Artículo de Pedro J sobre Juan Carlos

D

Deleted member 7857

Guest
 
Una vez caído el desaforado Jinete, sobre el caballo ya sólo queda la Silla. Entre los rescoldos de las cenizas del esplendor de lo que un día fue Jockey, ha emergido Saddle.
Ocho años después del cierre del mítico restaurante, un nuevo establecimiento, con las mismas pretensiones de templo gastronómico, ocupa su enclave, en la calle Amador de los Ríos, frente al Ministerio del Interior.



Actualidad_504460203_155546953_855x1140.jpg

Ilustración: Javier Muñoz
La estructura es la misma. En la planta baja ha desaparecido el mullido diván corrido, en el que cada anfitrión sentaba a sus invitados, preferentemente a las damas, y un espectacular lucernario ilumina la madera, el cuero y el latón que contribuyen al confort de un gran salón de ambiente cosmopolita. Arriba quedan, ay, los reservados.

La otra noche un amigo nos invitó a cenar en Saddle y, con el pretexto de conocer los nuevos privados, le arrastré por la escalera, en pos de mis fantasmas. Los espacios siguen siendo los mismos, con el cuarto de baño delante, un comedor mediano a la derecha, el más grande al fondo y los pequeños a la izquierda.

Apenas asomé la cabeza, tras la puerta del que fue el reservado Número Uno de Jockey -ése era su nombre-, el corazón me dio un vuelco. Nada queda de la antigua decoración, ni las paredes de madera, ni las sillas de cuero verde, ni los grabados de jinetes y sementales, ni las esculturas ecuestres de plata maciza sobre la mesa.
Pero allí estaban ellos, el difunto Manuel Prado y Colón de Carvajal y Javier de la Rosa; o al menos sus hologramas, como el Convidado de Piedra o el fantasma de Banquo en la cena de Macbeth, ocupando alternativamente la misma silla, en la misma cabecera de la mesa, en la que se sentaron por separado, aquellas noches de finales del 94 y comienzos del 95, en las que sus palabras me quitaron el sueño.

