JAIME PEÑAFIEL
12/12/2020
CHSSS...
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¡Cuánto echo en falta personas de la nobleza como los duques de Montellano, que cedieron a un niño llamado Juanito su espectacular palacio del Paseo de la Castellana con todo el servicio para irse a vivir a un piso de la calle Ventura Rodríguez. Me lo contó Fernando Falcó, doliéndose que ni un solo miembro de la Diputación de la Grandeza le hubiera ofrecido sus palacios o sus mansiones a quien fue su Rey. ¡Se les debería caer la cara de vergüenza!
Un ministro británico ha exigido a Netflix advertir a los telespectadores de la serie The Crown que la historia de los Windsor no es real sino pura ficción. Peter Morgan, el autor del magnífico guión, ha admitido que en ocasiones ha podido renunciar a la exactitud pero nunca a la verdad. Confieso conocer la vida y milagros de la familia real británica tanto o mejor que la de los Borbones, que ya es conocer. No solo porque he leído todo lo que se ha escrito sobre ellos, sino porque, incluso a algunos los conozco personalmente. Presumo de ser de los pocos periodistas, por no decir el único, a quien el príncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la reina Isabel, concedió una entrevista de varias horas. Lo que no deja de ser extraño y sorprendente, conociendo su aversión a la prensa, a la que desprecia e ignora. “¿Quiénes son los monos y quienes los periodistas?”, preguntó la primera vez que visitó oficialmente Gibraltar. Cierto es que tampoco supieron darle razón. Y, recientemente, tuve la satisfacción de compartir una cena con el príncipe Carlos en el palacio de Buckingham junto con mi mujer. A pesar de todo esto, reconozco que lo que se cuenta en la serie The Crown no solo es verdad sino que... es mucho, muchísimo peor que la de los Borbones.
Isabel II: un símbolo amén de una sufridora esposa, como la Reina Sofía. “Yo a mi marido no le pido fidelidad, sino lealtad”. ¿Sabían ustedes que la reina Isabel ocultó siempre una historia macabra sobre dos primas carnales, hijas de un hermano de su madre, a las que mantenía escondidas en un manicomio “para no generar sospechas sobra la posible existencia de genes defectuoso en la sangre de los herederos”? Felipe: “No soy más que una asquerosa ameba que solo sirve para depositar el s*men en la vagina de la reina”, decía. Y no solo en la de la soberana. Su suegro solía decir: “Si tu bragueta hablara”. Se le reconocen seis amantes y al menos dos hijos fuera de su matrimonio. Isabel, al igual que Sofía, ha soportado con gran estoicismo las infidelidades de su marido, prefiriendo ignorar las aventuras amorosas del padre de sus cuatro hijos.
Margarita: la figura más rebelde de la monarquía. Infiel por naturaleza, formó con su marido, el fotógrafo Tony Armstrong Jones “un matrimonio abierto, cada uno con sus aventuras.” Ella acabó siendo la amante de un jardinero, Roddy Llewellyn, su último gran amor a quien conocí personalmente cuando, acompañando a Margarita, estuvo en Marbella invitada por Pitita Ridruejo, esposa que fue del embajador de Filipinas en Londres. Diana: una muchacha muy inestable, simplona, superficial y con una tendencia a la depresión que, apenas sobrepasado el umbral de la adolescencia, llega a una familia que arruina su vida. Porque como ella reconoció: “En mi matrimonio somos tres”. Y lo eran desde el mismo día de su boda porque Carlos ya estaba enamorado de Camilla. Camilla: a pesar de no ser joven ni virgen, Carlos encontró en ella todas las cualidades para luchar por su amor, aunque no se ha conocido una mujer más promiscua y con el mayor número de amantes, independientemente de haber sido una esposa adúltera. Tras la muerte de Diana, fue la mujer más odiada del Reino Unido. Carlos: príncipe de Gales y como tal futuro rey de Inglaterra. Siempre fue un joven inseguro, indeciso, que despedía de sí un hastío agobiante. Admiraba a su tío abuelo, Lord Mountbatten, quien disfrutaba haciendo de alcahuete real poniéndole en contacto con jóvenes, entre estas Camilla Shand, que presumía de haber sido la primera en seducir al príncipe Carlos, con quien acabó casándose a pesar del consejo de su tio: “¡Cuidado, Carlos! Uno no debe casarse nunca con su amante”.
