Caso Almería: las vergüenzas de la Transición.35 años.

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Caso Almería: las vergüenzas de la Transición

Se cumplen 35 años de las torturas y el asesinato de tres jóvenes en Almería a manos de la Guardia Civil, que dijo haberlos confundido con militantes de ETA

Su muerte y todo lo sucedido posteriormente narran el lado más sombrío de la Transición: las familias siguen esperando la verdad, la justicia y la dignificación de su memoria

Desmemoriados.org

09/05/2016 - 21:21h

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Luis Montero, Luis Cobo y Juan Mañas fueron asesinados por la Guardia Civil.

MÁS INFO
  • VIDEO "Es un caso de terrorismo de Estado"
  • REACCIONESHostigamiento y represión ante la respuesta cívica a los asesinatos
  • MEMORIA HISTÓRICA Los silencios y los medios en el Caso Almería
  • ETIQUETAS: Desmemoriados,Caso Almería, Memoria histórica, Luis Cobo Mier, Luis Montero García, Juan Mañas Morales
La justicia y la memoria tienen asuntos pendientes con la llamada Transición española. Uno de los más significativos –y sombríos – es el que tiene que ver con Luis Cobo Mier, Luis Montero García y Juan Mañas Morales. En la madrugada que transcurre entre los días 9 y 10 de mayo de 1981 se gesta el conocido como Caso Almería. Esa noche son arrestados por la Guardia Civil en la localidad de Roquetas de Mar estos jóvenes trabajadores residentes en la provincia de Santander (aún Cantabria no disponía de Estatuto de Autonomía) cuando, al parecer, son erróneamente reconocidos en el transcurso de su viaje de Santander a Almería como militantes de ETA.

"Mi querida familia, ante el respeto que merecen me dirijo a Vds. para contarles el hecho siguiente respecto a las extrañas circunstancias de la desgracia de buestro (sic) hijo y compañeros que fallecieron en manos de los asesinos de la Comandancia [de la Guardia Civil] de esta localidad". Así comenzaba una carta anónima escrita por un agente del cuerpo policial militarizado que fue remitida a la familia de Mañas Morales tres años después del asesinato de los tres jóvenes y en la que daba cuenta de las torturas y la forma en la que once guardias civiles acabaron con los trabajadores.




Los motivos y las circunstancias del viaje
Juan Mañas tenía 24 años, era almeriense de Pechina, pero llevaba varios años trabajando en la FEVE, destinado en Santander. Luis Montero –33 años, trabajador de FYESA y miembro del PCE y CCOO – y Luis Cobo –28 años y trabajador de ACERIASA – eran buenos amigos de Juan, quien los invitó a la primera comunión de su hermano menor, Francisco Javier, que se iba a celebrar en su localidad natal el domingo 10 de mayo.

Las "extrañas circunstancias" de las que escribía el agente sin nombre comenzaron el 7 de mayo cuando, después de salir de sus respectivos trabajos, los jóvenes emprendieron su viaje, en un SEAT 127, matrícula de Santander, con la intención de hacer noche en Madrid, en un piso que le había prestado un amigo a Luis Cobo. Ese mismo día por la mañana se produjo en la capital un atentado de ETA sobre el vehículo en el que viajaba el general Joaquín de Valenzuela, Jefe del Cuarto Militar del Rey, dejándolo malherido y matando a los tres militares que iban con él.

Inmediatamente, las fuerzas de seguridad del Estado montaron los dispositivos oportunos para la detención de los militantes de ETA sospechosos de participar en la acción. Se sospechaba de José María Bereciartúa y José León Mazusta, apoyados por un tercer integrante del comando al que se conocía por Goyenechea Fradúa. En la prensa aparecieron publicadas las fotografías de los dos primeros junto con la de José Andrés Izaguirre Gogorza, 'Gogor', del que se sospechaba que estaba al frente del comando. De Goyenechea Fradúa, al parecer, no existían fotografías.

Los jóvenes santanderinos ya eran conocedores de lo sucedido en Madrid, pero arribaron a la capital sin incidentes reseñables, salvo por algunos problemas que les estaba dando el automóvil y que hicieron que, a la mañana siguiente, antes de continuar su viaje, se detuvieran en un taller cercano a la vivienda en la que habían pernoctado. No obstante, continuaron su viaje hasta que, en una localidad manchega, El Provencio, la avería se hizo patente. Se detuvieron en el primer taller que encontraron y allí decidieron dejar el coche para su reparación. El mecánico les acercó en su coche a la estación de ferrocarril de Villarrobledo, desde donde viajaron a Alcázar de San Juan para intentar un enlace con el tren de Andalucía.



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Los familiares de los asesinados siguen reclamando justicia.



Cuando llegaron a la estación comprobaron que el siguiente tren no salía hasta las cuatro de la madrugada, así que decidieron alquilar otro coche. En las afueras de la estación preguntaron a unos taxistas y a gente que pasaba por allí por una casa de alquiler de coches. Les informaron de que solamente había en la localidad de Manzanares, a unos cuantos kilómetros. Así, tomaron un tren que iba a Manzanares y, finalmente, Luis Cobo alquiló a su nombre un Ford Fiesta con matrícula de Ciudad Real. Con él llegaron a su destino en Pechina ya entrada la noche.

El periplo por tierras manchegas en pos de una conexión para proseguir su viaje a Andalucía exaltó la fantasía y el fervor patriótico en algunas de las personas con las que habían hablado. Una de ellas, al día siguiente, 8 de mayo, tras ojear el periódico y observar las fotografías de los etarras a los que se atribuye el atentado contra el general Valenzuela, creyó reconocer en los jóvenes de Santander a dichos militantes vascos. Buscó la anuencia y corroboración de otros y decidieron denunciar a la Policía y a la Guardia Civil sus conjeturas.

La caza
Luis Montero, Luis Cobo y Juan Mañas durmieron esa noche en la casa de los padres de este último y pasaron el día siguiente visitando distintos lugares de la provincia de Almería dado que para los dos santanderinos era la primera ocasión por aquellas tierras.

Mientras, la denuncia que se originaba en Alcázar de San Juan había puesto en marcha una maquinaria de búsqueda y captura que solamente parará con la detención por parte de la Guardia Civil de los tres amigos en el interior de una tienda de recuerdos de Roquetas de Mar. Son las nueve de la noche del día 9 de mayo de 1981.

Años después, el teniente coronel Victoriano Guillén, quien se opuso con contundencia al golpe de Estado del 23F y fue castigado por ello, explicó ante las cámaras del programa de televisión Crónica de una generación: "La Dirección General de la Guardia Civil mandó un radio (nombre que se daba en la Guardia Civil a los fax o télex) diciendo que eran etarras y que habían atentado contra el general Valenzuela. [El teniente coronel al frente del operativo] Castillo Quero, que era un enfermo mental, un imbécil poseído y que, además, presumía de su amistad con el rey, vio allí la ocasión de hacer un servicio y hacer méritos, colgarse medallas".

Desde el momento en que se produjo la denuncia, la familia de Luis Cobo comenzó a recibir llamadas y visitas de agentes de la Comandancia de Santander preguntando por las señas personales y la documentación con que éste contaba (dado que era Luis Cobo Mier quien había alquilado el vehículo). La familia informó que Luis no tenía el documento nacional de identidad porque lo había perdido, pero que viajaba con el carné de conducir y con el pasaporte. Aportaron todo tipo de datos: características físicas, situación laboral, la ropa que llevaba… Todo indica que desde Santander se consiguió aclarar su identidad y que, por tanto, su adscripción a ETA debía quedar descartada.



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Un momento del entierro de los asesinados en el Caso Almería.



Sin embargo, en Almería se montó un gran dispositivo por parte de la Guardia Civil para su localización, advirtiéndose a los subordinados de la extrema peligrosidad de los militantes de ETA a los que se pretendía detener.

Montero, Cobo y Mañas fueron apresados a última hora de la tarde del sábado 9 de mayo sin que ninguno de ellos ofreciera la más mínima resistencia. A partir de ese momento, y hasta que fueron encontrados sus cadáveres calcinados en el interior del Ford Fiesta en un barranco de la carretera de Gérgal, la Guardia Civil y otros funcionarios del Estado trataron de ocultar la verdad con una versión oficial tan delirante que, si se sigue al pie de la letra, plantea tantos interrogantes que, a fuerza de dudas, crea demasiadas certezas.

El 12 de mayo, los diarios dudan. El entonces bisoño periódico El País le dedica 114 palabras en los que tímidamente reproduce la versión oficial. El Diario Montañés, en Santander, sí indica que "la nota de la Guardia Civil que relata los hechos no parece muy clara y por eso la propia Dirección General ha abierto una investigación (…)".

Versión oficial
En la comparecencia que posteriormente realizó el ministro de Interior de UCD, Juan José Rosón, ante el Congreso de los Diputados, manifestó que tras la detención, y según informes de la Guardia Civil, los detenidos entraron en contradicción en algunas de sus declaraciones y que en ningún momento Juan Mañas se había identificado como natural de Almería (de hecho, en todo momento la Guardia Civil indicó, contradiciendo a los familiares que manifiestan que salió de casa con su DNI y su carné de FEVE, que Juan Mañas no llevaba ninguna identificación, al contrario que Cobo o Montero). También informó de que en el reconocimiento del automóvil en el que viajaban los detenidos se han encontrado dos pistolas marca 'Astra'.

La versión oficial mantiene que existía un convencimiento de que los detenidos eran, efectivamente, activistas de ETA y se ordenó su traslado a Madrid en una caravana compuesta de cuatro vehículos que incluía el propio Ford Fiesta de los santanderinos (en total once guardias civiles vestidos de paisano y los tres detenidos), conducido por un guardia civil, al cual acompañaba otro como copiloto, mientras que los detenidos iban esposados en el asiento de atrás.

