

https://www.elconfidencial.com/cultura/cine/2017-12-08/suburbicon-george-clooney-matt-damon_1484792/
 
ESTRENOS DE CINE
'El viaje': dos enemigos fanáticos entran juntos en un coche
¿Cómo demonios hicieron las paces el incendiario reverendo protestante Ian Paisley, líder del Partido Unionista Democrático, y el exmiembro del IRA convertido en viceprimer ministro Martin McGuinness?
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ALEJANDRO ALEGRÉ
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08.12.2017 – 05:00 H. - ACTUALIZADO: 2 H.

Cualquier película cuya razón de ser es imaginar los detalles de un acontecimiento que sucedió en el pasado es inevitablemente sospechosa de intentar manipular al espectador, usando la coartada histórica para hacerle asumir como hechos lo que en realidad son construcciones ficticias. En ese sentido, 'El viaje' es todo un ejercicio de transparencia: esta película es puro amaño, y ni una sola de escenas se toma excesivas molestias para ocultar ese hecho.

La cuestión que plantea es: ¿qué sucedió para que el conflicto en Irlanda del Norte llegara a su fin? ¿Cómo demonios hicieron las paces el incendiario reverendo protestante Ian Paisley, líder del Partido Unionista Democrático, y el exmiembro del IRA convertido en viceprimer ministro Martin McGuinness? Para hacerlo, el director Nick Hamm parte de una certeza: en octubre de 2006 los entonces enemigos acérrimos se reunieron en St. Andrews (Escocia) para discutir un acuerdo de paz. Todo el resto de 'El viaje' es fantasía: apenas llegado al encuentro, Paisley anuncia que debe volver a Irlanda del Norte para celebrar sus bodas de oro, y por motivos protocolarios y de seguridad McGuinness insiste en compartir con él el trayecto por carretera hasta el aeropuerto. Dicho de otro modo, la película propone que uno de los conflictos más sangrientos de la historia se resolvió a través de uno de los recursos narrativos más trillados: encerrar a dos personalidades opuestas en un espacio reducido.



La premisa es aún más improbable de lo que parece. El coche está monitorizado por el jefe del servicio secreto británico (John Hurt), que contempla todo cuanto sucede en su interior gracias a una cámara oculta y a través de un auricular se dedica a comunicarse con el chófer tanto para darle instrucciones sobre cómo incitar a los dos hombres a que se pongan de acuerdo como para dar sermones –tanto al chófer como a nosotros— sobre la naturaleza del conflicto y lo importante que es su resolución.

Derroche de idealismo
Si dos hombres atrincherados en ideologías enfrentadas entre sí pueden hablar de fútbol y de sus respectivas mujeres y sus hijos y verse el uno al otro como los seres humanos que son, sugiere la película, entonces católicos y protestantes –o israelíes y palestinos, o independentistas catalanes y españolistas—podrán convivir en paz y armonía. Tal derroche de idealismo resultaría menos ingenuo si cada una de las escenas de 'El viaje' no estuviera tan increíblemente mal escrita.

Todo lo que Paisley y McGuinness debaten son obviedades sobre si el fin justifica los medios, y si la violencia contra inocentes es legítima

De entrada, la charla resulta inconfundiblemente plomiza a pesar de ir a menudo acompañada de una banda sonora propia de intriga de espionaje. Todo lo que Paisley y McGuinness debaten son obviedades sobre si el fin justifica los medios, y si la violencia contra inocentes puede ser legitimada, y dónde está la línea que separa al luchador por la libertad del terrorista, y demás cosas que ellos y nosotros ya sabemos. Y las verbalizan como si en lugar de conversar estuvieran leyendo extractos de la Wikipedia de un teleprónter. Similarmente artificiosos resultan los obstáculos que el coche se encuentra en el camino, como una rueda pinchada, un depósito de combustible vacío o una visita inexplicable a una iglesia.


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'El viaje'.

