- Registrado
- 3 Abr 2021
- Mensajes
- 2.029
- Calificaciones
- 16.587
Mi vecino de arriba, el que patea el suelo de madrugada si el polvo no le ha salido como esperaba, ha adoptado una nueva afición que está arrasando: dar golpes de martillo a las siete, poquito antes de irse a trabajar.
No sé si se le habrá soltado algún cable después de soportar seis meses de obras, como yo, o si venía ya con el cable suelto.
Tampoco sé si lo hace porque lo despierto con mis ronquidos y esta es la venganza, o viene en el pack del pisoteo post-polvo, fruto de su hijoputez y del inmenso montón de mierda que debe ser su vida.
Lo que sé es que ya van varias veces, hoy entre ellas, que a las siete de la mañana se adorna con un redoble de martillo que a veces dura poquito y otras dura diez minutos, supongo que depende de las prisas que lleve. Antes se disimulaba porque lo achacaba a los obreros dando por saco, pero ahora en la obra están terminando y no hay ruido apenas.
Mi opción es levantarme y subir a darle los buenos días, y a preguntarle muy educadamente si tiene algún problema y si necesita que hablemos de algo.
Me autocito, sí. Estoy en un mar de dudas, porque esta tarde he oído ese mismo martilleo a la hora de la siesta. Y ya estoy pensando si no serán las prácticas amorosas las culpables. Que eche un polvo antes de irse a trabajar cada mañana, vaya.
Menos mal que no he subido a darle los buenos días a medio polvo, o ya sería lo que me faltaba para terminar de arreglar lo nuestro. No sé hasta qué punto es reclamable este asunto.
Ya no sé qué pensar.