Cerca de la localidad de Gérgal, desde los coches que viajan detrás observaron como el Ford Fiesta realizaba un giro extraño y cómo el conductor salía despedido por la puerta lateral y, a continuación, el otro guardia civil por la puerta contraria. Todo esto se entiende como un intento de agresión y fuga por parte de los detenidos y el teniente coronel al mando de la operación (Castillo Quero) ordenó disparar a las ruedas con el objeto de detener el vehículo. Sin embargo éste, lejos de pararse, cayó por un pequeño barranco y se incendió, siendo imposible el rescate de los detenidos por la magnitud de las llamas y el riesgo de explosión.

El ministro, tal y como recuerda Antonio Ramos Espejo en el libro El Caso Almería: Abierto para la historia, también señaló que la identificación de las víctimas no fue posible hasta horas más tarde al enterarse del suceso sus familiares por la prensa.

El ministro Rosón concluyó asegurando que todo se debió a un "trágico error". Los diputados de la oposición presentes en la comparecencia, indignados, no dudaron en calificar la exposición de pantomima y de encubrimiento por parte del Gobierno de un crimen perpetrado por miembros de la Guardia Civil. Aunque, una vez derrotada la UCD, olvidaron el caso, la justicia e, incluso, la memoria de lo sucedido.

El juicio
"A mi madre le dieron una bolsa con los restos de mi tío. Ahí había un colgante, una prenda de ropa… y luego ya le dieron los restos de mi tío -explica Lola Liquete Cobo, la sobrina de Luis Cobo Mier- ... un brazo, una mandíbula, unos dientes… Claro, mi madre dijo: ¿Dónde está el resto de mi hermano?". Las familias denunciaron desde el primer minuto las inconsistencias de la versión oficial y, con la ayuda del tenaz abogado Darío Fernández, lograron llevar a juicio a parte de los implicados.


El juicio se inició el 14 de junio de 1982, trece meses después, y finalizó el 27 de julio. Solamente fueron procesados tres de los once guardias: el teniente coronel Castillo Quero, que en el momento de los hechos estaba al frente de la Comandancia de Almería y era el mando de la operación, el teniente Gómez Torres y el guardia Fernández Llamas.

El abogado de la acusación particular, Darío Fernández, en todo momento intentó que fueran condenados por asesinato, en contra de la opinión del fiscal, que calificaba los hechos de homicidio. Le fue denegada una prueba fundamental en cualquier proceso judicial sin ninguna razón de peso, como es la reconstrucción de los hechos, y siempre dudó de las garantías técnicas y científicas de las autopsias realizadas por los forenses. Fue constantemente acuciado y los intentos de intimidación por parte de miembros de la Benemérita fueron variados, "incluida una bomba bajo su coche: Darío tuvo que esconderse en una cueva", recuerda Lola Liquete Cobo.

No fue Darío Fernández el único intimidado. José Criado, Pepe el barbero, un militante de la izquierda almeriense, rememora esos días en el libro aún inédito La Chanca. Una Revolución (1940-2000): "Cuando la farsa del juicio, que yo le llamo farsa de juicio porque eso fue, la represión que tuvimos fue peor porque denunciamos la farsa que estaban haciendo. Eso nos supuso… A mí me asaltaron mi negocio, mi peluquería. El local donde teníamos la sede de la Plataforma de Lucha Obrera fue asaltao, literalmente asaltao. Fue violentao y yo me tuve que tirar en aquellos entonces quince días fuera de Almería, había orden de arresto contra mí y me tuve que ir a Murcia".

Los abogados de la defensa calificaron en todo momento de terroristas a los fallecidos, incluso con posterioridad a la correcta identificación de los mismos. De hecho, en el periodo que transcurrió desde el crimen hasta la finalización del juicio desde diversas instancias se continuó poniendo en duda su identidad, pasando de terroristas a delincuentes comunes o bien, homosexuales. Además, se intentó crear un clima según el cual Almería estaba infestado de terroristas y pisos francos.

Lo cierto es que no se encontró ningún impacto de bala en las ruedas del Ford Fiesta, pero sí alrededor del depósito de gasolina y en los cuerpos y en las cabezas de los fallecidos. Algunos de los impactos habían sido realizados de arriba abajo, contradiciendo la versión de los guardias de que los disparos se hicieron antes de que el coche cayera a la hondonada y se incendiara.



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Familiares de los fallecidos durante el entierro.



En el lugar de los hechos se encontró una lata de gasolina. Las pistolas que presuntamente se habían descubierto horas después de la detención en el coche de los detenidos estaban llenas de herrumbre y estaban datadas en 1921. En el juicio a instancias del abogado de la acusación se declaró por parte de miembros de la Guardia Civil que perfectamente podían ser armas confiscadas y depositadas en cuarteles.

Por si fuera poco, cinco pescadores que pasaban por la carretera de Gérgal cuando el coche estaba incendiándose con los tres jóvenes dentro ratificaron en el juicio que pararon para ofrecer su ayuda y un extintor que portaban en su automóvil, y que un guardia civil les dijo que no era necesario ya que los heridos habían sido evacuados (lo cual, evidentemente, no era así).

En las conclusiones finales los abogados defensores reconocieron por fin que había existido un delito de homicidio, cuando previamente afirmaban que no había existido delito, pero alegaron "cumplimiento del deber" de los tres enjuiciados y "obediencia debida" en los casos del teniente y del guardia. El fiscal, sospechosamente coordinado con los defensores, no cambió sus alegaciones y siguió manteniendo en todo momento que se trataba de un homicidio.

Al teniente coronel Castillo Quero, que en ningún momento ha mostrado sombra de arrepentimiento, se le sentenció a una pena de 24 años de prisión. Al teniente Gómez Torres a 15 años de prisión, y al guardia Fernández Llamas a 12 años de prisión. Todas las penas citadas implicaban además la baja en el cuerpo de la Guardia Civil.

En todos los casos los acusados salieron de la cárcel con bastante antelación al final de sus penas por un teórico buen comportamiento (Castillo Quero logró el tercer grado a los tres años). Además cumplieron en unas condiciones que para sí quisieran muchos de los internos que siguen penando por las cárceles de España. Durante parte de la pena residieron en centros militares en lugar de hacerlo en cárceles ordinarias y, tal y como se denunció años después, recibieron un 'salario' procedente de los fondos reservados del Ministerio del Interior.

Con posterioridad a la sentencia, tal como mostró el diario El País en su edición del día 15 de octubre de 1985, la esposa del exteniente coronel Castillo Quero solicitó para su marido un indulto por "sus largos servicios a la patria".

El 22 de abril de 2015, El Diario de Almería dio cuenta de cómo la formación política Amaiur había formulado varias preguntas relacionadas con el Caso Almería en el Congreso de los Diputados. Quería saber si los agentes de la Guardia Civil condenados por asesinar a los tres jóvenes cobraron esas ayudas de fondos reservados, las cantidades y si, finalmente, el Gobierno contemplaba considerar a los fallecidos como víctimas del terrorismo, tal y como reclaman las familias. Jon Iñarritu, diputado de Amaiur, recibió la siguiente respuesta a sus numerosas preguntas: "El Gobierno carece de información que pueda aportar a una respuesta parlamentaria, dada la antigüedad de los hechos referidos en la pregunta".

Unas conclusiones que se extienden en el tiempo
Tanto las familias de los jóvenes fallecidos como su abogado, numerosos periodistas y políticos que siguieron el caso, tienen hasta el día de hoy, 35 años después, otra versión de los hechos que se sigue manteniendo en la oscuridad por parte de las sucesivas autoridades gubernativas y de la Guardia Civil.

Caben pocas dudas respecto a que a Juan Mañas, a Luis Cobo y a Luis Montero los mataron miembros de la Guardia Civil en un estado de confusión rayano en la demencia o la obsesión. Pudiendo realizarse las comprobaciones de identidad oportunas no se hicieron, pese a que la Guardia Civil tenía medios para ello, tal y como se comprobó en el juicio. Las pistolas que dijeron haber encontrado en el coche, con toda probabilidad fueron colocadas allí para justificar la inculpación como militantes de ETA.

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Entierro de uno de los asesinados en el Caso Almería.

Es muy probable que a uno de ellos o a todos se les trasladara a una antigua fortaleza cerca de la costa y se les torturara intentando arrancarles una confesión. También es posible que alguno de ellos o todos fallecieran bajo tortura y que el Ford Fiesta en el convoy de traslado solamente transportara en la parte de atrás personas muertas o… sus restos. Si fuera así, estaríamos ante un concepto aún más perverso de la "ley de fugas".

Es posible que se prendiera el coche utilizando la propia gasolina del depósito y también la del bidón que se encontró en los alrededores, con el objeto de ocultar las lesiones producidas con antelación.

Este 10 de mayo se cumplen 35 años de los hechos que se relatan. Las familias continúan en completo desacuerdo con el desenlace. Por ello, siguen pidiendo que se aclaren las circunstancias reales de la muerte de sus familiares y que recaiga la ley con justicia en los causantes. Los guardias civiles eran once y solamente fueron juzgados tres. El resto, además de participar en la acción, cometieron el delito de ocultación de pruebas.

Las familias siguen solicitando dignidad para los jóvenes asesinados y que se les considere víctimas del terrorismo. En ningún momento ha sido aceptada esta cuestión, alegando que solamente pueden ser consideradas así las víctimas de ETA. Hoy en día son consideradas de ese modo también las víctimas de otros grupos terroristas y se reclama que el "concepto" se amplíe a las víctimas del terrorismo de Estado.

El año pasado, en la plaza de Pechina, localidad de nacimiento de Juan Mañas, se le levantó una placa en homenaje y en recuerdo de los hechos acaecidos.



http://www.eldiario.es/norte/cantabria/sociedad/Caso-Almeria-verguenzas-Transicion_0_513049551.html
 
Última edición por un moderador:
Ya sé que no fue un crimen político pero me acuerdo ahora del Caso de Cuenca, muy anterior, del cual se hizo una película que tuvo por directora a Ana Diosdado, la cual sufrió censura en la época de la transición. Por eso lo traigo aquí

Perdón @AMBERS, pero ya puestos a hablar de errores y penas injustas...
.