Por último, ni siquiera entendida como duelo interpretativo entre los actores Timothy Spall y Colm Meaney resulta la película efectiva. Porque si Meaney se sitúa en un registro naturalista que nos permite empatizar con los dilemas morales que McGuinness sufre por el daño infligido en la lucha por su causa, Spall aprovecha la oportunidad que Paisley le proporciona para ofrecernos un festival de muecas, mohínes, aspavientos y demás excesos histriónicos que, al rato, dejan de ser involuntariamente risibles para empezar a resultar irritantes. Lo mismo, de hecho, puede decirse de la película en su conjunto.

https://www.elconfidencial.com/cultura/cine/2017-12-08/el-viaje-irlanda-del-norte_1488623/
 
No es un travelo ¡Es una mujer!
11 DE DICIEMBRE DE 2017

El pasado 30 de noviembre el Congreso de los Diputados aprobó la toma en consideración de una proposición de ley del PSOE para que los menores transexuales puedan cambiar su nombre y s*x* en el registro civil sin tener que presentar informes médicos. El resultado de la votación fue una goleada de 203 votos a favor y 130 en contra. Adivinen quién votó en contra. Pues sí, han acertado, el Partido Popular y algún otro diputado suelto. Es un paso limitado pero importante para sentar las bases que acaben con situaciones como las que han vivido en este santo país las personas que llevan siglos cosechando desprecios, humillaciones, torturas, personas a las que condenó al nacer su condición de “travelo”, de “tío con senos y pexx”, como les llaman quienes con infinita ignorancia les maltratan.

Cuando esa proposición se convierta en Ley efectiva, tal vez deje de haber denuncias como la de Claudia García Díaz, de 20 años de edad, contra el Servicio de Salud del Principado de Asturias (SESPA) por haber sido objeto de “trato vejatorio, sexista y humillante” por parte de la Unidad de Tratamiento de Identidad de Género, donde se queja de que se le preguntara por cosas como la profundidad de su vagina o sus posiciones sexuales favoritas. Denuncia probablemente similar a otras que se presentan en toda España contra las Unidades de Tratamiento de Identidad de Género, que son las encargadas de la evaluación psiquiátrica de las personas transexuales.

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Daniela Vega en Una mujer fantástica. BTEAM PICTURES


El drama de estas personas no es, claro está, un problema que se limite a España. Según una encuesta de la American Foundation for Suicide Prevention y el Instituto Williams con la Universidad de UCLA, Estados Unidos, más del 80 % de las mujeres transexuales fueron víctimas de delitos de odio y en 2016 más del 40 % intentaron quitarse la vida. Los hombres transexuales incluso superan esas cifras.

He contemplado estos datos para tener una contextualización de urgencia de la película Una mujer fantástica, de Sebastián Lelio, flamante ganadora de los galardones a la Mejor Dirección, Mejor Película y Mejor Actriz para Daniela Vega en los Premios Fénix de Cine Iberoamericano celebrados el pasado miércoles 6 en México.



El director chileno argentino Sebastián Lelio despliega una sensibilidad exquisita en el retrato de su protagonista, Marina, esa mujer transgénero que Daniela Vega encarna con su cuerpo, con su voz y con toda su alma. No menos delicado y cuidadoso con el detalle en los pliegues más íntimos de la personalidad de su criatura había demostrado en Gloria, su cuarta película y todo un descubrimiento en el Festival de Berlín, donde triunfó su actriz, Paulina García y recibió de propina dos premios más. Dos mujeres fuertes y luchadoras, contra los prejuicios, contra las injusticias, contra el propio yo cuando se siente desfallecer ante la inmensa crueldad del enemigo. Y dos actrices cuyo trabajo es imposible de olvidar al encenderse las luces de la sala, de ahí que sean reconocidos en los certámenes y festivales.