Primero habló Prado, acariciando uno de los leones de plata con su brazo sano: “Javier siempre ha sido un desequilibrado y ahora dice que he contratado a un coronel del CESID, con Sida terminal, para que le mate en la cárcel… Pero yo siempre he sido y seré leal a la Corona”.
Siguió luego el relato de sus negocios en común, con dinero de los kuwaitíes, y la glosa de una carta del rey Juan Carlosal emir, tras la primera guerra del Golfo. Pero eran esas cuatro palabras las que ahora, como hace un cuarto de siglo, no dejaban de reverberar en mis oídos: “Leal a la Corona”, “leal a la Corona”, “leal a la Corona”…
Prado se desvaneció en el éter y en su lugar apareció De la Rosa, con 22 kilos de menos, tras el paso por la trena, unas cuartillas y un bolígrafo. Repetía su monólogo de aquel 18 de febrero de hace veinticinco años, haciéndose eco incluso de mis interrupciones:
“Todo era para el Patrón… ¿Cómo que qué Patrón? El Borbón, el Rey, hombre. Fueron cien millones de dólares. Primero ochenta y luego veinte más. A través de una cuenta suiza llamada Stuart. Pregúntale a Prado quién es Stuart. Mira, lo único que te puedo decir es que Su Majestad me dio las gracias en el restaurante del Claridge de Londres y que luego llamamos a los kuwaitíes, desde una cabina, para decírselo. ¿Que cómo lo puedo demostrar? Pues porque lo tengo todo grabado en una casete. Primero pagamos ochenta en una cuenta suiza y cuando estaba al caer la suspensión de pagos de Torras-KIO, Manolo me llamó para decirme que el Patrón le preguntaba por el resto. Entonces, pagamos los veinte que faltaban”.
***
Sirva este acápite para poner, al menos, en muy fundada cuestión la tesis de que Juan Carlos I fue un monarca ejemplar que, durante casi cuarenta años, cumplió impecablemente sus funciones como Jefe del Estado, sin más tacha que las debilidades de la carne, hasta que, ya en el inicio de su senectud, se cruzó en su vida una codiciosa aventurera sin escrúpulos, que le arrastró por el camino de perdición de la corrupción económica.
“Todo era para el Patrón… Fueron cien millones de dólares a través de una cuenta suiza llamada Stuart
Tanto ha significado Juan Carlos en mi vida, en el plano personal y profesional -cada conversación a solas daba para semanas de introspección-, pero sobre todo en el simbólico -él ha sido el mascarón de proa de una singladura colectiva de la que sigo orgulloso-, que nada desearía más que atrincherarme en esa última fantasía.
Pero mi raciocinio me lo impide. Si el mero conocimiento de la “donación” en Suiza de los cien millones saudíes -vaya por dónde, otra vez la misma cantidad, cualquiera diría que fuera su tarifa- lo ponía muy difícil, las tremendas revelaciones de María Peral en EL ESPAÑOL sobre el contenido del sumario instruido por el fiscal Bertossa, lo hacen imposible.
Ya no se trata de las insidias interesadas de una maquinadora “diabólica” -como dice Sanz Roldán-, insaciable en la acumulación de riqueza. Lo que hemos puesto, negro sobre blanco, son las declaraciones cautelosas de dos veteranos profesionales del ocultamiento de bienes, como Dante Canonica y Arturo Fassana que, en prevención de males mayores, no han tenido otro remedio que colaborar con la Justicia y levantar el velo de la Fundación Lucum. Han cantado en do menor, como si lo hicieran pisando huevos, pero nunca podremos olvidar lo que hemos leído.
Empezando por la ominosa reunión de comienzos de 2008, en el mismo gabinete del Palacio de la Zarzuela desde el que se paró el 23-F y en el que el Rey despachaba con los jefes de Gobierno. Su propósito no fue otro que “crear una estructura” para esconder en Suiza el dinero que llegaba de Arabia.
Incluso la cuestión del origen del dinero se vuelve secundaria. Lo más verosímil es que fuera una ‘retrocomisión’, a cuenta del sobreprecio pagado por el consorcio del AVE a La Meca que lideraba Villar Mir. Pero la ingenua versión de que fue un mero regalo, “a pure gift” alega Canonica, a cuenta de tantos años de amistad, o sea de favores de la política exterior española a la brutal dictadura de Riad, tampoco mejoraría las cosas. Porque si él no hubiera sido “the King”, tampoco habría recibido “the Gift”.
Lo esencial es que el Jefe del Estado decidió engañar al Estado. Que el refrendatario, sancionador y firmante de las leyes escogió incumplir sus obligaciones legales. Que nuestro más alto cargo público optó por estafar al público. Que el primer receptor de fondos del erario conspiró para sustraer al erario una elevada cantidad de millones, justo cuando más exhaustas y necesitadas estaban sus arcas.
Todo ello denota que el tantas veces autoproclamado “Rey de todos los españoles” tenía una absoluta falta de empatía hacia sus súbditos. Ignoraba sus derechos y carecía del menor sentimiento de compasión hacia los más desfavorecidos, esos parados o arruinados que cruzaban como espectros dolientes las líneas más enfáticas de sus mensajes de Navidad.
En la instrucción sumarial, sólo al fiscal Bertossa parecía importarle la suerte de los españoles. Por eso le preguntó a Fassana “qué sentía Juan Carlos” ante la creciente desdicha de quienes le pagaban la copiosa asignación que le hubiera permitido mantener la más desahogada de las existencias, sin meterse en más dibujos. Y la respuesta fue aterradora: “Llegó a hablarme de la difícil situación económica en España, pero nunca compartió sus sensaciones sobre su situación personal mucho más acomodada”. Hablaban del tiempo, del frío que debía hacer fuera, con un whisky en la mano, al calor de una confortable chimenea.
***
Lo más insoportable es, pues, la hipocresía. La hipocresía de quien, cuando más obligado estaba a permanecer al pie del cañón, mientras en nuestras calles se escuchaban los ayes de los miserables y en nuestras plazas se engendraba el rugido de los indignados, se desplazaba por medios públicos a Suiza, para instalarse en su opulento picadero alpino y recoger allí las maletas repletas de billetes que el gestor Fassana -en una estampa propia de la serie de los hermanos Becquer, Los Borbones en pelota,- depositaba a sus pies y los de su amante.
Lo esencial es que el Jefe del Estado decidió engañar al Estado. Que nuestro más alto cargo público optó por estafar al público
La hipocresía de quien un 18 de abril de 2012 fue capaz de amagar unas lágrimas de cocodrilo, o más bien de gran batracio verde, con su famoso “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”; y un 5 de junio, o sea menos de dos meses después, en lugar de repatriar los fondos escondidos en Suiza, con la excusa de la amnistía fiscal o cualquier otra, decidió transferirlos a la cuenta que Corinnaacababa de abrir a las Bahamas.