Crimen de Cuenca

Para otros usos de este término, véase El crimen de Cuenca (desambiguación).
El crimen de Cuenca o Caso Grimaldos fue un error judicial sobre un supuesto caso de asesinato que nunca tuvo lugar y que, por la relevancia de la negligencia judicial y policial cometida, ha pasado a la historia del derecho español. En teoría el crimen había tenido lugar entre las localidades de Tresjuncos y Osa de la Vega en la provincia de Cuenca (España) en el año 1910.1

El caso inicialmente se cerró por falta de pruebas, aunque poco después se volvió a reabrir. En esta nueva apertura del caso las investigaciones policiales y judiciales fueron irregulares desde el primer momento, y la misma incluyó tortura, numerosos abusos policiales y finalmente penas de prisión para los acusados. Sin embargo, años después se descubrió que la persona supuestamente asesinada continuaba con vida, por lo que la Justicia hubo de intervenir nuevamente para anular las condenas y dictaminar la indemnización de los acusados. Así, el crimen de Cuenca ha pasado a la historia del derecho español como un caso paradigmático de error judicial.

En 1981 se estrenó una película dirigida por Pilar Miró basada en estos hechos, la cual causó un gran impacto en la sociedad española de entonces.2

Historia[editar]
Los hechos[editar]
José María Grimaldos López, un joven pastor natural de Tresjuncos, provincia de Cuenca, de 28 años y apodado El Cepa (al parecer por su baja estatura y pobre entendimiento) trabajaba en la finca El Palomar de Francisco Antonio Ruiz, alcalde de Osa de la Vega. Era objeto de continuas burlas por parte de León Sánchez Gascón, apodado "El Pastor", mayoral de la finca, y también por el guarda Gregorio Valero Contreras, apodado "El Varela", ambos con fama de anarquistas.3

El 20 de agosto de 1910, José María vendió unas ovejas de su propiedad y desapareció. Posteriormente se averiguó que fue a tomar unos baños a «La Celadilla», laguna cuyas aguas y barros con los que se embadurnan los bañistas, se cree que poseen propiedades curativas ("Baños medicinales La Celadilla"), y que se encuentra situada en el término municipal de El Pedernoso a unos 4 km de la población. Después de varias semanas desde su desaparición, comenzaron a correr rumores por los alrededores del pueblo de Tresjuncos sobre el posible asesinato de José con objeto de robarle el dinero que había obtenido por la venta de las ovejas. Al tener conocimiento los familiares de las burlas que José María recibía, puesto que él mismo las comentaba continuamente cuando estaba en casa, decidieron presentar denuncia de la desaparición en el juzgado de Belmonte (Cuenca). Acusaron a León y a Gregorio de haberlo matado, por lo que fueron detenidos para ser llevados a juicio. Tras interrogar a los detenidos, se instruyó el sumario y el juez puso a los acusados en libertad por falta de pruebas. En septiembre de 1911 la causa fue sobreseída.

Nueva acusación y encarcelamiento[editar]
Al cabo de un par de años, en 1913, por insistencia de los familiares de Grimaldos se reabre el caso. La familia de José María vuelve a denunciar coincidiendo con la llegada del nuevo juez a Belmonte, Emilio Isasa Echenique. Nuevamente se vuelve a cursar orden de detención a los mismos sospechosos iniciándose así un largo proceso de calvario para ellos.

La Guardia Civil comenzó a torturar y maltratar a los detenidos a fin de conseguir las confesiones de la muerte de José María y averiguar también el paradero de su cadáver. Separados el uno del otro en diferentes celdas de la prisión de Belmonte, eran alimentados solo a base de bacalao sin desalar y privados de agua. Fueron sometidos a interrogatorios en los que recibieron palizas, fueron colgados en vilo por los genitales y les extrajeron dientes, uñas y vello facial con tenazas de herrar. Terminaron por confesar, culpándose el uno al otro. Entre diversas versiones sobre el paradero del cuerpo (unas veces dijeron que lo habían quemado, otras enterrado en el cementerio), este nunca se halló, ante lo cual confesaron haberlo descuartizado, dado los pedazos a los cerdos y después machacado los huesos hasta pulverizarlos.

El 11 de noviembre de 1913 y por orden del juez de Belmonte, el juez de Osa de la Vega levanta acta de defunción haciendo constar que, José María Grimaldos López, natural deTresjuncos, había fallecido el 21 de agosto de 1910 a las 8.30 o las 9.00 de la noche a consecuencia de haber sido asesinado por Gregorio Valero y León Sánchez. El acta recoge la anotación marginal: No ha podido ser identificado el cadáver por no haber sido hallado.

En 1918, después de cuatro años y medio encarcelados, comienza el juicio en la Audiencia Provincial, con un sumario plagado de contradicciones y diligencias sin esclarecer. La vista se solventó en 7 horas. El jurado que condenó a los acusados apenas deliberó durante treinta minutos y los doce miembros los consideraron culpables de la muerte de José María. La labor de la defensa consistió en limitarse a evitar la pena de muerte, el garrote vil vigente en esos días. Gregorio cumplió condena en el penal de San Miguel de los Reyes en Valencia, mientras que León la cumplió en la prisión de Cartagena.

Indulto y salida de prisión[editar]
El 4 de julio de 1925 y como consecuencia de dos decretos de indulto, salieron de la cárcel recuperando la libertad tras haber cumplido 12 años y dos meses de condena. Tras salir de prisión comprobaron las dificultades de sus familias, apartadas de la sociedad y tuvieron problemas para hallar trabajo por ser asesinos confesos y penados.

Aparición de José María Grimaldos[editar]
Mientras, eran diversos los rumores que aseguraban haber visto con vida al difunto, incluso se decía que había visitado a su madre y hermana.4 El 8 de febrero de 1926, el cura deTresjuncos, Pedro Rufo Martínez Enciso, uno de los mayores instigadores de la culpabilidad de los acusados, recibió una carta del cura del cercano municipio de Mira (Cuenca), en la que solicitaba la partida de bautismo de José María Grimaldos a fin de celebrar el matrimonio de éste. El cura de Tresjuncos, sin salir de su estupor ante semejante noticia, decidió no responder y ocultar la carta. Impaciente por el retraso de su matrimonio, Grimaldos decidió partir hacia Tresjuncos y se presentó sin más en el pueblo. Los vecinos no daban crédito al ver vivo a José María y todo el pueblo y sus alrededores se conmovieron ante la noticia. Entonces, el juez de Belmonte intervino y ordenó detener al supuesto José María Grimaldos. En las siguientes horas, la noticia llegó a la prensa y a la opinión pública y alcanzó enorme trascendencia. El supuesto difunto arguyó que al ver en sus bolsillos el dinero de la venta de las ovejas, le había dado "un barrunto" y decidió marcharse. Dijo no haber tenido noticia del caso.

Tras la indiscutible identificación de Grimaldos, el asunto fue utilizado en la prensa opositora a la Dictadura de Primo de Rivera. El ministro de Gracia y Justicia, Galo Ponte y Escartín, ordenó la revisión de la causa y mandó al fiscal del Tribunal Supremo interponer recurso de revisión contra la sentencia de la audiencia de Cuenca. En dicha orden se anota que «hay fundamentos suficientes para estimar que la confesión de los reos Valero y Sánchez, base esencial de sus condenas, fue arrancada mediante violencia continua inusitada». (...) Según el Tribunal Supremo: «en vista del error de hecho que motivó la sentencia, se declara la nulidad de la misma, por haberse castigado en ella delito que no se ha cometido, afirmándose así la inocencia de Gregorio Valero y León Sánchez» (Tribunal Supremo, sentencia del juicio de revisión de 10 de julio de 1926). La sentencia publicada por el Tribunal Supremo declara nula la resolución dictada en Cuenca en 1918, estableciendo así la inocencia de Sánchez y Valero; al mismo tiempo establece la nulidad en el acta de defunción de José María Grimaldos, y determina las indemnizaciones correspondientes que el Estado debe abonar a los presos en estos casos.

Sánchez y Valero acabaron sus días en Madrid, lejos de su pueblo y de las gentes que los habían condenado. Allí se les ofreció un trabajo de guarda jurado en el Parque del Retiro al servicio del Ayuntamiento. En el año de 1935 el Estado español concedió a Gregorio Valero y León Sánchez una pensión vitalicia de 3.000 pesetas anuales con retroactividad de 5 años.

Proceso a los responsables[editar]
El juez instructor de Belmonte, Emilio Isasa Echenique, murió en su casa de Sevilla pocos días después de conocerse la sentencia rectificativa de 1926, oficialmente a causa de unaangina de pecho aunque bajo sospecha de su***dio. Quién sí murió oficialmente por su***dio fue el cura párroco de Tresjuncos, Pedro Rufo Martínez Enciso, ahogado en una tinaja de vino.

El 17 de mayo de 1935 se inició en la Audiencia provincial de Cuenca juicio contra el resto de los responsables del error judicial. El fiscal pidió 8 años de prisión y multa de 25.000 pesetas por un delito de coacciones, mientras la acusación particular les acusó de coacción, amenaza y falsificación de documento público.5 Todos ellos fueron absueltos.

