El tío del Rey Juan Carlos: heredero al trono durante 10 días y muerto en extrañas circunstancias

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El tío del Rey Juan Carlos: heredero al trono durante 10 días y muerto en extrañas circunstancias
  • EDUARDO ÁLVAREZ
Miércoles, 17 junio 2020 - 01:56
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Jaime de Borbón y Battenberg, segundo hijo de Alfonso XIII y tío de...


Jaime de Borbón y Battenberg, segundo hijo de Alfonso XIII y tío de Don Juan Carlos. DR
Se han cumplido 35 años desde que los restos mortales de Jaime de Borbón y Battenberg fueron traslados al panteón de infantes del Escorial. Era el lugar que le correspondía para su eterno descanso como segundo hijo de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg, Ena. Aunque el segundón real a punto estuvo de alcanzar la gloria dinástica porque llegó a soñar con ser nada menos que rey de España o, al menos, a que lo fuera su hijo, Alfonso de Borbón y Dampierre, padre a su vez del inclasificable Luis Alfonso de Borbón, quien hoy se pasea por el mundo como Luis XX, duque de Anjou, reconocido como rey de derecho de Francia por los legitimistas -en rabiosa rivalidad con los orleanistas-, aunque en España ni se le reconoce como príncipe ni mucho menos su pretendido tratamiento de Alteza Real.
Fue Jaime de Borbón y Battenberg un infante atormentado, que sufrió no pocas penurias del alma, aunque también destacó por una especial sensibilidad y una capacidad de superación que le valieron grandes elogios en su tiempo, en especial en los años de juventud cuando ni él ni nadie imaginaban el exilio de la familia real española; el advenimiento de la II República, la renuncia a sus derechos dinásticos del hermano de nuestro protagonista, el Príncipe de Asturias, Alfonso de Borbón y Battenberg; la maniobra de Alfonso XIII para otorgar entonces la corona a Don Juan,padre de quien reinaría como Juan Carlos I; y tantos otros acontecimientos que marcan una apasionante biografía. En ella no faltan desde luego traiciones familiares, un matrimonio infeliz con la muy resentida Emanuela Dampierre marcado por las infidelidades y hasta una muerte en extrañas circunstancias nunca del todo aclaradas.
Victoria Eugenia de Battenberg y Alfonso XIII, antes de casarse.

Victoria Eugenia de Battenberg y Alfonso XIII, antes de casarse.DR
Jaime Leopoldo Isabelino Enrique Alejandro Alberto Alfonso Víctor Acacio Pedro Pablo María de Borbón y Battenberg -con esta retahíla de nombres fue bautizado- llegó al mundo el 23 de junio de 1908 en La Granja de San Ildefonso (Segovia), el palacio al que los Reyes solían trasladarse a finales de cada primavera. Para entonces, el matrimonio de sus padres, Alfonso XIII y la inglesa Victoria Eugenia ya estaba roto. Y no sólo por las constantes infidelidades del monarca, sino también por la gran desilusión y sufrimiento que a éste le había causado saber que su primer vástago, el heredero al trono -que había nacido un año antes que Jaime-, padecía la maldita enfermedad, el mal de los reyes, la piel de cristal, la hemofilia, vamos.
Coinciden los historiadores en que Jaime nació con una infección en el oído interno que se agravó con el paso de los meses y que le condenaba a una progresiva pérdida de audición. Y, al parecer, con cuatro años, tras ser sometido a una operación para intentar curarle una mastoiditis, se quedó completamente sordo. Lo que entonces se consideraba como una deficiencia física que en círculos como el de la Corte resultaban hasta vergonzantes, marcó completamente la vida del Infante, quien fue creciendo como una persona bastante retraída, muy introspectiva, tranquila y sensible.
La reina Victoria Eugenia, viendo jugar a sus dos hijos mayores, Alfonso y Jaime.