De nuevo, lo de menos es si se trató de otro “pure gift”, en el que el receptor de cuatro años atrás era ahora el donante; o de la búsqueda de un nuevo escondrijo para el botín, basado en la ilusa confianza en una fiduciaria, dispuesta a aplicarse los cien años de perdón -uno por cada millón de dólares-, propios de “quien roba a un ladrón”.
Lo de más es que, con ese intervalo olímpico, y a pesar de haberle visto los colmillos al elefante y las orejas al lobo, el alegre farsante que tropezó de madrugada en el escalón de su bungalow en Botswana, decidió, una vez sobrio y recauchutado, volver a engañar al Estado, volver a incumplir las leyes, volver a estafar a los españoles y volver a hurtar esos recursos al erario.
Por desagradable, doloroso e incómodo que resulte, esta pauta de conducta sostenida y reiterada, suscita una cuestión moral insoslayable y obliga a revisar el conjunto del reinado de Juan Carlos I a la luz del afloramiento de un código de valores, propio de un tramposo.
No digo que el que hace un cesto, hace ciento. No digo que lo descubierto ahora convalide automáticamente las vagas acusaciones, de que desde el inicio del reinado, cobraba comisiones por la importación de crudo.
Ni las sospechas sobre su doble juego en el golpe blando del 23-F, abortado por el golpe duro del 23-F.
Ni la afirmación de Ruiz Mateos de que le pagó, por medio de Luis Valls, para que le ayudara tras la expropiación de Rumasa.
Ni esas, tan detalladas como sórdidas, revelaciones de Javier de la Rosa sobre los otros cien millones de KIO.
Ni los rumores sobre el contenido de su connivencia con Mario Conde, en los años anteriores al agujero y la intervención de Banesto.
Ni la inferencia de que los 50 millones ingresados por su primo Álvaro de Orleans, tras la venta del Banco Zaragozano, eran el pago de los Albertos, por haberles ayudado a dar el pelotazo de su vida y encima eludir la cárcel que tanto merecían, tras su condena por estafa.
Ni el convencimiento generalizado de que era él quien movía los hilos de las gestiones de Corinna para ayudar a los rusos a que Lukoil se quedara con Repsol o para constituir el Fondo Hispano-Saudí, con el que, al final, la única que se forró fue ella.
Ni siquiera hago mías las estimaciones del New York Times o Forbes, que cifran en 1.700 millones el monto de su fortuna, o la avispada conjetura, que Revillaformula hoy en este diario, sobre “cuántos millones se habrá quedado para él, cuando le regala 65 a una señora”.
Lo que sí digo es que todo eso debe ser investigado y esclarecido por una cuestión de dignidad nacional. Los españoles de 2020 tenemos al menos el mismo derecho a saber la verdad que tenían los españoles de 1854 cuando, al inicio del Bienio Progresista, se creó una Comisión Parlamentaria para investigar el muy análogo caso de la antigua Regente y Reina Gobernadora María Cristina de Borbón Dos Sicilias.
***
Igual que ocurre con Juan Carlos, las acusaciones contra María Cristina abarcaban más de tres décadas, mezclaban cuestiones de índole personal -su Corinna de toda la vida había sido Fernando Muñoz- con fundadas sospechas de enriquecimiento ilícito, a costa del erario, incluida la sustracción de las joyas de la Corona y los cambios de trazado de las líneas férreas.
No digo que el que hace un cesto, hace ciento. Lo que sí digo es que todo eso debe ser investigado y esclarecido por una cuestión de dignidad nacional
Igual que ocurre con Juan Carlos, se trataba de averiguar el monto de su fortuna oculta en el extranjero, en concreto en Francia e Italia; y no tanto para proceder penalmente contra ella -la inviolabilidad de María Cristina consistía en haber puesto tierra de por medio, con el consentimiento de Espartero-, como para intentar repatriar lo que se pudiera y sobre todo acreditar lo sucedido.
Igual que ocurre con Juan Carlos, no faltaban entonces ni quienes trataban de aprovechar la deshonestidad de María Cristina para estigmatizar a su hija y sucesora Isabel II y acabar con la Monarquía; ni quienes, ante este riesgo, preferían que la Nación entera metiera la cabeza bajo el ala.
Frente a unos y otros, se escuchó en el Congreso la voz de Patricio de la Escosura, hombre fuerte del que también era un gobierno de coalición -entre progresistas y liberales-, y amigo de juventud de Larra: “¿Qué progreso habría hecho la especie humana, si estuviésemos todavía en los tiempos bárbaros en que una infamia de un individuo alcanzaba a toda una familia entera? ¿No sabemos que una de las excelencias del gobierno representativo consiste en convertir la persona en institución?... La Reina tiene otra gran familia que no será deshonrada por proceso ninguno: la verdadera familia de la Reina es el pueblo español”.
El argumento de Escosura convenció a muchos indecisos y las Cortes aprobaron -atención, por unanimidad- constituir la Comisión que investigara a la antigua Regente. Sus trabajos duraron año y medio y abarcaron asuntos tan diversos como la testamentaría de Fernando VII, las concesiones de ferrocarriles al marqués de Salamanca y otros amigos del clan del Palacio de las Rejas que habitaban los Muñoz o el papel de María Cristina en la intentona de secuestrar a su hija -el 23-F de la época- que desembocó en el fusilamiento del ingenuo y caballeroso Diego de León.
Las conclusiones de la Comisión consideraron probadas algunas de las acusaciones y otras no. María Cristina -hábilmente defendida por el abogado y prócer progresista Manuel Cortina- quedó, en todo caso, retratada para la posteridad como alguien que -en palabras de Isabel Burdiel- “había sido incapaz, a lo largo de toda su vida, de distinguir entre su propio beneficio y los intereses del Estado”.
La mayoría de los especialistas del período coincide en que el ejercicio de escrutinio parlamentario que supuso la investigación sobre la madre de la Reina, reforzó a la Monarquía y relanzó la popularidad de Isabel II. Hasta el punto de darle una nueva oportunidad de consolidar el trono en la década y media que transcurrió entre las revoluciones de 1854 y 1868. Cuestión distinta es que la desaprovechara.
Este antecedente histórico debería estar en la cabeza de los líderes de los partidos constitucionales, pues sería un error entregar a Pablo Iglesias la baza de colocarnos ante el espejo de lo que ha sido parte crucial de nuestro pasado inmediato. Y debería estar, sobre todo, en la cabeza de aquel niño tan rubio, de cabellos rizados, que el día que cumplió quince años nos contó a Pilar Urbano y a mí, delante de un telescopio naranja, en la terraza del Palacio de la Zarzuela, lo mucho que admiraba a su padre, lo mucho que quería convertirlo en su ejemplo, para poder parecerse a él algún día. Tendrá que tirar por la ventana la foto del Jinete, si quiere cumplir con el deber de conservar la Silla.
 