En concreto se sentaron en el banquillo de los acusados las siguientes personas:

  • Gregorio Regidor – teniente de la Guardia Civil.
  • Juan Taboada – sargento de la Guardia Civil. Posteriormente se encontró con los acusados en Madrid, desatándose una refriega en la que tuvo que intervenir la fuerza pública. Murió asesinado durante la Guerra Civil.
  • Telesforo Díaz – Guardia Civil.
  • Manuel Rodríguez – actuario del Juzgado de Belmonte.
  • Juan José Jáuregui – médico forense. Posteriormente reconocería haber presenciado la tortura a Valero y Sánchez.
  • Baldomero Labarga – médico forense.
El crimen en la literatura y cine[editar]
Sobre estos hechos auténticos, el escritor Alicio Garcitoral, gobernador civil de Cuenca cuando ocurrieron, escribió su novela social El crimen de Cuenca (1932) reeditada con prólogo y edición de José Esteban en 1981. Algo después, el famoso escritor Ramón J. Sender, escribe la novela El lugar de un hombre (1939). El escritor conquense Luis Esteso y López de Haro, natural de San Clemente, le dedicó unas coplas bajo el título "El Crimen de Cuenca" que editó en una de las numerosas recopilaciones de sus (Madrid, G. Hernández y Galo Sáez, 1927). El matemático Carlos Maza Gómez estudia también el caso en su libro Crímenes de 1926.

La directora Pilar Miró rodó una película en 1979 titulada El crimen de Cuenca con guion de Lola Salvador Maldonado basado en su propio libro homónimo publicado con el mismo título por la editorial Argos Vergara. La película es un fuerte alegato contra la tortura y se sobreentiende que el crimen al que se refiere el título, es el cometido por la Guardia Civil al torturar a los sospechosos. En una decisión sorprendente para la joven democracia española (y presumiblemente ilegal, pues la censura se había abolido dos años antes), el ministro de cultura,Ricardo de la Cierva, prohibió su exhibición y no pudo ser estrenada hasta agosto de 1981.

https://es.wikipedia.org/wiki/Crimen_de_Cuenca
 
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Crimen de Cuenca

Para otros usos de este término, véase El crimen de Cuenca (desambiguación).
El crimen de Cuenca o Caso Grimaldos fue un error judicial sobre un supuesto caso de asesinato que nunca tuvo lugar y que, por la relevancia de la negligencia judicial y policial cometida, ha pasado a la historia del derecho español. En teoría el crimen había tenido lugar entre las localidades de Tresjuncos y Osa de la Vega en la provincia de Cuenca (España) en el año 1910.1

El caso inicialmente se cerró por falta de pruebas, aunque poco después se volvió a reabrir. En esta nueva apertura del caso las investigaciones policiales y judiciales fueron irregulares desde el primer momento, y la misma incluyó tortura, numerosos abusos policiales y finalmente penas de prisión para los acusados. Sin embargo, años después se descubrió que la persona supuestamente asesinada continuaba con vida, por lo que la Justicia hubo de intervenir nuevamente para anular las condenas y dictaminar la indemnización de los acusados. Así, el crimen de Cuenca ha pasado a la historia del derecho español como un caso paradigmático de error judicial.

En 1981 se estrenó una película dirigida por Pilar Miró basada en estos hechos, la cual causó un gran impacto en la sociedad española de entonces.2

Historia[editar]
Los hechos[editar]
José María Grimaldos López, un joven pastor natural de Tresjuncos, provincia de Cuenca, de 28 años y apodado El Cepa (al parecer por su baja estatura y pobre entendimiento) trabajaba en la finca El Palomar de Francisco Antonio Ruiz, alcalde de Osa de la Vega. Era objeto de continuas burlas por parte de León Sánchez Gascón, apodado "El Pastor", mayoral de la finca, y también por el guarda Gregorio Valero Contreras, apodado "El Varela", ambos con fama de anarquistas.3

El 20 de agosto de 1910, José María vendió unas ovejas de su propiedad y desapareció. Posteriormente se averiguó que fue a tomar unos baños a «La Celadilla», laguna cuyas aguas y barros con los que se embadurnan los bañistas, se cree que poseen propiedades curativas ("Baños medicinales La Celadilla"), y que se encuentra situada en el término municipal de El Pedernoso a unos 4 km de la población. Después de varias semanas desde su desaparición, comenzaron a correr rumores por los alrededores del pueblo de Tresjuncos sobre el posible asesinato de José con objeto de robarle el dinero que había obtenido por la venta de las ovejas. Al tener conocimiento los familiares de las burlas que José María recibía, puesto que él mismo las comentaba continuamente cuando estaba en casa, decidieron presentar denuncia de la desaparición en el juzgado de Belmonte (Cuenca). Acusaron a León y a Gregorio de haberlo matado, por lo que fueron detenidos para ser llevados a juicio. Tras interrogar a los detenidos, se instruyó el sumario y el juez puso a los acusados en libertad por falta de pruebas. En septiembre de 1911 la causa fue sobreseída.

Nueva acusación y encarcelamiento[editar]
Al cabo de un par de años, en 1913, por insistencia de los familiares de Grimaldos se reabre el caso. La familia de José María vuelve a denunciar coincidiendo con la llegada del nuevo juez a Belmonte, Emilio Isasa Echenique. Nuevamente se vuelve a cursar orden de detención a los mismos sospechosos iniciándose así un largo proceso de calvario para ellos.

La Guardia Civil comenzó a torturar y maltratar a los detenidos a fin de conseguir las confesiones de la muerte de José María y averiguar también el paradero de su cadáver. Separados el uno del otro en diferentes celdas de la prisión de Belmonte, eran alimentados solo a base de bacalao sin desalar y privados de agua. Fueron sometidos a interrogatorios en los que recibieron palizas, fueron colgados en vilo por los genitales y les extrajeron dientes, uñas y vello facial con tenazas de herrar. Terminaron por confesar, culpándose el uno al otro. Entre diversas versiones sobre el paradero del cuerpo (unas veces dijeron que lo habían quemado, otras enterrado en el cementerio), este nunca se halló, ante lo cual confesaron haberlo descuartizado, dado los pedazos a los cerdos y después machacado los huesos hasta pulverizarlos.

El 11 de noviembre de 1913 y por orden del juez de Belmonte, el juez de Osa de la Vega levanta acta de defunción haciendo constar que, José María Grimaldos López, natural deTresjuncos, había fallecido el 21 de agosto de 1910 a las 8.30 o las 9.00 de la noche a consecuencia de haber sido asesinado por Gregorio Valero y León Sánchez. El acta recoge la anotación marginal: No ha podido ser identificado el cadáver por no haber sido hallado.

En 1918, después de cuatro años y medio encarcelados, comienza el juicio en la Audiencia Provincial, con un sumario plagado de contradicciones y diligencias sin esclarecer. La vista se solventó en 7 horas. El jurado que condenó a los acusados apenas deliberó durante treinta minutos y los doce miembros los consideraron culpables de la muerte de José María. La labor de la defensa consistió en limitarse a evitar la pena de muerte, el garrote vil vigente en esos días. Gregorio cumplió condena en el penal de San Miguel de los Reyes en Valencia, mientras que León la cumplió en la prisión de Cartagena.

Indulto y salida de prisión[editar]
El 4 de julio de 1925 y como consecuencia de dos decretos de indulto, salieron de la cárcel recuperando la libertad tras haber cumplido 12 años y dos meses de condena. Tras salir de prisión comprobaron las dificultades de sus familias, apartadas de la sociedad y tuvieron problemas para hallar trabajo por ser asesinos confesos y penados.

Aparición de José María Grimaldos[editar]
Mientras, eran diversos los rumores que aseguraban haber visto con vida al difunto, incluso se decía que había visitado a su madre y hermana.4 El 8 de febrero de 1926, el cura deTresjuncos, Pedro Rufo Martínez Enciso, uno de los mayores instigadores de la culpabilidad de los acusados, recibió una carta del cura del cercano municipio de Mira (Cuenca), en la que solicitaba la partida de bautismo de José María Grimaldos a fin de celebrar el matrimonio de éste. El cura de Tresjuncos, sin salir de su estupor ante semejante noticia, decidió no responder y ocultar la carta. Impaciente por el retraso de su matrimonio, Grimaldos decidió partir hacia Tresjuncos y se presentó sin más en el pueblo. Los vecinos no daban crédito al ver vivo a José María y todo el pueblo y sus alrededores se conmovieron ante la noticia. Entonces, el juez de Belmonte intervino y ordenó detener al supuesto José María Grimaldos. En las siguientes horas, la noticia llegó a la prensa y a la opinión pública y alcanzó enorme trascendencia. El supuesto difunto arguyó que al ver en sus bolsillos el dinero de la venta de las ovejas, le había dado "un barrunto" y decidió marcharse. Dijo no haber tenido noticia del caso.

Tras la indiscutible identificación de Grimaldos, el asunto fue utilizado en la prensa opositora a la Dictadura de Primo de Rivera. El ministro de Gracia y Justicia, Galo Ponte y Escartín, ordenó la revisión de la causa y mandó al fiscal del Tribunal Supremo interponer recurso de revisión contra la sentencia de la audiencia de Cuenca. En dicha orden se anota que «hay fundamentos suficientes para estimar que la confesión de los reos Valero y Sánchez, base esencial de sus condenas, fue arrancada mediante violencia continua inusitada». (...) Según el Tribunal Supremo: «en vista del error de hecho que motivó la sentencia, se declara la nulidad de la misma, por haberse castigado en ella delito que no se ha cometido, afirmándose así la inocencia de Gregorio Valero y León Sánchez» (Tribunal Supremo, sentencia del juicio de revisión de 10 de julio de 1926). La sentencia publicada por el Tribunal Supremo declara nula la resolución dictada en Cuenca en 1918, estableciendo así la inocencia de Sánchez y Valero; al mismo tiempo establece la nulidad en el acta de defunción de José María Grimaldos, y determina las indemnizaciones correspondientes que el Estado debe abonar a los presos en estos casos.

Sánchez y Valero acabaron sus días en Madrid, lejos de su pueblo y de las gentes que los habían condenado. Allí se les ofreció un trabajo de guarda jurado en el Parque del Retiro al servicio del Ayuntamiento. En el año de 1935 el Estado español concedió a Gregorio Valero y León Sánchez una pensión vitalicia de 3.000 pesetas anuales con retroactividad de 5 años.