Gloria era una mujer de 60 años cumplidos que no se resignaba a dejar de disfrutar de la vida, del s*x*, del amor y de lo que diablos le apeteciera. Marina es una mujer de apariencia no homologada para los obtusos de mente, para los y las machistas que la tratan como una perversión del orden de las cosas, para los meapilas católicos que rezan en la iglesia y se ciscan en el sentido humanista de su religión; y Marina no está dispuesta a dejarse doblegar ni con buenas palabras, ni bajo amenazas, ni bajo extorsión policial, ni siquiera cuando es maltratada físicamente. Debajo del rostro desfigurado no saben los bárbaros agresores la fuerza que Marina esconde, el coraje de un ser orgulloso y noble, imbuido de una misión: sobreponerse a la desgracia y mirar hacia adelante… la vida sigue. No teman los espectadores ningún atisbo de sordidez en la historia de esta mujer.

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Daniela Vega en Una mujer fantástica. BTEAM PICTURES

Sebastián Lelio tenía ante los pies el abismo en el que suelen precipitarse las mejores intenciones cuando se trata de abordar dramas como el de esta mujer fantástica. Abordarlo con realismo, con la dureza que el tema exige porque es imposible evitarla, y a la vez con una mirada no paternalista ni complaciente no era una tarea fácil. Lelio se aproxima al precipicio con prudencia en algunas secuencias, pertrechado con un estilo seco y policial al principio y después entregando los trastos al carisma de su personaje, que oscila entre el drama vindicativo, su exigencia del derecho a rendir un último homenaje a un ser amado contra el desafío de su ex mujer y del resto de la familia, y momentos de surrealismo y poética ensoñación. En su manual tiene un papel preponderante el uso impresionista y ecléctico de la música que alterna sin complejos una banda sonora incidental con canciones y con temas del repertorio clásico; la música de alas para elevarse por encima de la miseria moral de la sociedad. Gloria también cantaba para sobrevolar la grisura y mediocridad, sin importar el cariz de las canciones

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Con pausa, sin prisas, la cámara siempre pendiente de esa extraña belleza que irradia la dignidad de Marina, acompañándola en su dolor, en su valentía y en su empeño por hacer lo que debe hacer, se pongan como se pongan quienes se opongan a ella. Marina es un gran personaje, como lo era Gloria. Daniela Vega es una gran actriz, como lo es Paulina García. Ambas se han encontrado con el papel de sus vidas gracias a Sebastián Lelio. No se puede decir más ni mejor a favor de la tolerancia, de la comprensión, del respeto a la diversidad y de la admiración hacia las mujeres que no se rinden, como lo ha hecho Lelio en Gloria y en Una mujer fantástica. Para esos cineclubs, vestigios y rescoldos de una forma de disfrutar del cine que aún resisten vivos en algunos lugares, he ahí un magnífico programa doble.

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https://blogs.20minutos.es/plano-contrapicado-cine/2017/12/11/no-es-un-travelo-es-una-mujer/
 
'Final Portrait. El arte de la amistad': Giacometti se estampa contra un lienzo
Stanley Tucci recrea los 18 días de 1964 que el pintor y escultor Alberto Giacometti pasó pintando el retrato del escritor James Lord
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Geoffrey Rush en el papel de Giacometti.
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ALEJANDRO ALEGRÉ
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29.12.2017 – 05:00 H. - ACTUALIZADO: 23 H.

El cine biográfico tiene mala reputación, y se la ha ganado a pulso. Hubo un tiempo en el que, sistemáticamente, los 'biopics' se dedicaban a contar las vidas enteras de sus protagonistas y a embutir todos los momentos esenciales en dos horas de metraje, e inevitablemente las películas resultantes casi siempre carecían de textura. Afortunadamente, ese tiempo ha pasado: hoy el tipo de aproximación mayoritaria al género apuesta por poner el foco en un episodio o periodo aislado de la existencia del personaje.

Ese es también el enfoque adoptado por el actor Stanley Tucci en su quinta película como director. En ella recrea los 18 días de 1964 que el pintor y escultor Alberto Giacometti pasó pintando el retrato del escritor James Lord, y que el propio Lord evocó luego con una mezcla de afecto y frustración en su libro de memorias 'A Giacometti Portrait'. El objetivo de 'Final Portrait', decimos, es acercarse a la filosofía y el proceso creativos del artista sin trazar líneas biográficas claras y recurriendo en cambio a una sucesión de pinceladas rápidas.