Todo lo q dice PedroJ ya lo publico en su día en El Mundo, en artículos firmados, para que no hubiera duda de su veracidad.

Lo que pasa es q los que están en el gobierno ahora debían estar leyendo el pais o bebiendo cañas, y no saben nada.

Lo del Claridge en Londres, cuando el patrón en persona se presentó para poder cobrar lo que los kuwaitíes remoloneaban... está publicado en su tiempo.

Falta el meollo, lo gordo: Duque de Hernani, Duque de Hernani, Duque de Hernani, Antonio Herrero.... Y tambíen está publicado. Duque de Atarfe, está publicado, solo hay que haberlo querido leer y conocer el país que se gobierna, que debería ser una obligación.

Lo de Corinna es una estupidez al lado de lo gordo.
 
El robo de la colección ‘Duque de Hernani’ por la Familia Real española

Publicado el 5 noviembre, 2018 por La Klave


En 1976, la familia real española, en colaboración con la segunda mujer del Duque de Hernani, Teresa Mariátegui, y varios funcionarios públicos, elaboran un plan para apoderarse de la colección de pintura y arte Duque de Hernani y vender una parte de la misma al objeto de tener un capital en el extranjero. El plan consiste en falsificar la sucesión del anciano Duque y al tiempo, destruir la documentación de la colección para evitar cualquier reclamación de los legitimarios..
El_martirio_de_San_Bartolome-_1666-_Oleo_sobre_lienzo-_Coleccion_de_Algur_H-_Meadows-_Dallas-_Texas-_USA_EDIIMA20130322_0281_14

EL ducado de Hernani fue creado hace un siglo por Alfonso XIII, para recompensar a un salvaje que abofeteaba a los que se atrevían a criticar en su presencia al monarca. En la monarquía resulta sencillo ser duque o marqués. Se trata de un privilegio real, entregar títulos de tierras españolas, porque las consideran propiedad suya por derecho divino sin molestarse en consultar la opinión de los vasallos.
Se llamaba el primer duque de Hernani Manfredo Luis de Borbón y Bernaldo de Quirós (1889-1979), y ya ostentaba el ducado de Ánsola por herencia, cuando el 11 de agosto de 1914 le fue otorgado el de Hernani por real capricho. Se decía que no era hijo de su presunto padre, Luis Jesús de Borbón y Borbón (1864-889), duque de Ánsola, grande de España, sobrino de Francisco de Asís de Borbón, más conocido por el mote de Doña Paquita, el rey consorte de la golfísima Isabel II. La madre, Ana Germana Bernaldo de Quirós (1866-1934), también grande de España por ser marquesa de Atarfe, era hija de María Cristina Muñoz y de Borbón, hija a su vez de la reina gobernadora, María Cristina de Borbón, viuda del criminal rey Fernando VII. Contaban los chismosos de la Corte que el verdadero padre de Manfredo Luis fue el notorio amante de su madre, Manuel Méndez de Vigo y Méndez de Vigo (hijo de dos primos hermanos) con quien se casó en segundas nupcias quedar viuda.

El “Tío Manfredo” se casó en dos ocasiones sin tener descendencia, por lo que no tenía más familia que los Méndez de Vigo, la rama nacida de los hijos de su padrastro, a la cual se mantenía muy allegado. Especialmente estrecha era la relación con su sobrino Francisco Javier Méndez de Vigo y del Arco, al que todas las evidencias apuntaban como sucesor en el ducado y heredero del patrimonio. Sin embargo a la muerte del duque apareció un testamento en el que dejaba el patrimonio en herencia a su viuda Teresa Mariátegui, y el ducado a Margarita de Borbón, hermana del Rey Juan Carlos I.
Dados sus antecedentes familiares, “Tío Manfredo”poseía una gran fortuna, y una valiosísima colección de 681 cuadros, firmados por algunos de los más ilustres artistas desde el Renacimiento, como Tiziano y Rembrandt, de valor incalculable por eso mismo. Se los tasó en mil millones de euros, aunque al tratarse de piezas únicas es imposible valorarlas con un precio ajustado en un mercado artístico sin referencias adecuadas.
Diversas voces hablan de la falsificación de la firma del testamento, de la no publicación en el BOE del Real Decreto por el que se cedía el título nobiliario a la infanta Margarita y de la manipulación, por parte de la Casa Real, de la viuda del duque, probablemente indiferente a la colección de arte de su marido. Desde entonces la despechada familia Méndez de Vigo ha tratado de llevar a los tribunales a la Familia Real en repetidas ocasiones en un intento vano por recuperar lo que, afirman, les pertenece. Otras veces han sido ellos los querellados por injurias al Rey.
La batalla comenzó tras la muerte del aristócrata a los 91 años por una de las mejores colecciones de arte del país y un Ducado que todos en la familia creían que terminaría recayendo en su sobrino Francisco Javier Méndez de Vigo y del Arco, a quien su tío ya en 1969 traspasó uno de los tres títulos nobiliarios que llegó a ostentar. Pero el sobrino se quedó con un palmo de narices al comprobar que se modificaba el orden sucesorio del Ducado. Nunca sería el II duque de Hernani.
Actualidad_187746421_26565585_1024x576