Proceso a los responsables[editar]
El juez instructor de Belmonte, Emilio Isasa Echenique, murió en su casa de Sevilla pocos días después de conocerse la sentencia rectificativa de 1926, oficialmente a causa de unaangina de pecho aunque bajo sospecha de su***dio. Quién sí murió oficialmente por su***dio fue el cura párroco de Tresjuncos, Pedro Rufo Martínez Enciso, ahogado en una tinaja de vino.

El 17 de mayo de 1935 se inició en la Audiencia provincial de Cuenca juicio contra el resto de los responsables del error judicial. El fiscal pidió 8 años de prisión y multa de 25.000 pesetas por un delito de coacciones, mientras la acusación particular les acusó de coacción, amenaza y falsificación de documento público.5 Todos ellos fueron absueltos.

En concreto se sentaron en el banquillo de los acusados las siguientes personas:

  • Gregorio Regidor – teniente de la Guardia Civil.
  • Juan Taboada – sargento de la Guardia Civil. Posteriormente se encontró con los acusados en Madrid, desatándose una refriega en la que tuvo que intervenir la fuerza pública. Murió asesinado durante la Guerra Civil.
  • Telesforo Díaz – Guardia Civil.
  • Manuel Rodríguez – actuario del Juzgado de Belmonte.
  • Juan José Jáuregui – médico forense. Posteriormente reconocería haber presenciado la tortura a Valero y Sánchez.
  • Baldomero Labarga – médico forense.
El crimen en la literatura y cine[editar]
Sobre estos hechos auténticos, el escritor Alicio Garcitoral, gobernador civil de Cuenca cuando ocurrieron, escribió su novela social El crimen de Cuenca (1932) reeditada con prólogo y edición de José Esteban en 1981. Algo después, el famoso escritor Ramón J. Sender, escribe la novela El lugar de un hombre (1939). El escritor conquense Luis Esteso y López de Haro, natural de San Clemente, le dedicó unas coplas bajo el título "El Crimen de Cuenca" que editó en una de las numerosas recopilaciones de sus (Madrid, G. Hernández y Galo Sáez, 1927). El matemático Carlos Maza Gómez estudia también el caso en su libro Crímenes de 1926.

La directora Pilar Miró rodó una película en 1979 titulada El crimen de Cuenca con guion de Lola Salvador Maldonado basado en su propio libro homónimo publicado con el mismo título por la editorial Argos Vergara. La película es un fuerte alegato contra la tortura y se sobreentiende que el crimen al que se refiere el título, es el cometido por la Guardia Civil al torturar a los sospechosos. En una decisión sorprendente para la joven democracia española (y presumiblemente ilegal, pues la censura se había abolido dos años antes), el ministro de cultura,Ricardo de la Cierva, prohibió su exhibición y no pudo ser estrenada hasta agosto de 1981.

https://es.wikipedia.org/wiki/Crimen_de_Cuenca

La directora fue Pilar Miro
 
Última edición por un moderador:
Lo triste de todo esto es que contra ETA todo vale, se cometieron actos terroristas de estado de lo que nunca han pedido perdón y no se les reconoce como victimas del terrorismo, ni se les dan puestos e los parlamentos ni se les indemniza como a otros
 
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Caso Almería: las vergüenzas de la Transición
Se cumplen 35 años de las torturas y el asesinato de tres jóvenes en Almería a manos de la Guardia Civil, que dijo haberlos confundido con militantes de ETA

Su muerte y todo lo sucedido posteriormente narran el lado más sombrío de la Transición: las familias siguen esperando la verdad, la justicia y la dignificación de su memoria

Desmemoriados.org

09/05/2016 - 21:21h

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Luis Montero, Luis Cobo y Juan Mañas fueron asesinados por la Guardia Civil.

MÁS INFO
La justicia y la memoria tienen asuntos pendientes con la llamada Transición española. Uno de los más significativos –y sombríos – es el que tiene que ver con Luis Cobo Mier, Luis Montero García y Juan Mañas Morales. En la madrugada que transcurre entre los días 9 y 10 de mayo de 1981 se gesta el conocido como Caso Almería. Esa noche son arrestados por la Guardia Civil en la localidad de Roquetas de Mar estos jóvenes trabajadores residentes en la provincia de Santander (aún Cantabria no disponía de Estatuto de Autonomía) cuando, al parecer, son erróneamente reconocidos en el transcurso de su viaje de Santander a Almería como militantes de ETA.

"Mi querida familia, ante el respeto que merecen me dirijo a Vds. para contarles el hecho siguiente respecto a las extrañas circunstancias de la desgracia de buestro (sic) hijo y compañeros que fallecieron en manos de los asesinos de la Comandancia [de la Guardia Civil] de esta localidad". Así comenzaba una carta anónima escrita por un agente del cuerpo policial militarizado que fue remitida a la familia de Mañas Morales tres años después del asesinato de los tres jóvenes y en la que daba cuenta de las torturas y la forma en la que once guardias civiles acabaron con los trabajadores.




Los motivos y las circunstancias del viaje
Juan Mañas tenía 24 años, era almeriense de Pechina, pero llevaba varios años trabajando en la FEVE, destinado en Santander. Luis Montero –33 años, trabajador de FYESA y miembro del PCE y CCOO – y Luis Cobo –28 años y trabajador de ACERIASA – eran buenos amigos de Juan, quien los invitó a la primera comunión de su hermano menor, Francisco Javier, que se iba a celebrar en su localidad natal el domingo 10 de mayo.

Las "extrañas circunstancias" de las que escribía el agente sin nombre comenzaron el 7 de mayo cuando, después de salir de sus respectivos trabajos, los jóvenes emprendieron su viaje, en un SEAT 127, matrícula de Santander, con la intención de hacer noche en Madrid, en un piso que le había prestado un amigo a Luis Cobo. Ese mismo día por la mañana se produjo en la capital un atentado de ETA sobre el vehículo en el que viajaba el general Joaquín de Valenzuela, Jefe del Cuarto Militar del Rey, dejándolo malherido y matando a los tres militares que iban con él.

Inmediatamente, las fuerzas de seguridad del Estado montaron los dispositivos oportunos para la detención de los militantes de ETA sospechosos de participar en la acción. Se sospechaba de José María Bereciartúa y José León Mazusta, apoyados por un tercer integrante del comando al que se conocía por Goyenechea Fradúa. En la prensa aparecieron publicadas las fotografías de los dos primeros junto con la de José Andrés Izaguirre Gogorza, 'Gogor', del que se sospechaba que estaba al frente del comando. De Goyenechea Fradúa, al parecer, no existían fotografías.

Los jóvenes santanderinos ya eran conocedores de lo sucedido en Madrid, pero arribaron a la capital sin incidentes reseñables, salvo por algunos problemas que les estaba dando el automóvil y que hicieron que, a la mañana siguiente, antes de continuar su viaje, se detuvieran en un taller cercano a la vivienda en la que habían pernoctado. No obstante, continuaron su viaje hasta que, en una localidad manchega, El Provencio, la avería se hizo patente. Se detuvieron en el primer taller que encontraron y allí decidieron dejar el coche para su reparación. El mecánico les acercó en su coche a la estación de ferrocarril de Villarrobledo, desde donde viajaron a Alcázar de San Juan para intentar un enlace con el tren de Andalucía.



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Los familiares de los asesinados siguen reclamando justicia.



Cuando llegaron a la estación comprobaron que el siguiente tren no salía hasta las cuatro de la madrugada, así que decidieron alquilar otro coche. En las afueras de la estación preguntaron a unos taxistas y a gente que pasaba por allí por una casa de alquiler de coches. Les informaron de que solamente había en la localidad de Manzanares, a unos cuantos kilómetros. Así, tomaron un tren que iba a Manzanares y, finalmente, Luis Cobo alquiló a su nombre un Ford Fiesta con matrícula de Ciudad Real. Con él llegaron a su destino en Pechina ya entrada la noche.

El periplo por tierras manchegas en pos de una conexión para proseguir su viaje a Andalucía exaltó la fantasía y el fervor patriótico en algunas de las personas con las que habían hablado. Una de ellas, al día siguiente, 8 de mayo, tras ojear el periódico y observar las fotografías de los etarras a los que se atribuye el atentado contra el general Valenzuela, creyó reconocer en los jóvenes de Santander a dichos militantes vascos. Buscó la anuencia y corroboración de otros y decidieron denunciar a la Policía y a la Guardia Civil sus conjeturas.

La caza
Luis Montero, Luis Cobo y Juan Mañas durmieron esa noche en la casa de los padres de este último y pasaron el día siguiente visitando distintos lugares de la provincia de Almería dado que para los dos santanderinos era la primera ocasión por aquellas tierras.

Mientras, la denuncia que se originaba en Alcázar de San Juan había puesto en marcha una maquinaria de búsqueda y captura que solamente parará con la detención por parte de la Guardia Civil de los tres amigos en el interior de una tienda de recuerdos de Roquetas de Mar. Son las nueve de la noche del día 9 de mayo de 1981.

Años después, el teniente coronel Victoriano Guillén, quien se opuso con contundencia al golpe de Estado del 23F y fue castigado por ello, explicó ante las cámaras del programa de televisión Crónica de una generación: "La Dirección General de la Guardia Civil mandó un radio (nombre que se daba en la Guardia Civil a los fax o télex) diciendo que eran etarras y que habían atentado contra el general Valenzuela. [El teniente coronel al frente del operativo] Castillo Quero, que era un enfermo mental, un imbécil poseído y que, además, presumía de su amistad con el rey, vio allí la ocasión de hacer un servicio y hacer méritos, colgarse medallas".