Al principio de la película Lord está a punto de regresar a Nueva York. Giacometti le hace saber que le gustaría pintar su retrato antes de su marcha. Solo llevará unas pocas horas, le asegura. Sin embargo, una vez agotado ese tiempo el dibujo apenas ha sido empezado. A lo largo de los siguientes días el modelo se verá obligado a posponer su vuelo una y otra vez para seguir sentándose frente a un artista que cada vez se muestra más obsesivo en su empeño de perfeccionar el retrato. El problema, no tarda en quedar claro, es que la perfección que busca es inalcanzable. Vemos a Giacometti dar forma al dibujo solo para borrarlo poco después con un par de golpes de pincel y así poder volver a empezarlo, y en el proceso descubrimos que, en realidad, es incapaz de finalizar ninguna de sus obras; a su juicio, incluso las que lo han hecho famoso están inacabadas.



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El modelo y el pintor.


Asunto principal de 'Final Portrait', de hecho, es la idea de que algunas obras de arte necesitan serles arrebatadas a sus autores para poder ser consideradas como completas. Oímos al suizo confesarse incapaz de identificar en qué momento la sucesión de líneas que traza sobre el lienzo pueden empezar a considerarse un dibujo, y no es descabellado imaginarse a Tucci diciendo algo parecido acerca de esta película hecha de pequeñas líneas y trazos leves que de forma casi imperceptible llegan a convertirse en un boceto.

Asunto principal del filme: algunas obras de arte necesitan serles arrebatadas a sus autores para poder ser consideradas como completas

Escena a escena acompañamos a Giacometti mientras bebe cafés de dos en dos en el mismo bar de siempre, da paseos con su amante prost*t*ta y mantiene sinuosas charlas con un confundido Lord en las que pone verde a Chagall y a Picasso. Pero sobre todo lo vemos en su estudio, una estancia ruinosa situada en un callejón parisino de la que nadie diría que pertenece a uno de los artistas más celebrados de su tiempo: un lugar de paredes desconchadas y lleno de escombros y restos de pintura y arcilla, y en el que esculturas exageradamente esbeltas se desperdigan de forma aparentemente arbitraria.

El propio Giacometti es también puro desorden. Vestido como un vagabundo, la arcilla adherida a su ropa y su piel, despliega un generoso catálogo de gestos y tics nerviosos mientras fuma furiosamente un pitillo tras otro y las volutas de humo se elevan sobre su ingobernable mata de pelo rizado. Mitad atormentado y mitad hedonista, mitad autocrítico y mitad ególatra, sus maneras de hecho se ajustan como un guante al estereotipo del genio loco -no es la única obviedad en la que incurre una película que llena la banda sonora de acordeones para recordarnos que transcurre en París-. En su piel, cómodamente instalado en el exceso, el actor Geoffrey Rush aporta mucho más colorido que profundidad. En todo caso, es en su perfil de Lord donde la película se muestra especialmente superficial: Tucci ni siquiera hace el ademán de explorar el elemento de vanidad que muy probablemente impulsó a Lord mientras aceptaba someterse al caótico y tedioso proceso de Giacometti; tal y como Arnie Hammer lo encarna, el personaje permanece de principio a fin instalado entre la curiosidad y la perplejidad. Aparte de eso, su mayor rasgo distintivo es lo bien que le quedan los trajes.

En última instancia, la película en su conjunto aqueja la misma falta de hondura y de progresión que sus personajes. Sí, Tucci evita los clichés del cine biográfico, pero por otro lado no los reemplaza con una fuente alternativa de energía e intensidad dramáticas. Al final, no llega a ofrecer razones convincentes que justifiquen qué le llevó a decidir que la forma idónea de aproximarse a la figura de Alberto Giacometti era a través de este episodio y no de otro.

https://www.elconfidencial.com/cult...trait-el-arte-de-la-amistad-estrenos_1498974/
 