El relevo en la Casa Militar del Rey por problemas de edad, como todo el mundo sabe, puede parecer inoportuno después del polémico chat a Felipe VI de algunos militares retirados. ¿No se podía haber elegido otro momento? (...) Nunca se entenderá que el Rey Juan Carlos otorgara el Toisón de Oro al presidente francés que está a punto de entrar en prisión por corrupto. ¿Se creyó el rey de Francia? (...) Ha declarado que el suegro es dueño de las cuatro saunas de prostit*ción masculina más grandes de Madrid. Pienso que ni a su hija ni a su famoso yerno el tema les debe gustar. (...) A ella le hubiera gustado dar las campanadas con Raffaela Carrà o Laura Valenzuela pero lo hará “con otra” ¿Se la han impuesto? (...) Algo de razón lleva mi admirada amiga: “La longitud del pelo de las señoras está en relación inversa con la edad “. Ella predica con el ejemplo. (...) En la guerra con sus hijastros ha decidido dar una larga cambiada contratando a un prestigioso abogado. Ni aun así. (...) Su 42 cumpleaños no ha podido llegar en el peor momento, señalado por la Justicia por tres delitos. (...) En la esquela en Abc de la ilustre dama fallecida esta semana, figuran los nombres de ocho de diez hermanos. Todos ellos muertos. Es el resultado de morir a los 104 años. ¡Qué solos se quedan los vivos a esa edad!
12/12/2020
CHSSS...
VOLVERÁ, ¡CLARO QUE VOLVERÁ!
LA REALIDAD ES MUCHO PEOR
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¡Cuánto echo en falta personas de la nobleza como los duques de Montellano, que cedieron a un niño llamado Juanito su espectacular palacio del Paseo de la Castellana con todo el servicio para irse a vivir a un piso de la calle Ventura Rodríguez. Me lo contó Fernando Falcó, doliéndose que ni un solo miembro de la Diputación de la Grandeza le hubiera ofrecido sus palacios o sus mansiones a quien fue su Rey. ¡Se les debería caer la cara de vergüenza!
Un ministro británico ha exigido a Netflix advertir a los telespectadores de la serie The Crown que la historia de los Windsor no es real sino pura ficción. Peter Morgan, el autor del magnífico guión, ha admitido que en ocasiones ha podido renunciar a la exactitud pero nunca a la verdad. Confieso conocer la vida y milagros de la familia real británica tanto o mejor que la de los Borbones, que ya es conocer. No solo porque he leído todo lo que se ha escrito sobre ellos, sino porque, incluso a algunos los conozco personalmente. Presumo de ser de los pocos periodistas, por no decir el único, a quien el príncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la reina Isabel, concedió una entrevista de varias horas. Lo que no deja de ser extraño y sorprendente, conociendo su aversión a la prensa, a la que desprecia e ignora. “¿Quiénes son los monos y quienes los periodistas?”, preguntó la primera vez que visitó oficialmente Gibraltar. Cierto es que tampoco supieron darle razón. Y, recientemente, tuve la satisfacción de compartir una cena con el príncipe Carlos en el palacio de Buckingham junto con mi mujer. A pesar de todo esto, reconozco que lo que se cuenta en la serie The Crown no solo es verdad sino que... es mucho, muchísimo peor que la de los Borbones.