Desde el momento en que se produjo la denuncia, la familia de Luis Cobo comenzó a recibir llamadas y visitas de agentes de la Comandancia de Santander preguntando por las señas personales y la documentación con que éste contaba (dado que era Luis Cobo Mier quien había alquilado el vehículo). La familia informó que Luis no tenía el documento nacional de identidad porque lo había perdido, pero que viajaba con el carné de conducir y con el pasaporte. Aportaron todo tipo de datos: características físicas, situación laboral, la ropa que llevaba… Todo indica que desde Santander se consiguió aclarar su identidad y que, por tanto, su adscripción a ETA debía quedar descartada.



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Un momento del entierro de los asesinados en el Caso Almería.



Sin embargo, en Almería se montó un gran dispositivo por parte de la Guardia Civil para su localización, advirtiéndose a los subordinados de la extrema peligrosidad de los militantes de ETA a los que se pretendía detener.

Montero, Cobo y Mañas fueron apresados a última hora de la tarde del sábado 9 de mayo sin que ninguno de ellos ofreciera la más mínima resistencia. A partir de ese momento, y hasta que fueron encontrados sus cadáveres calcinados en el interior del Ford Fiesta en un barranco de la carretera de Gérgal, la Guardia Civil y otros funcionarios del Estado trataron de ocultar la verdad con una versión oficial tan delirante que, si se sigue al pie de la letra, plantea tantos interrogantes que, a fuerza de dudas, crea demasiadas certezas.

El 12 de mayo, los diarios dudan. El entonces bisoño periódico El País le dedica 114 palabras en los que tímidamente reproduce la versión oficial. El Diario Montañés, en Santander, sí indica que "la nota de la Guardia Civil que relata los hechos no parece muy clara y por eso la propia Dirección General ha abierto una investigación (…)".

Versión oficial
En la comparecencia que posteriormente realizó el ministro de Interior de UCD, Juan José Rosón, ante el Congreso de los Diputados, manifestó que tras la detención, y según informes de la Guardia Civil, los detenidos entraron en contradicción en algunas de sus declaraciones y que en ningún momento Juan Mañas se había identificado como natural de Almería (de hecho, en todo momento la Guardia Civil indicó, contradiciendo a los familiares que manifiestan que salió de casa con su DNI y su carné de FEVE, que Juan Mañas no llevaba ninguna identificación, al contrario que Cobo o Montero). También informó de que en el reconocimiento del automóvil en el que viajaban los detenidos se han encontrado dos pistolas marca 'Astra'.

La versión oficial mantiene que existía un convencimiento de que los detenidos eran, efectivamente, activistas de ETA y se ordenó su traslado a Madrid en una caravana compuesta de cuatro vehículos que incluía el propio Ford Fiesta de los santanderinos (en total once guardias civiles vestidos de paisano y los tres detenidos), conducido por un guardia civil, al cual acompañaba otro como copiloto, mientras que los detenidos iban esposados en el asiento de atrás.

Cerca de la localidad de Gérgal, desde los coches que viajan detrás observaron como el Ford Fiesta realizaba un giro extraño y cómo el conductor salía despedido por la puerta lateral y, a continuación, el otro guardia civil por la puerta contraria. Todo esto se entiende como un intento de agresión y fuga por parte de los detenidos y el teniente coronel al mando de la operación (Castillo Quero) ordenó disparar a las ruedas con el objeto de detener el vehículo. Sin embargo éste, lejos de pararse, cayó por un pequeño barranco y se incendió, siendo imposible el rescate de los detenidos por la magnitud de las llamas y el riesgo de explosión.

El ministro, tal y como recuerda Antonio Ramos Espejo en el libro El Caso Almería: Abierto para la historia, también señaló que la identificación de las víctimas no fue posible hasta horas más tarde al enterarse del suceso sus familiares por la prensa.

El ministro Rosón concluyó asegurando que todo se debió a un "trágico error". Los diputados de la oposición presentes en la comparecencia, indignados, no dudaron en calificar la exposición de pantomima y de encubrimiento por parte del Gobierno de un crimen perpetrado por miembros de la Guardia Civil. Aunque, una vez derrotada la UCD, olvidaron el caso, la justicia e, incluso, la memoria de lo sucedido.

El juicio
"A mi madre le dieron una bolsa con los restos de mi tío. Ahí había un colgante, una prenda de ropa… y luego ya le dieron los restos de mi tío -explica Lola Liquete Cobo, la sobrina de Luis Cobo Mier- ... un brazo, una mandíbula, unos dientes… Claro, mi madre dijo: ¿Dónde está el resto de mi hermano?". Las familias denunciaron desde el primer minuto las inconsistencias de la versión oficial y, con la ayuda del tenaz abogado Darío Fernández, lograron llevar a juicio a parte de los implicados.


El juicio se inició el 14 de junio de 1982, trece meses después, y finalizó el 27 de julio. Solamente fueron procesados tres de los once guardias: el teniente coronel Castillo Quero, que en el momento de los hechos estaba al frente de la Comandancia de Almería y era el mando de la operación, el teniente Gómez Torres y el guardia Fernández Llamas.

El abogado de la acusación particular, Darío Fernández, en todo momento intentó que fueran condenados por asesinato, en contra de la opinión del fiscal, que calificaba los hechos de homicidio. Le fue denegada una prueba fundamental en cualquier proceso judicial sin ninguna razón de peso, como es la reconstrucción de los hechos, y siempre dudó de las garantías técnicas y científicas de las autopsias realizadas por los forenses. Fue constantemente acuciado y los intentos de intimidación por parte de miembros de la Benemérita fueron variados, "incluida una bomba bajo su coche: Darío tuvo que esconderse en una cueva", recuerda Lola Liquete Cobo.

No fue Darío Fernández el único intimidado. José Criado, Pepe el barbero, un militante de la izquierda almeriense, rememora esos días en el libro aún inédito La Chanca. Una Revolución (1940-2000): "Cuando la farsa del juicio, que yo le llamo farsa de juicio porque eso fue, la represión que tuvimos fue peor porque denunciamos la farsa que estaban haciendo. Eso nos supuso… A mí me asaltaron mi negocio, mi peluquería. El local donde teníamos la sede de la Plataforma de Lucha Obrera fue asaltao, literalmente asaltao. Fue violentao y yo me tuve que tirar en aquellos entonces quince días fuera de Almería, había orden de arresto contra mí y me tuve que ir a Murcia".

Los abogados de la defensa calificaron en todo momento de terroristas a los fallecidos, incluso con posterioridad a la correcta identificación de los mismos. De hecho, en el periodo que transcurrió desde el crimen hasta la finalización del juicio desde diversas instancias se continuó poniendo en duda su identidad, pasando de terroristas a delincuentes comunes o bien, homosexuales. Además, se intentó crear un clima según el cual Almería estaba infestado de terroristas y pisos francos.

Lo cierto es que no se encontró ningún impacto de bala en las ruedas del Ford Fiesta, pero sí alrededor del depósito de gasolina y en los cuerpos y en las cabezas de los fallecidos. Algunos de los impactos habían sido realizados de arriba abajo, contradiciendo la versión de los guardias de que los disparos se hicieron antes de que el coche cayera a la hondonada y se incendiara.



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Familiares de los fallecidos durante el entierro.



En el lugar de los hechos se encontró una lata de gasolina. Las pistolas que presuntamente se habían descubierto horas después de la detención en el coche de los detenidos estaban llenas de herrumbre y estaban datadas en 1921. En el juicio a instancias del abogado de la acusación se declaró por parte de miembros de la Guardia Civil que perfectamente podían ser armas confiscadas y depositadas en cuarteles.

Por si fuera poco, cinco pescadores que pasaban por la carretera de Gérgal cuando el coche estaba incendiándose con los tres jóvenes dentro ratificaron en el juicio que pararon para ofrecer su ayuda y un extintor que portaban en su automóvil, y que un guardia civil les dijo que no era necesario ya que los heridos habían sido evacuados (lo cual, evidentemente, no era así).

En las conclusiones finales los abogados defensores reconocieron por fin que había existido un delito de homicidio, cuando previamente afirmaban que no había existido delito, pero alegaron "cumplimiento del deber" de los tres enjuiciados y "obediencia debida" en los casos del teniente y del guardia. El fiscal, sospechosamente coordinado con los defensores, no cambió sus alegaciones y siguió manteniendo en todo momento que se trataba de un homicidio.

Al teniente coronel Castillo Quero, que en ningún momento ha mostrado sombra de arrepentimiento, se le sentenció a una pena de 24 años de prisión. Al teniente Gómez Torres a 15 años de prisión, y al guardia Fernández Llamas a 12 años de prisión. Todas las penas citadas implicaban además la baja en el cuerpo de la Guardia Civil.

En todos los casos los acusados salieron de la cárcel con bastante antelación al final de sus penas por un teórico buen comportamiento (Castillo Quero logró el tercer grado a los tres años). Además cumplieron en unas condiciones que para sí quisieran muchos de los internos que siguen penando por las cárceles de España. Durante parte de la pena residieron en centros militares en lugar de hacerlo en cárceles ordinarias y, tal y como se denunció años después, recibieron un 'salario' procedente de los fondos reservados del Ministerio del Interior.

Con posterioridad a la sentencia, tal como mostró el diario El País en su edición del día 15 de octubre de 1985, la esposa del exteniente coronel Castillo Quero solicitó para su marido un indulto por "sus largos servicios a la patria".

El 22 de abril de 2015, El Diario de Almería dio cuenta de cómo la formación política Amaiur había formulado varias preguntas relacionadas con el Caso Almería en el Congreso de los Diputados. Quería saber si los agentes de la Guardia Civil condenados por asesinar a los tres jóvenes cobraron esas ayudas de fondos reservados, las cantidades y si, finalmente, el Gobierno contemplaba considerar a los fallecidos como víctimas del terrorismo, tal y como reclaman las familias. Jon Iñarritu, diputado de Amaiur, recibió la siguiente respuesta a sus numerosas preguntas: "El Gobierno carece de información que pueda aportar a una respuesta parlamentaria, dada la antigüedad de los hechos referidos en la pregunta".