Fellini sueña en cómic
El dibujante Tyto Alba firma una novela gráfica en la que los recuerdos del director de cine se mezclan con sus sueños y fantasías
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“No me siento preparado para eso que llaman la existencia normal”, confesaba el director italiano Federico Fellini en el documental Fellini, soy un gran mentiroso(2003). El genio jamás vivió en el mismo mundo que sus congéneres. Su “natural inclinación” hacia la invención, como solía repetir entrevista tras entrevista, no se lo permitía. La necesidad de proyectar sus fantasías era tal que los acontecimientos nacidos en su imaginación tenían para él más veracidad que los que ocurrían. Esa realidad tan peculiar y personal, en la que se mezclaban tanto sus recuerdos cómo sus deseos y sueños, es la que el dibujante Tyto Alba (Badalona, 1975) ha conseguido plasmar fielmente en su última novela gráfica, Fellini en Roma (Astiberri).
Alba ha decidido adentrarse en el universo del monstruo del cine atraído por ese mundo tan suyo, hecho de personajes a la vez sutiles y caricaturescos, "que se mueven dentro de los sueños con un toque profundo, lírico, poético y a veces melancólico”. Y así aparece Fellini en la obra del dibujante. Un director ya muy mayor, aquejado de insomnio, que deambula cada noche por las calles de Roma. “Me gustaba la imagen de ese personaje que tenemos asociado a las multitudes, al ruido, al circo, de repente caminando solo en silencio con sus pensamientos”, explica Alba.
Mientras recorre las calles de la Ciudad Eterna, Fellini recuerda los grandes momentos de su vida: la primera vez que vio un circo cuando aún era un niño y vivía en Rímini; su llegada a Roma y sus primeros pasos como caricaturista en la revista satírica Marc´Aurelio; su encuentro con el actor y director Aldo Fabrizi, y luego con el amor de su vida, su Gelsomina de La Strada, la actriz Giulietta Masina; sus primeros rodajes en Cinecittà; su amistad con Roberto Rossellini y Marcello Mastroianni, el asesinato de Pier Paolo Pasolini; e incluso, al final del relato, su propio encuentro con la muerte.
En esos paseos nocturnos, se imbrican sus sueños y en particular los que tuvo y dibujó diariamente entre 1960 y 1982, aconsejado por su psicoanalista junghiano Ernst Bernhard. Recopilados en El libro de mis sueños, esas visiones nocturnas han sido claves en el proceso creativo feliniano. Sus fantasías, a menudo eróticas, también protagonizan la novela gráfica de Alba, como la aparición de una Anita Ekberg, arquetipo de la mujer deseada en La Dolce Vita, monumental y voluptuosa. Pero también sus angustias más profundas, su miedo a la muerte, encarnado por un amenazante león que inspiró uno de los tres anuncios que Fellini realizó, poco antes de fallecer, para el Banco de Italia. Se pueden ver hasta el 21 de enero en la exposición Fellini, sueños y dibujos, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
El dibujante —que demostró en sus obras precedentes una predilección por el género biográfico con La casa azul, dedicado a las artistas mexicanas Frida Khalo y Chavela Vargas, o La vida, sobre la relación entre Pablo Picasso y el amigo del pintor, Carles Casagemas— ha sabido restituir con una gran precisión incluso los detalles más desconocidos de la vida de Fellini. Cualquier amante del director conoce su fascinación por el circo, pero pocos saben que obligó al equipo de rodaje de La Strada a repintar la carpa de gris para que apareciera retratada exactamente como en el recuerdo de su infancia. Esa anécdota, contada por su antiguo asistente director, Gerald Morin, en el documental Sur les traces de Fellini, por lo visto tampoco escapó al impresionante trabajo de documentación que sustenta la obra de Alba.


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Roma, el escenario de los paseos nocturnos de Fellini, es quizá el segundo personaje más importante de esta novela gráfica, cuyo ambiente y colores están reproducidos con realismo por las delicadas acuarelas en tonos pastel de Alba. Más allá de la estética, quizá el mayor logro del dibujante ha sido conseguir plasmar la fascinación que sentía el director de cine por la capital italiana, omnipresente en sus películas. El cineasta aseguraba que odiaba viajar y se confesaba perdido fuera de su ciudad. Alba elige una anécdota en particular para restituir este vínculo. Fellini, invitado a cenar en la casa de una familia de la alta burguesía romana, cuenta cómo al terminar, el patriarca, con una total naturalidad, invita a los presentes a “salir a la calle para ver Roma”. Simplemente salir y contemplar la belleza de Roma. “¿En qué otra ciudad podría suceder una cosa similar?”, se pregunta, envuelto en su mítica bufanda roja, el Fellini de Alba.