Tras la muerte de Manfredo en 1979, la herencia del Duque de Hernani fue robada por el rey y el jefe de la casa real Sabino Fernández Campos. Juan Carlos firmó el Real Decreto que colocaba a su hermana ciega Margarita como sucesora del título del Duque de Hernani, como si fuera familia del finado y después Sabino falsificó el testamento del Duque adecuándolo al Real Decreto. La familia real vendió después algunos cuadros a museos extranjeros a través del anticuario de Madrid Manuel González y de la empresa Sotheby’s, en donde la infanta Pilar (la otra hermana del rey) desempeñaba un papel directivo.
Los compradores fueron el museo Byron de Texas, el Metropolitano de Nueva York, museos de Chicago y Brasil, además de algunas colecciones particulares en Inglaterra. Para ocultar las ilegalidades de estas exportaciones, toda vez que se trataban de bienes de interés cultural, Alfonso Pérez Sánchez, por entonces director del museo del Prado, adulteró los inventarios del museo, borrando la localización de las obras en España. Y con el mismo fin Felipe Garín Llombart, director del Instituto del Patrimonio Histórico sustrajo los expedientes de la colección Hernani, con cuadros de Tiziano, Veronés, Caravaggio, Rubens, Rafael…, sin duda la colección de arte en España más importante después de la Thyssen.
Sabino Fernández Campos resulta ser la persona fundamental del robo. La reina Sofía en cuanto conocen su última enfermedad y ante la imposibilidad de ocultar por más tiempo la colección en España decide sacar fuera los cuadros antes de que sea demasiado tarde. En septiembre del 2009 la Casa Real comunicaba que Urdangarín y su esposa la infanta Cristina fijaban su residencia en Washington por motivos laborales, sin embargo la razón era otra; fue la reina la que ordenó sacar de España la colección de Hernani y guardarla en la nueva residencia, produciendo el mayor daño que jamás se haya hecho al patrimonio artístico español.
La muerte de Sabino en diciembre del 2010 marca un antes y un después en la familia real. El caso NÓOS en el fondo es un alivio para la reina y Urdangarín, que les aparta de la salida de los cuadros y justifica su residencia en Washington, como también es un alivio para los dos saber que el Estado español no puede reclamar las obras porque no es el propietario.
El robo de todos los documentos
El primer paso de la operación consiste en el robo de los documentos de la colección que se encuentran en el domicilio del Duque para prevenir las posibles reclamaciones de los dueños de los cuadros que se van a robar. Así, en la noche del 23 de febrero de 1977, dos falsos sirvientes, que habían sido contratados dos meses antes, proceden al robo de los documentos tras narcotizar al resto del personal. Los falsos sirvientes abandonan la casa llevándose los títulos de propiedad de las obras, además de 17 cuadros de la colección, con destino a Portugal.

Nueve días después, la misma Casa Real, por medio de la policía, filtra la noticia del robo a la prensa y, el 2 de marzo de 1977, se publica la noticia en España haciendo hincapié en el robo de los cuadros y sin hacer mención a los documentos. A los dos meses, los cuadros aparecen en Portugal y se detiene a los delincuentes, pero los documentos no se mencionan. En 1979, la familia del Duque de Hernani descubre que nunca se abrió el proceso penal por este robo. Se trataba de un montaje y nunca se supo nada más de los falsos sirvientes.
Sacred+Made+Real+Exhibition+Opening+Reception+8ED5Ul9S0Hrl

La falsificación de los testamentos
El 6 de enero de 1979 fallece, a los 91 años, el anciano Duque de Hernani, y la familia real se apodera de los cuadros, una parte de los cuales se encontraba depositada en el Museo del Prado. Para no levantar sospechas, falsifican el último testamento del Duque y colocan a la segunda esposa del causante, Teresa Mariategui Arteaga, como heredera única , pero actuando como testaferro hereditario que después les entregaría los cuadros. Paralelamente, para justificar la posterior aparición de los cuadros en el patrimonio privativo de la familia real, el rey, otorga un real Decreto en el que permite que el Ducado de Hernani sea ostentado por su familia, concretamente por su hermana Margarita, bajo el pretexto de haber recibido una carta del Duque en el que le transmite su deseo de modificar, por testamento, la línea de sucesión del ducado. Naturalmente, esta carta es falsa.
Encubrimiento del robo y de la estafa
Los errores cometidos por la familia real al realizar el robo y la estafa permiten descubrir la operación. Se genera entonces un intenso trafico de influencias, dirigido al encubrimiento de los delitos que, en realidad, es una huida hacia delante de la familia real .