Unas conclusiones que se extienden en el tiempo
Tanto las familias de los jóvenes fallecidos como su abogado, numerosos periodistas y políticos que siguieron el caso, tienen hasta el día de hoy, 35 años después, otra versión de los hechos que se sigue manteniendo en la oscuridad por parte de las sucesivas autoridades gubernativas y de la Guardia Civil.

Caben pocas dudas respecto a que a Juan Mañas, a Luis Cobo y a Luis Montero los mataron miembros de la Guardia Civil en un estado de confusión rayano en la demencia o la obsesión. Pudiendo realizarse las comprobaciones de identidad oportunas no se hicieron, pese a que la Guardia Civil tenía medios para ello, tal y como se comprobó en el juicio. Las pistolas que dijeron haber encontrado en el coche, con toda probabilidad fueron colocadas allí para justificar la inculpación como militantes de ETA.

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Entierro de uno de los asesinados en el Caso Almería.

Es muy probable que a uno de ellos o a todos se les trasladara a una antigua fortaleza cerca de la costa y se les torturara intentando arrancarles una confesión. También es posible que alguno de ellos o todos fallecieran bajo tortura y que el Ford Fiesta en el convoy de traslado solamente transportara en la parte de atrás personas muertas o… sus restos. Si fuera así, estaríamos ante un concepto aún más perverso de la "ley de fugas".

Es posible que se prendiera el coche utilizando la propia gasolina del depósito y también la del bidón que se encontró en los alrededores, con el objeto de ocultar las lesiones producidas con antelación.

Este 10 de mayo se cumplen 35 años de los hechos que se relatan. Las familias continúan en completo desacuerdo con el desenlace. Por ello, siguen pidiendo que se aclaren las circunstancias reales de la muerte de sus familiares y que recaiga la ley con justicia en los causantes. Los guardias civiles eran once y solamente fueron juzgados tres. El resto, además de participar en la acción, cometieron el delito de ocultación de pruebas.

Las familias siguen solicitando dignidad para los jóvenes asesinados y que se les considere víctimas del terrorismo. En ningún momento ha sido aceptada esta cuestión, alegando que solamente pueden ser consideradas así las víctimas de ETA. Hoy en día son consideradas de ese modo también las víctimas de otros grupos terroristas y se reclama que el "concepto" se amplíe a las víctimas del terrorismo de Estado.

El año pasado, en la plaza de Pechina, localidad de nacimiento de Juan Mañas, se le levantó una placa en homenaje y en recuerdo de los hechos acaecidos.



http://www.eldiario.es/norte/cantabria/sociedad/Caso-Almeria-verguenzas-Transicion_0_513049551.html


¡Ah, habia sido un error, es que pensaban que eran etarras! ¡Eso lo explica todo... ¡es que creian que eran etarras!

Cosas de creer que con los etarras podias hacer de todo: si te confundias... Da igual, fué una excusa, lo hacian como norma, costumbres del franquismo enquistadas...
 
Esta es la base de nuestra democracia de la que nadie quiere hablar

Barcelona 1971: cuando los detenidos se caían por las ventanas del tercer piso

Se llamaba Miguel Jiménez y murió en 2015 sin recuperarse de las heridas ocasionadas por los policías que lo detuvieron y lo lanzaron por una ventana. Ahora, Sevilla pondrá su nombre a una calle
María Serrano / 11 may 2016


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Manuel Jiménez Hinojosa.
Su historia les resultará muy familiar a quienes hayan visto o leído la célebre ‘Muerte accidental de un anarquista’, del Nobel Dario Fo. Fallecido en agosto de 2015, Miguel Jiménez Hinojosa nunca pudo olvidar en vida una fecha en la que todo cambio para él: fue el 24 de abril de 1971. Militante antifranquista procedente del barrio sevillano del Cerro del Águila, Miguel contaba entonces con tan solo 23 años de edad y fue detenido y conducido a un piso en Barcelona por los funcionarios de la Sexta Brigada Regional de Investigación Social Atilano del Valle Oter y Francisco Rodríguez Álvarez. En circunstancias nunca esclarecidas totalmente, le dispararon a bocajarro y posteriormente fue lanzado por una ventana. Su vida, marcada por la lucha y el compromiso, tendrá por fin el reconocimiento debido con una calle en el Distrito Sur de la ciudad de Sevilla.

Los datos de su historial, incluido por la justicia argentina en el proceso de investigación de los crímenes franquistas, recuerdan que a Hinojosa le diagnosticaron en el Hospital Clínico de Barcelona “que sufría conmoción cerebral con posible fractura de la base del cráneo, fractura de pelvis, rotura hepática, contusiones y heridas varias de pronóstico muy grave”. Una sentencia, de octubre de 1976, condenó a Atilano del Valle y Antonio Álvarez como responsables de dos faltas de lesiones a dos penas de 12 días de arresto menor. Ambos pagaron una indemnización de 7.500 pesetas.

Uno de sus captores, Atilano del Valle Oter, quien recibiría en servicios la Cruz al Mérito Policial con distintivo rojo, está incluido en esa causa 4591/10 por “los delitos de genocidio y/o crímenes de lesa humanidad cometidos en España por la dictadura franquista entre el 17de julio de 1936 y el 15 de junio de 1977 instruida en el Juzgado Nº 1 de Buenos Aires”.

Vinculado al movimiento comunista en plena dictadura, Hinojosa sufrió su primera detención con tan solo 20 años cuando estaba distribuyendo ejemplares de ‘Mundo Obrero’, órgano de difusión del Partido Comunista, en la ciudad de Sevilla. Tras pasar trece días en comisaría, sería acusado de asociación ilícita y propaganda ilegal en el Tribunal de Orden Público. Fue condenado a tres meses de cárcel.

CONDENA DE 16 AÑOS


Noticia del Consejo de Guerra a Hinojosa, publicada en el periódico La Vanguardia.

Tras la segunda detención de Barcelona, fue juzgado en Consejo de Guerra y condenado a 16 años. Hinojosa pasaría por las cárceles franquistas de Barcelona, Soria, Segovia y Jaén durante 5 años, 6 meses y 4 días y saldría en libertad en octubre de 1976.

Según el testimonio de los policías en el juicio militar, Hinojosa llevaba una navaja consigo en el momento de la detención, cuando en realidad el joven fue esposado inmediatamente por los dos policías (que nunca llegaron a identificarse), que de inmediato comenzaron a golpearlo fuertemente en la cabeza. Hinojosa recordaría la asfixia sufrida en el cuarto de estar de aquel piso y los gritos de alerta a los vecinos. Al ser de nuevo golpeado y perder el conocimiento, los dos policías decidieron arrojar su cuerpo desde un tercer piso, lo que le provocó graves lesiones de por vida en órganos vitales.

Las secuelas de aquella detención nunca le permitieron volver a ser el que era. Con el hígado trasplantado, Hinojosa fue declarado como incapacitado total veinte años antes de su jubilación. A los 67 años, moría en agosto de 2015 sin poder llegar a declarar contra sus verdugos en la querella argentina.

UNA CALLE EN EL DISTRITO SUR

Hinojosa pasaría el resto de su vida residiendo en la avenida de la Paz de la ciudad de Sevilla. Ahora, una iniciativa del distrito Sur de la ciudad, promovida por Rosa Fernández, representante de la asociación de mujeres Sibalis, rescata su memoria con una calle que llevará su nombre. Todos los grupos políticos de la ciudad, incluido el Partido Popular, votaron a favor del nombre de Hinojosa para esta calle en Sevilla.
 
Esta es la base de nuestra democracia de la que nadie quiere hablar

Barcelona 1971: cuando los detenidos se caían por las ventanas del tercer piso

Se llamaba Miguel Jiménez y murió en 2015 sin recuperarse de las heridas ocasionadas por los policías que lo detuvieron y lo lanzaron por una ventana. Ahora, Sevilla pondrá su nombre a una calle
María Serrano / 11 may 2016


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Manuel Jiménez Hinojosa.
Su historia les resultará muy familiar a quienes hayan visto o leído la célebre ‘Muerte accidental de un anarquista’, del Nobel Dario Fo. Fallecido en agosto de 2015, Miguel Jiménez Hinojosa nunca pudo olvidar en vida una fecha en la que todo cambio para él: fue el 24 de abril de 1971. Militante antifranquista procedente del barrio sevillano del Cerro del Águila, Miguel contaba entonces con tan solo 23 años de edad y fue detenido y conducido a un piso en Barcelona por los funcionarios de la Sexta Brigada Regional de Investigación Social Atilano del Valle Oter y Francisco Rodríguez Álvarez. En circunstancias nunca esclarecidas totalmente, le dispararon a bocajarro y posteriormente fue lanzado por una ventana. Su vida, marcada por la lucha y el compromiso, tendrá por fin el reconocimiento debido con una calle en el Distrito Sur de la ciudad de Sevilla.

Los datos de su historial, incluido por la justicia argentina en el proceso de investigación de los crímenes franquistas, recuerdan que a Hinojosa le diagnosticaron en el Hospital Clínico de Barcelona “que sufría conmoción cerebral con posible fractura de la base del cráneo, fractura de pelvis, rotura hepática, contusiones y heridas varias de pronóstico muy grave”. Una sentencia, de octubre de 1976, condenó a Atilano del Valle y Antonio Álvarez como responsables de dos faltas de lesiones a dos penas de 12 días de arresto menor. Ambos pagaron una indemnización de 7.500 pesetas.

Uno de sus captores, Atilano del Valle Oter, quien recibiría en servicios la Cruz al Mérito Policial con distintivo rojo, está incluido en esa causa 4591/10 por “los delitos de genocidio y/o crímenes de lesa humanidad cometidos en España por la dictadura franquista entre el 17de julio de 1936 y el 15 de junio de 1977 instruida en el Juzgado Nº 1 de Buenos Aires”.