 
Catherine Zeta-Jones lleva al cine la brutal historia de la ‘madrina de la cocaína’
Antes de El Chapo estuvo Griselda Blanco. Catherine Zeta-Jones interpreta a la reina del crimen en el Miami de los ochenta. Jennifer Lopez también aspiró al papel para HBO.
BEGOÑA GÓMEZ URZAIZ | 04 ENE 2018 07:34

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Catherine Zeta-Jones en 'Cocaine Godmother', la película que se estrena este mes inspirada en la vida de Griselda Blanco. FOTO: LIFETIME





Los telefilmes del canal Lifetime, también conocidos como “el lugar al que las carreras de los actores van al morir”, suelen incluir muchas bodas, romances fallidos e historias basadas en hechos reales. En ese sentido, Cocaine Godmother, protagonizada por Catherine Zeta-Jones y con fecha prevista de estreno para el 20 de enero, no es una excepción. También parte de una historia real, la de Griselda Blanco, ‘la Madrina ‘o la ‘Viuda Negra’, responsable de más de 200 asesinatos, que convirtió a Miami en la ciudad más peligrosa de Norteamérica. Y también salen muchas bodas, en concreto las tres de Griselda con los tres maridos a los que fue asesinando sucesivamente. El primero fue Carlos Trujillo, padre de sus tres hijos mayores, todos muertos en las guerras del cartel. Al segundo, Alberto Bravo, que aparece en Narcos, le disparó a la luz del día, en un tiroteo en el parking de una discoteca en el que también murieron seis guardaespaldas y del que Griselda salió con un rasguño en el estómago, y al tercero, Darío Sepúlveda, lo mató cuando al bendito se le ocurrió disputarle la custodia del hijo de ambos. Llamado –cojan aire– Michael Corleone Sepúlveda. En la película también habrá lugar, presumiblemente, para el amor en todas sus formas. La Madrina era bisexual y tenía la fea costumbre de obligar tanto a hombres como mujeres a participar en sus orgías a punta de pistola, casi siempre bajo los efectos del bazooka, cocaína sin refinar.

La historia de cómo Catherine Zeta Jones llegó a interpretar a Blanco también tiene su miga. En 2014 se anunció que iba a protagonizar un biopic, de estreno en cines, de Griselda Blanco y que había conseguido el papel a costa de Jennifer Lopez, lo que provocó críticas, ya que no se entendía que una galesa y no una actriz latina interpretase a una colombiana. Esa película sigue, que se sepa, en fase preparatoria y la última actriz atada al proyecto fue la colombiana Catalina Sandino Moreno. Sin embargo, tanto Lopez como Zeta Jones se resistieron a dejar ir un personaje tan jugoso. La primera empezó a desarrollar una serie sobre La Madrina en HBO, para la que alistó a los guionistas de El lobo de Wall Street, y la segunda ha terminado recalando en este proyecto, junto al director mexicano Guillermo Navarro y el guionista de American History X David McKenna. Además, la historia ha inspirado una telenovela en Univision y se cuenta en dos documentales producidos por Vice sobre el Miami Scarface de los 80: Cocaine Cowboys y Cocaine Cowboys II.