La reina Victoria Eugenia, viendo jugar a sus dos hijos mayores, Alfonso y Jaime.DR
Los Reyes hicieron lo indecible por intentar curar la sorderade su hijo, sometiéndole a los más avanzados tratamientos de la época, enviándole a médicos en distintos lugares de Europa. Todo en vano. Fue educado en Palacio por dos monjas que tenían experiencia en pedagogía con niñas sordas y ciegas en Madrid. Y la estricta formación de las religiosas dio grandes frutos, ya que el Infante aprendió la lectura labial y a hablar español. Eso le permitió durante toda su vida entender al menos lo que le decía un interlocutor, aunque no pudo participar nunca, claro, de conversaciones grupales y en las reuniones sociales a las que tuvo que asistir en calidad de su rango siempre se sentía algo desplazado. Llegaría a ser capaz de expresarse más o menos en francés, inglés, alemán e italiano. Jaime suplió la limitación que representaba la sordera con una gran capacidad de superación y se entregó a sus principales aficiones, como el deporte -para envidia de su hermano mayor, Alfonso, quien apenas podía moverse por temor a sufrir el mínimo rasguño que le hiciera desangrarse- o el arte.
En 1921 fue creado caballero de la Orden del Toisón de Oro; en 1925 recibió el Gran Collar de la Orden de Carlos III; y en 1931 el de la Orden de Isabel la Católica, al tiempo que fue gran comendador de la Orden de Calatrava. Fueron aquellos tiempos en los que don Jaime representó también a su padre, el rey, en distintos actos oficiales de la Corona.
Alfonso, hermano de de Borbón y Battenberg, quien renunció a sus derechos dinásticos.

Alfonso, hermano de de Borbón y Battenberg, quien renunció a sus derechos dinásticos.EM
La vida de todos los Borbones dio un giro de 180 grados en 1931 con la proclamación de la II República y el obligado exilio de toda la familia real a Francia, que se acabó instalando en Fontaineblau. Entonces, el Infante completó su formación en el Instituto Nacional de Sordomudos de París.
Alfonso XIII mantenía viva la esperanza de recuperar el trono y se dejaba querer por toda clase de intrigantes que acudían a cumplimentarle a Francia, desde donde veían las dificultades que enfrentaba el nuevo régimen republicano. Y, a pesar de la hemofilia, el rey seguía viendo a su primogénito como Príncipe de Asturias y, por tanto, como sucesor a la Corona. Pero a don Alfonso los aires parisinos y la atmósfera del sanatorio suizo donde estuvo recluido algún tiempo le debieron de hacer ver que el trono madrileño quedaba ya muy lejos. Y, enamorado de la rica cubana de origen español Edelmira Sampedro y Robato, el 11 de junio de 1933 renunció formalmente a sus derechos dinásticos, para sí y para sus descendientes, con tal de poder casarse con la mujer de la que se había prendado y que por primera vez en mucho tiempo le hacía sentirse feliz, aunque poco durara la alegría en este caso no en la casa del pobre sino en la del rico.
Esa renuncia histórica convirtió a nuestro protagonista, el infante Jaime, automáticamente en Príncipe de Asturias. Durante 10 días fue el legítimo heredero de la Corona española. Pero Alfonso XIII no veía en su segundo hijo, un sordo incapaz de mantener hasta una conversación telefónica, como su sucesor y menos ante la gran empresa que afrontaban los Borbones para intentar recuperar el trono. De modo que el rey maniobró y obligó a don Jaime a renunciar a sus derechos dinásticos, para sí y sus descendientes. Los principales consejeros del monarca en el exilio -entre ellos José Calvo Sotelo, el duque de Miranda, el conde de Riudoms y el marqués de Torres Mendoza- persuadieron al infante, quien siempre había sido maleable de carácter y que sentía por su padre un respeto rayando en el temor -bien distinto era el afecto que sentía por su madre, Ena, o incluso por sus hermanos-. Alfonso XIII prometió a su hijo que su bienestar económico estaría garantizado de por vida y le otorgó el título de duque de Segovia para que se apartara para siempre de la línea sucesoria. Su lugar lo ocupó su hermano Juan. Ahí está el origen de la historia que en 1975 sentaría en el trono a Juan Carlos I.
Alfonso XIII y sus hijos: de pie y de izquierda a derecha, María Cristina, Alfonso y Juan. Sentados: Jaime, Gonzalo y Beatriz.