Vinculado al movimiento comunista en plena dictadura, Hinojosa sufrió su primera detención con tan solo 20 años cuando estaba distribuyendo ejemplares de ‘Mundo Obrero’, órgano de difusión del Partido Comunista, en la ciudad de Sevilla. Tras pasar trece días en comisaría, sería acusado de asociación ilícita y propaganda ilegal en el Tribunal de Orden Público. Fue condenado a tres meses de cárcel.

CONDENA DE 16 AÑOS


Noticia del Consejo de Guerra a Hinojosa, publicada en el periódico La Vanguardia.

Tras la segunda detención de Barcelona, fue juzgado en Consejo de Guerra y condenado a 16 años. Hinojosa pasaría por las cárceles franquistas de Barcelona, Soria, Segovia y Jaén durante 5 años, 6 meses y 4 días y saldría en libertad en octubre de 1976.

Según el testimonio de los policías en el juicio militar, Hinojosa llevaba una navaja consigo en el momento de la detención, cuando en realidad el joven fue esposado inmediatamente por los dos policías (que nunca llegaron a identificarse), que de inmediato comenzaron a golpearlo fuertemente en la cabeza. Hinojosa recordaría la asfixia sufrida en el cuarto de estar de aquel piso y los gritos de alerta a los vecinos. Al ser de nuevo golpeado y perder el conocimiento, los dos policías decidieron arrojar su cuerpo desde un tercer piso, lo que le provocó graves lesiones de por vida en órganos vitales.

Las secuelas de aquella detención nunca le permitieron volver a ser el que era. Con el hígado trasplantado, Hinojosa fue declarado como incapacitado total veinte años antes de su jubilación. A los 67 años, moría en agosto de 2015 sin poder llegar a declarar contra sus verdugos en la querella argentina.

UNA CALLE EN EL DISTRITO SUR

Hinojosa pasaría el resto de su vida residiendo en la avenida de la Paz de la ciudad de Sevilla. Ahora, una iniciativa del distrito Sur de la ciudad, promovida por Rosa Fernández, representante de la asociación de mujeres Sibalis, rescata su memoria con una calle que llevará su nombre. Todos los grupos políticos de la ciudad, incluido el Partido Popular, votaron a favor del nombre de Hinojosa para esta calle en Sevilla.
Se me acaba de helar la sangre leyendo esto. Atilano del Valle era vecino de mis padres. Inspector de policía, buscando por Internet he visto que algún artículo menciona que murió en el 2014. Es la misma persona, sin duda. Bufff.
 
¿Por qué no son víctimas de terrorismo los jóvenes del caso Almería?
Este mes de mayo se han cumplido 35 años del asesinato en Almería de tres jóvenes a manos de guardias civiles, que los confundieron con etarras
María Serrano / 23 may 2016



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Juan Mañas, víctima del caso Almería.
Francisco Javier Mañas tenía ocho años el día que se celebraba, en el pueblo almeriense de Pechina, su primera comunión. “Recuerdo perfectamente a mi familia rota por la noticia de la muerte de mi hermano”. Su hermano era Juan Mañas, de 24 años de edad, asesinado entonces junto a Luis Manuel Cobo, de 29 años, y Luis Montero García, de 33. El crimen, a manos de guardias civiles, se conocería como el caso Almería, del que se cumplen este mes de mayo 35 años.

El benjamín de los Mañas tiene ahora 43 y recuerda a andalucesdiario.es la vergüenza que han sufrido durante toda esta etapa, al “no pedirnos nunca perdón el Estado español por la atrocidad que cometieron”. La única disculpa recibida, afirma Francisco, se produjo únicamente en los medios por parte del entonces ministro del Interior en aquella primera legislatura democrática, Juan José Rosón: “Ha sido un trágico error”.

‘SE TRATA DE TERRORISMO DE ESTADO’

La familia Mañas no ha cejado en su empeño para lograr el reconocimiento como crimen de Estado de la muerte de los tres jóvenes el 9 de mayo de 1981. Francisco Javier ha solicitado en tres ocasiones el reconocimiento de su hermano Juan, junto al resto de compañeros, como víctima del terrorismo, pero las tres peticiones le fueron denegadas por el Ministerio de Justicia. Las formuló en los años 2000, 2003 y finalmente en el 2006. “En todos los casos, y con diferentes gobiernos del PP y PSOE, nos han comentado que nuestros familiares no entran dentro de los parámetros al ser víctimas colaterales de un atentado, no víctimas directas”. La indignación de Francisco Javier va creciendo ante la pasividad de las administraciones. “Se trata de terrorismo de Estado al ser la Guardia Civil quien cometió estos asesinatos”, apunta. “Y el Estado ha sido el que más culpa ha tenido al encubrir a los guardias civiles que cometieron el asesinato de estos tres jóvenes inocentes”.


Francisco Javier Mañas, hermano de Juan, asesinado en 1981.

El periodista granadino Antonio Ramos Espejo, autor del libro ‘El caso Almería. Mil kilómetros al Sur’, afirma con rotundidad que “el llamado caso Almería pasa por ser uno de los episodios más negros de la democracia española, cuando en la madrugada del 10 de mayo de 1981, tres meses después del golpe de Estado del 23F, los cuerpos calcinados de tres jóvenes aparecen en un barranco de la carretera de Gérgal (Almería)”. Juan, Luis Manuel y Luis, procedentes de Santander, son detenidos por la Guardia Civil en una tienda de souvenirs en la localidad de Roquetas de Mar cuando viajaban en un Ford Fiesta. Ninguno de los detenidos conocía la noticia de que la noche anterior el teniente general Valenzuela había sufrido un atentado de la banda terrorista ETA, que llevaría las autoridades a la detención equivocada de las tres víctimas.

¿ALGO QUE AÑADIR? ‘NO’

Ramos señala que 35 años después de los hechos, “no se me olvidan las últimas palabras de los responsables de los tres crímenes, cuando el presidente del tribunal que los estaba juzgando preguntó antes de pronunciar la sentencia si los acusados tenían algo que manifestar: el teniente coronel Carlos Castillo Quero, principal imputado, dijo escuetamente “No”. “No”, manifestó también el guardia Fernández Llamas. El teniente ayudante contestó: “Lo siento muchísimo”. Sólo estas últimas palabras parecían indicar un mínimo de arrepentimiento”.

Francisco Javier recuerda que “era muy pequeño cuando ocurrió todo, pero no se me olvida cómo mi familia quiso aislarme por el dolor tan grande que supuso para todos la noticia, llevándome a pasar unos días a casa de unos amigos”, relata. El dolor y la impotencia marcaron para siempre a la familia de Juan Mañas, que ha luchado sin descanso para que se reconozca su condición de víctima. “Nunca se nos quitará ese sentimiento de angustia de que no se ha hecho justicia en este caso”, destaca Francisco.

TORTURADOS, DESCUARTIZADOS Y QUEMADOS

Castillo Quero, junto a otros once guardias, torturaron sin descanso a los tres inocentes en un antiguo cuartel abandonado de la localidad de Casafuerte (Almería). Al descubrir el error, intentaron borrar todas las pruebas simulando primero un tiroteo. Más tarde despeñaron el vehículo por un barranco. La atrocidad no quedó ahí. Los cuerpos fueron carbonizados, comprando gasolina con el propio dinero que sus víctimas llevaban en el bolsillo. Ramos apunta que “después del juicio, lo que había quedado más claro es que Juan Mañas, Luis Cobo y Luis Montero no eran etarras y, lo más grave, que sus cuerpos fueron acribillados a balazos y luego quemados para que se borraran las huellas del crimen. Sin embargo, la verdad sobre los responsables de la brutal tropelía no quedó resuelta”.

Francisco Javier relata que “han recibido en alguna ocasión una llamada anónima de un familiar de uno de los guardia civiles aportando algunos datos que tampoco añaden más de lo que nosotros conocemos, cuando el Estado siempre ha protegido a estos criminales”. Incluso el pequeño de los Mañas destaca que a algunos de los guardias civiles “se le dieron unas viviendas en el pueblo costero de San José”. Las condenas a tres de los guardia civiles fueron de 24, 15 y 12 años, quedando ocho de ellos impunes. “Imagínate la rabia y la impotencia de saber que esta gente sigue sin ningún tipo de condena. Por eso solo pedimos que haya algún reconocimiento por parte del Estado, al menos una disculpa oficial”.


LA ÚNICA ESPERANZA, LA LEY DE MEMORIA ANDALUZA

Ramos apunta que quedan muchas dudas por despejar. Entre ellas, éstas: “El empeño de la Guardia Civil en mantener detenidos a los jóvenes, sabiendo que la Policía había aclarado ya que no se trataba de tres etarras; dado que los hechos que ocurrieron durante el interrogatorio, por qué razón sólo fueron acusados tres guardias civiles de diferentes escalas y quedaron libres de cargos los demás guardias integrantes de la caravana de la muerte; o si Mañas, Cobo y Montero estaban ya muertos antes de que los subieran al coche en el que aparecieron sus cuerpos carbonizados”.

La única esperanza de que los Mañas consigan el reconocimiento de víctima de Juan, Luis y Luis Miguel, se centra ahora en la ampliación rango de “represaliado” dentro de la nueva Ley de Memoria Democrática, cuyo trámite de aprobación está en marcha en el Parlamento de Andalucía. La nueva ley andaluza contempla en su artículo 5 una ampliación de ese rango incluyendo como víctimas un período que incluye hasta la Transición y la posterior entrada en vigor del Estatuto de Autonomía, un largo período histórico que abarca desde el 14 de abril de 1931 hasta el 11 de enero de 1982. Si la ley se aprueba finalmente en los términos previstos, el caso Almería le sería aplicable.

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