El primer error de la familia real es olvidarse de pagar los impuestos sucesorios de la testaferro, dejando en evidencia que no había recibido la herencia. Para demostrar que Teresa Mariátegui es una vulgar testaferro de la casa real, la familia del Duque de Hernani formula contra ella Denuncia Publica por impago de los impuestos , y, efectivamente, la Delegación de Hacienda de Madrid , recibe la orden de paralizar la Denuncia Publica 40/86 para no dar al traste con el robo y la estafa real. En 1993, el Delegado de Hacienda intenta quitársela de encima y falsifica una valoración de los cuadros, de acuerdo a las directrices de la compañía Sotheby’s, en la que trabaja la Infanta Pilar de Borbón, y emite una resolución en la que valora la colección en 25 millones de pesetas.
La Resolución es recurrida y en la actualidad, el procedimiento de la Denuncia Publica 40/86 se encuentra acumulado a las Diligencias Previas nº 6049-95 del Juzgado de Instrucción nº 46. La Agencia Tributaria y Sotheby’s dicen ahora que han perdido los expedientes.
El segundo error de la familia real fue robar los títulos de propiedad de los cuadros del domicilio del Duque de Hernani, sin darse cuenta que eran copias de otros documentos originales que se encontraban en los archivos del Patrimonio Histórico Español. Cuando se contrasta la documentación del Instituto del Patrimonio Histórico con la documentación que se confeccionó para vender los cuadros robados al extranjero, por medio de testaferros, se descubre en seguida que está falsificada. Para solucionar este problema la familia real acude, de nuevo, al abuso de poderes y se hacen desaparecer del Instituto los expedientes 518 y 110 de la colección Duque de Hernani.
Y no sólo eso, sino que, para no dejar ningún vestigio sobre la verdadera propiedad de los cuadros, se procede a la falsificación del Inventario General del Museo del Prado. Pese a todo, el encubrimiento resulta inútil porque la familia del Duque de Hernani consigue reconstruir los expedientes sustraídos con los duplicados de dichos documentos que obraban en el Instituto y que, por error, se olvidaron de sustraer.
DBZu3TUXUAEFiWc

Descaro de la Familia Real
Cuando ya resulta imposible ocultar que la familia real llevó a cabo el robo y estafa de la colección Hernani, la única solución que se le ocurre al jefe de la Casa Real, Sabino Fernández, es amenazar expresamente a todos los medios de comunicación españoles para que no publiquen nada sobre el asunto. La amenaza, que permanece en pié, se recoge por primera vez en la emisora C.O.P.E. programa de Antonio Herrero del día 28 de septiembre de 1994. Evidentemente la amenaza se extiende a todo los cargos públicos.

Al poco tiempo fallece la testaferro, Teresa Mariátegui Arteaga, de quien ya se habían olvidado, y deja un testamento en donde se revela que no ha recibido los bienes de la herencia de su marido. La familia real, haciéndose todavía la ilusión de que nadie les ha descubierto, acude entonces al Director General del Registro y del Notariado para que les falsifique otro Certificado de Ultima Voluntad en el que se incluyan dos testamentos falsos posteriores. El Director General hace el encargo, con lo cual hay ahora dos certificaciones de ultima voluntad , además de dos testamentos falsos añadidos.
Como ultimo recurso, la familia real intenta el blanqueo judicial del robo y estafa de la colección Duque de Hernani sin tener que devolver los cuadros robados. Algunos jueces siguen el peligroso juego. El Tribunal Supremo les confirma como sucesores del Duque de Hernani despreciando la documentación falsificada. El Juzgado de Instrucción nº 46 paraliza todas las investigaciones sobre el paradero de los cuadros y hace inútiles las querellas criminales presentadas contra ellos.
 


PLEITOS | EL MARQUÉS REBELDE


INJURIAS Y LA HERENCIA DEL DUQUE DE HERNANI

La batalla contra el Rey de un Grande de España

ILDEFONSO OLMEDO


1035796424_p.jpg
La batalla comenzó a la muerte, a los 91 años, de «tío Manfredo», un aristócrata que siempre habló arrastrando la erre con acento francés y vestía ligas en la pantorrilla. Tres veces Grande de España, Manfredo de Borbón y Bernaldo de Quirós (1888-1979) poseía una de las mejores colecciones de arte del país (la Duque de Hernani) y un Ducado que todos en la familia creían que terminaría recayendo en su sobrino Francisco Javier Méndez de Vigo y del Arco, a quien ya en 1969 «tío Manfredo» traspasó uno de los tres títulos nobiliarios que llegó a ostentar, el de Marqués de Atarfe. Pero el sobrino, hijo de un diputado a Cortes nombrado gentilhombre por Alfonso XIII en pago a que abofeteó en el hemiciclo a alguien que osó insultar al Rey, se quedó con un palmo de narices al comprobar que se modificaba el orden sucesorio del Ducado. Nunca sería el II duque de Hernani. Ahora eran ellos los abofeteados.

Por Real Decreto no publicado en el BOE, el título nobiliario terminó pasando a la infanta Margarita, hermana de Don Juan Carlos. Una decisión luego sancionada por el Tribunal Supremo y nunca aceptada por los herederos naturales del duque como de ley.

Todo aparentemente obedecía a la decisión del duque muerto, «tío Manfredo», quien en su testamento dejaba el título de duque a la hermana del Rey y su patrimonio a su viuda, Teresa Mariátegui, su segunda esposa. Desde entonces, los Méndez de Vigo andan en querella permanente con la Familia Real. Sostienen que en aquel testamento, la firma del duque está falsificada, y que ellos y toda España son víctima de un complejo plan concebido desde las alturas para hacer desaparecer la colección de arte del duque.