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La auténtica Griselda Blanco, en una imagen de juventud y Catherine Zeta Jones en la película. FOTO: LIFETIME


Y aun así, la increíble vida de Griselda Blanco sigue siendo mucho menos conocida que la del que fuera su amigo de infancia Pablo Escobar. Ambos crecieron en Medellín y, según se cuenta (como en el caso de Escobar, cuesta separar la realidad de la leyenda) se inició muy pronto en el crimen. A los once años, dicen, secuestró a un niño en un barrio bien de la ciudad y cuando la familia se negó a pagarle el rescate, lo mató. A los 13 se convirtió en carterista y prost*t*ta y a los 14 se fue de casa, huyendo del acecho sexual del novio de su madre y dando inicio a una vida de crimen que pide a gritos ser narrada con la voz en off de una película de Scorsese. Uno de sus primeros golpes de imaginación, a principios de los 70, consistió en fundar una línea de corsetería especial para el narcotráfico. Creaba sujetadores con compartimentos especiales para la cocaína y después buscaba a mujeres que los llevaran hasta Estados Unidos en vuelos comerciales.

Para mediados de los 70, ya establecida en Queens, Nueva York, ideó un plan tan espectacular como metafórico, cuando consiguió colar seis kilos de polvo blanco en el Tall Ship Gloria, el barco que envió el gobierno colombiano al puerto de Nueva York para celebrar el bicentenario americano. Sirvió aquello como aviso: los colombianos estaban desembarcando en Estados Unidos y cambiando el mapa de la droga para siempre.

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Blanco conoció en su infancia a Pablo Escobar. Fue responsable de elevar el índice de criminalidad de Miami en los 80.


De ahí , Griselda saltó a Miami, donde forjó su leyenda. Se convirtió en multimillonaria y elevó ella sola el listón de la violencia hasta que llegó un punto que el 25% de las muertes en la ciudad sucedían por herida de bala y la policía del Sur de Florida tuvo que alquilar una nave frigorífica a Burger King porque las morgues no daban abasto. De todos los Cocaine Cowboys, Blanco era la más sangrienta y la que peor se ocultaba. No dudaba en mandar matar con una bayoneta a un rival en pleno aeropuerto o en ordenar asesinatos en centros comerciales. Se calcula que su ejército de sicarios cubanos y colombianos acabaron con unas 200 vidas en aquellos años.

Blanco también estaba entre las más ricas. En la cima de su imperioingresaba unos 80 millones de dólares al mes por tráfico de cocaína, lo que le permitía entre otras cosas, tener un avión privado permanente cargado de combustible y listo para despegar en el aeropuerto de Miami, para cuando vinieran a por ella. En aquellos años se compró las que eran sus posesiones más preciadas: un collar de perlas que había pertenecido a Eva Perón, un juego de té de la Reina de Inglaterra y un revólver de oro y esmeraldas.

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Catherine Zeta-Jones en un fotograma de ‘Cocaine Godmother’. FOTO: LIFETIME


Temiendo, con razón, por su propio pellejo, Blanco huyó a California, donde finalmente fue arrestada por Bob Palumbo, el oficial de la Agencia Antidroga que llevaba una década persiguiéndola. Sirvió sentencias, primero por posesión de droga en California y más tarde por tres homicidios en Miami, y no llegó a implementar su plan de huir de la cárcel secuestrando vía sicarios a John Kennedy Junior y pidiendo su liberación a cambio. En 2004 salió de la cárcel y se retiró a vivir en una lujosa villa de Medellín. Allí aguantó, en relativa calma, hasta 2012, cuando dos hombres en moto le dispararon a la salida de una carnicería.

Le sobrevivió su hijo Michael Corleone Sepúlveda, que a los tres años de edad había presenciado el asesinato de su propio padre por orden de su madre y en 2011 fue arrestado en posesión de cinco kilos de cocaína. Al contrario que el hijo de Escobar , que se ha cambiado el nombre por el de Sebastián Marroquín y reniega de la glamourización que hacen los medios de la obra de su padre, Corleone Sepúlveda es un orgulloso heredero. Trató de lanzar una línea de ropa llamada Pure Blanco –eso sí lo tiene en común con Marroquín, que también comercializó en cierto punto unas camisetas de Escobar– y en las redes rinde pleitesía a su “gordita”, a la que llama “mi primer amor, mi mejor amiga, mi reina, mi madre”. La Madrina.

https://smoda.elpais.com/placeres/t...puta-por-la-sangrienta-viuda-negra-del-narco/
 
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