Isabel II: un símbolo amén de una sufridora esposa, como la Reina Sofía. “Yo a mi marido no le pido fidelidad, sino lealtad”. ¿Sabían ustedes que la reina Isabel ocultó siempre una historia macabra sobre dos primas carnales, hijas de un hermano de su madre, a las que mantenía escondidas en un manicomio “para no generar sospechas sobra la posible existencia de genes defectuoso en la sangre de los herederos”? Felipe: “No soy más que una asquerosa ameba que solo sirve para depositar el s*men en la vagina de la reina”, decía. Y no solo en la de la soberana. Su suegro solía decir: “Si tu bragueta hablara”. Se le reconocen seis amantes y al menos dos hijos fuera de su matrimonio. Isabel, al igual que Sofía, ha soportado con gran estoicismo las infidelidades de su marido, prefiriendo ignorar las aventuras amorosas del padre de sus cuatro hijos.
Margarita: la figura más rebelde de la monarquía. Infiel por naturaleza, formó con su marido, el fotógrafo Tony Armstrong Jones “un matrimonio abierto, cada uno con sus aventuras.” Ella acabó siendo la amante de un jardinero, Roddy Llewellyn, su último gran amor a quien conocí personalmente cuando, acompañando a Margarita, estuvo en Marbella invitada por Pitita Ridruejo, esposa que fue del embajador de Filipinas en Londres. Diana: una muchacha muy inestable, simplona, superficial y con una tendencia a la depresión que, apenas sobrepasado el umbral de la adolescencia, llega a una familia que arruina su vida. Porque como ella reconoció: “En mi matrimonio somos tres”. Y lo eran desde el mismo día de su boda porque Carlos ya estaba enamorado de Camilla. Camilla: a pesar de no ser joven ni virgen, Carlos encontró en ella todas las cualidades para luchar por su amor, aunque no se ha conocido una mujer más promiscua y con el mayor número de amantes, independientemente de haber sido una esposa adúltera. Tras la muerte de Diana, fue la mujer más odiada del Reino Unido. Carlos: príncipe de Gales y como tal futuro rey de Inglaterra. Siempre fue un joven inseguro, indeciso, que despedía de sí un hastío agobiante. Admiraba a su tío abuelo, Lord Mountbatten, quien disfrutaba haciendo de alcahuete real poniéndole en contacto con jóvenes, entre estas Camilla Shand, que presumía de haber sido la primera en seducir al príncipe Carlos, con quien acabó casándose a pesar del consejo de su tio: “¡Cuidado, Carlos! Uno no debe casarse nunca con su amante”.
El relevo en la Casa Militar del Rey por problemas de edad, como todo el mundo sabe, puede parecer inoportuno después del polémico chat a Felipe VI de algunos militares retirados. ¿No se podía haber elegido otro momento? (...) Nunca se entenderá que el Rey Juan Carlos otorgara el Toisón de Oro al presidente francés que está a punto de entrar en prisión por corrupto. ¿Se creyó el rey de Francia? (...) Ha declarado que el suegro es dueño de las cuatro saunas de prostit*ción masculina más grandes de Madrid. Pienso que ni a su hija ni a su famoso yerno el tema les debe gustar. (...) A ella le hubiera gustado dar las campanadas con Raffaela Carrà o Laura Valenzuela pero lo hará “con otra” ¿Se la han impuesto? (...) Algo de razón lleva mi admirada amiga: “La longitud del pelo de las señoras está en relación inversa con la edad “. Ella predica con el ejemplo. (...) En la guerra con sus hijastros ha decidido dar una larga cambiada contratando a un prestigioso abogado. Ni aun así. (...) Su 42 cumpleaños no ha podido llegar en el peor momento, señalado por la Justicia por tres delitos. (...) En la esquela en Abc de la ilustre dama fallecida esta semana, figuran los nombres de ocho de diez hermanos. Todos ellos muertos. Es el resultado de morir a los 104 años. ¡Qué solos se quedan los vivos a esa edad!