El último episodio de esta guerra donde no faltan escudos de armas se libró este miércoles en la Audiencia Nacional. El hijo del marqués, el abogado Luis Méndez de Vigo, fue condenado por injurias al Rey a una multa de 2.190 euros. Según el fiscal, en la maraña de procesos judiciales abiertos tras la muerte del duque, el acusado implicaba reiteradamente a la Familia Real en la elaboración de un plan «para falsificar toda la sucesión del duque de Hernani y estafar la herencia a sus herederos», en alusión a la pinacoteca de «tío Manfredo», perteneciente al Patrimonio Histórico desde la Ley de Patrimonio Artístico de 1933.

Es una guerra con paisaje de fondo, y dos ramas de los Méndez de Vigo disparando con querellas que apuntan a lo más alto del Estado, ensombrecen la gestión de sucesivos directores del Prado y salpican a notarios, marchantes de arte y altos cargos de Hacienda y Bellas Artes. Porque a la escaramuza del contencioso por el título del Ducado ha seguido toda una retahíla de denuncias (ante Hacienda unas, y otras en juzgados) que pretende hacer aflorar los más de 600 cuadros de la colección. Algunos, aunque en su mayoría eran inexportables, están hoy colgados en museos de medio mundo: el Meadows Museum de Dallas (Texas), el Metropolitano de Nueva York, el Museo de Chicago... Los no vendidos siguen en su mayoría en paradero desconocido. Cuando los Méndez de Vigo empezaron a investigar, también se esfumaron, pero esta vez de los archivos del mismísimo Instituto de Patrimonio Histórico, las actas (de número 110 y 518) que desde los tiempos de la guerra certificaban la existencia de los 681 cuadros de la colección Duque de Hernani, considerada un segundo Museo del Prado.

Sí se sabe la historia de uno de aquellos lienzos, y precisamente no de los más valiosos (hay de Tiziano, Carpaccio, Rembrandt, Goya...), comprado por El Prado a la viuda del duque de Hernani, Teresa Arriategui Arteaga, en 1991. Se trata de Bodegón de caza, hortalizas y frutas, firmado y fechado en 1602 por Fray Juan Sánchez Cotán. Se pagó por él 450 millones de pesetas en una controvertida adquisición. Poco antes, en 1988, y gracias precisamente a una de las denuncias de los Méndez de Vigo, la Inspección de Hacienda descubrió que la heredera del duque no había recibido en herencia, como declaró, sólo tres obras pictóricas. En varios registros, se encontraron más de un centenar de cuadros que terminaron siendo valorados por Edmund Peel (Sotheby's, donde entonces trabajaba la infanta Pilar) sólo en 25 millones. Aparte, apareció un grupo de 11 cuadros de indiscutible valor, que habían participado en recientes exposiciones, por los que tampoco fue sancionada la viuda al haberse acogido, según se dijo, a la amnistía fiscal de la Ley 16/1985 de Patrimonio Histórico. La Administración parecía indulgente. La viuda falleció en 1996, 17 años después que su esposo Manfredo de Borbón, el duque.

«Tío Manfredo» era hijo póstumo de Luis Jesús de Borbón, hijo a su vez del infante portugués Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza, biznieto de Carlos III. La madre de Manfredo, Ana Germana Bernaldo de Quirós, marquesa de Atarfe, se casó en segundas nupcias con Manuel Méndez de Vigo y Méndez de Vigo. Del segundo matrimonio nació aquel gentilhombre que defendió a Alfonso XIII y terminó muriendo en la Guerra Civil dejando huérfano a quien hoy es marqués de Atarfe.

La tela de araña genealógica nos sitúa así en 1940, recién concluida la contienda fratricida. A «tío Manfredo», duque de Hernani desde 1919, la única familia que le queda son los Méndez de Vigo. Hecha mano de su sobrino el día que, desde el museo de El Prado, le reclaman para devolverle los cuadros de su colección de arte, incautados durante la guerra, como todos los del Patrimonio Histórico, por orden de Pablo Picasso, entonces director del museo. «Yo estaba con él», aún recuerda el marqués de Atarfe, de 82 años, «cuando le devolvieron todo. Le dieron unas listas larguísimas, con todas las obras de arte requisadas de sus domicilios, especialmente de la casa de la calle Miguel Ángel, donde residía en 1936. Él reconoció como suyas las obras y retiró una parte... Ya antes, cuando se libera Madrid, el tío Manfredo me pide que le acompañe al Casón del Buen Retiro, y allí le explican que le van a devolver sus cuadros».

Las relaciones entre tío y sobrino nunca se rompieron. «En 1969, en el mismo BOE en que se nombraba marqués de Peralta a Escrivá de Balaguer, salía mi nombramiento, por expreso deseo de tío Manfredo (además de Hernani era duque de Ansola y hasta entonces marqués de Atarfe), como III marqués de Atarfe». Siguieron viéndose aún cuando el marqués y su familia estableció su casa en la capital portuguesa, entre los años 1960 y 1974. Por la casa madrileña de «tío Manfredo» pasaban a menudo las distintas ramas de los Méndez de Vigo. Primero residió en un palacete en la calle O'Donell, que rebosaba de cuadros (se sabe, porque existe su firma en los expedientes, que sólo retiró del Prado 141 lienzos). Mientras tanto, primero en Estoril y luego en Lisboa, el marqués de Atarfe y sus hijos coincidían frecuentemente con Don Juan de Borbón, exiliado. «Mi hijo mayor Javier», dice el marqués, «recibió clases junto con la infanta doña Margarita. Les aleccionaba una tal señorita Hidalgo. Doña Margarita tenía un oído musical fenomenal».

