La gente en general es muy cerda, mucho, más de lo que parece. Ayer un desgraciado se bajo la mascarilla en un mercado en el que estaba yo y estornudó con toda su alma. Un puñetazo al hígado le habría dado pero me tuve que conformar con irme pitando y casi sin respirar, y con los ojos semi-cerrados para que no me entrara nada.