REUNIÓN EN ZARZUELA
Hoy, todo vínculo entre estos grandes de España y los hijos de Don Juan de Borbón está roto. La última vez que el marqués vio cara a cara al Rey, en 1991, fue en una reunión en palacio con todos los nobles del reino. Aún el segundo hijo del marqués, el abogado condenado esta semana por injurias, no había fundado (lo hizo en 2001) el Partido Republicano del siglo XXI.

La batalla se multiplica en todos los frentes. Por un lado, el hijo del marqués, el condenado, que cita palabras de Manuel Azaña en lo que dice es una lucha en defensa del Patrimonio Nacional: «El Museo del Prado pasa por delante de la Monarquía y la República juntas». Por otro lado, Ana Germana Méndez de Vigo, sobrina del marqués, criada en Francia e imbuida por los principios con los que hace siglos se tomó La Bastilla para abolir las clases sociales: «Libertad, igualdad y fraternidad». Ambos, cabeza en este contencioso de una enorme familia de abolengo, se niegan a aceptar que «tío Manfredo» dejara como heredera universal de todos sus bienes a su viuda y se olvidara de su familia, los Méndez de Vigo. También que pidiera en vida el cambio en la línea sucesoria del Ducado. Hablan, y lo han puesto por escrito en cartas a la Casa Real, al presidente del Gobierno, al fiscal General de Estado, etc., de firmas falsificadas, de testamentos falsos, de testaferros que venden cuadros... «Banda de malhechores» es la expresión que acuñan para denunciar lo que consideran un expolio en toda regla de Bienes de Interés Cultural. El grueso de sus acusaciones -incluida una querella criminal incorporada en febrero de 2000 contra «la familia real española por robo, estafa y falsificación sobre bienes del Patrimonio Histórico»- están acumuladas en las diligencias previas 6049/95 del Juzgado de Instrucción número 46 de Madrid, que acaban de ser archivadas tras casi siete años en la sede judicial y después, según ellos, de abrir más interrogantes que cerrar. Y fue en la tramitación de una de esas diligencias en el juzgado donde el hijo del marqués, según la sentencia de esta semana de la Audiencia Nacional, injurió al Rey. Pero las espadas siguen en alto. También los antepasados de «tío Manfredo» se enfrentaron a los Borbones de España. Carlista fue un tiempo el infante Sebastián Gabriel de Borbón y Berganza. Republicano es ahora el hijo del marqués.
 
Lo de que el Yayo cobraba comisiones por el petroleo, lo dijo Felipe González en la tele. Yo lo vi. Dijo que habían tenido un problema con la adquisición de petróleo, que nadie nos quería vender y que el Yayo había visitado a los árabes y había conseguido que nos vendieran. Que a cambio recibía unos céntimos por barril y que a él ( presidente del gobierno) le parecía bien.
Yo no se cuantos años fueron, pero de ahí viene el grueso de su fortuna. Con la aprobación del gobierno.
Pedro Jota , no tiene por qué dudarlo si el mismo presidente lo confirmo en un medio publico.
 
Queridas cotis, como éste año lamentablemente no podemos ir a mi querido pais,y rememorando a mi querido Madrid y mi querida Asturias, me estoy tomando un cubata (algo que solo suelo hacer en suelo español) y con el puño en el corazón digo alto y claro que MI PAIS NO SE MERECE ÉSTA :poop::poop::poop::poop: ni las traciones que sufre desde hace tanto tiempo.

Por ello brindo con mi cubata: POR VOSOTROS Y POR ESPAñA. SIEMPRE POR ESPAñA y al que no le guste QUE SE LARGUE!

200w.gif

La semana que viene, CON SIDRINA! Vamos, que me voy cabreando y voy a envocar a Santiago y al Rey Pelayo para que echen fuera toda la :poop::poop::poop:
 
Lo de que el Yayo cobraba comisiones por el petroleo, lo dijo Felipe González en la tele. Yo lo vi. Dijo que habían tenido un problema con la adquisición de petróleo, que nadie nos quería vender y que el Yayo había visitado a los árabes y había conseguido que nos vendieran. Que a cambio recibía unos céntimos por barril y que a él ( presidente del gobierno) le parecía bien.
Yo no se cuantos años fueron, pero de ahí viene el grueso de su fortuna. Con la aprobación del gobierno.
Pedro Jota , no tiene por qué dudarlo si el mismo presidente lo confirmo en un medio publico.
Y eso lo ven como excusa? Gracias a ese tipejo los españoles pagaron el.petroleo más caro de Europa. Osea que el "Jefe de Estado" cobraba comisiones por defender los intereses de los ciudadanos? Eso va incluido en su puesto y en los impuestos de los ciudadanos que le pagaban la vidorra a él y su familia. Es como si Merkel cobrase comisiones por contratos que hace Alemania con empresas extranjeras. Que asco de tipejo.
 
Y pensar que cuando Felipe dijo que se casaba con Letizia Ortiz Juan Carlos le gritó: “¡Te vas a cargar la monarquía!”
Él solo se encargó de eso.

Aclaración: soy republicana. No defiendo ninguno de ellos. Solo me gusta subrayar la autoridad moral de JC. :cool:
 
Back