Alfonso XIII y sus hijos: de pie y de izquierda a derecha, María Cristina, Alfonso y Juan. Sentados: Jaime, Gonzalo y Beatriz.DR
También está ahí el origen de la historia que protagoniza el antes mencionado Luis Alfonso de Borbón. Porque la renuncia a los derechos del trono español no incluía los derechos históricos al trono de Francia, como cabeza de los Borbones que en ese momento era don Jaime. Y, de hecho, los legitimistas le consideraron desde entonces como rey de derecho galo, al igual que ocurriría después, a su muerte, con sus sucesores, su primogénito, el duque de Cádiz, y fallecido éste, su hijo Luis Alfonso -descendiente a su vez del dictador Franco, de quien su madre Carmen Martínez-Bordiú es nietísima-.
El modo en que se produjo la renuncia de don Jaime y el reconocimiento de don Juan era cuestionable en muchos aspectos. Y el propio Alfonso XIII lo sabía. Por ello, no bastándole con ese acto, se puso de inmediato manos a la obra para casar al infante. Y no tardó en arreglarle el matrimonio con la aristócrata Emanuela de Dampierre (1913-2012), hija del Vizconde de Dampierre y de la ambiciosa princesa Vittoria Ruspoli. ¿Por qué era importante para Alfonso XIII esta boda? Porque se trataba de un matrimonio morganático, desigual,y eso equivalía en la práctica a la pérdida de los derechos sucesorios al trono de don Jaime, por si el acta de su renuncia se consideraba nula. No olvidemos que eran los años 30. Habrían de pasar varias décadas para que una plebeya llamada Letizia pudiera casarse con el Príncipe de Asturias sin causar problema dinástico alguno.
Don Jaime y Emanuela se casaron en 1935 en Roma. Y tendrían dos hijos:el taciturno Alfonso y Gonzalo. Fue aquel un matrimonio tormentoso y plagado de infidelidades al parecer mutuas. Y con el tiempo la siempre resentida Emanuela contaría detalles de su esposo al que llegó a pintar como un auténtico enfermo obseso sexual del que se tenía que esconder durante horas para evitar sus garras depredadoras.
El matrimonio de los duques de Segovia fue anulado en 1946.Y, un año después, don Jaime conocería al amor de su vida, Carlota Tiedemann, una cantante de ópera alemana dos veces divorciada y 11 años más joven que el infante. Se casaron en 1949. Coinciden los historiadores en que esta segunda mujer le insufló el valor suficiente para desdecirse de su renuncia al trono y emprender una campaña de recuperación de sus supuestos derechos como jefe de la dinastía. Eran tiempos en los que la vida social de don Jaime se había disparado y vivió un duro enfrentamiento público con su hermano don Juan, que le llevaba a reclamar grandes sumas de dinero que, según decía, le correspondían como herencia una vez muerto Alfonso XIII.
Sabido es que don Jaime maniobró ante Francopresentándose como el legítimo jefe dinástico y aspirante al trono español. No renunció a sus anhelos hasta 1969, cuando el dictador designó al fin como sucesor al entonces Príncipe de España, Don Juan Carlos. Don Jaime dio entonces un paso atrás, cumpliendo la petición de su propio hijo Alfonso, aunque no se privó de firmar una dura misiva contra la decisión de Franco.
Los delirios de grandeza que caracterizaron en los últimos tiempos de su biografía a nuestro protagonista se avivaron con la boda de su primogénito y de Carmencita, la nietísima, en 1972. Aquel enlace, con la pompa de cualquier matrimonio real, hizo soñar a don Jaime con que su hijo pudiera acabar convirtiéndose en rey de España, lo que suponía la restauración de la línea dinástica a la que él había renunciado décadas antes en momentos de especial debilidad emocional.
Don Jaime, con el pavoneo que le permitía en la España franquista emparentar con el Caudillo, actuaba además como gran comendador de la orden del Toisón, para gran disgusto de su hermano don Juan y de su sobrino, Don Juan Carlos, permitiéndose hacer entrega de toisones como el que en 1972 otorgó al propio Franco, aunque éste no llegó a lucirlo nunca.
El infante murió el 20 de marzo de 1975 en San Galo (Suiza). Por pocos meses no llegó a ver a su sobrino Juan Carlos proclamado Rey. Según la versión oficial, sufrió una caída en plena calle mientras paseaba a su perro, lo que le provocó heridas fatales. Pero otros expertos, como José María Zavala, señalan que habría sido en realidad agredido con una botella por su esposa, provocándole una fractura de cráneo que le causó la muerte tras varios días de agonía.
Hoy reposa, como decíamos, en el Panteón de Infantes. Aunque él soñó en vida con su derecho a ocupar cuando le llegara la hora su puesto en el Panteón de Reyes.
 
El tío del Rey Juan Carlos: heredero al trono durante 10 días y muerto en extrañas circunstancias
  • EDUARDO ÁLVAREZ
Miércoles, 17 junio 2020 - 01:56
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Jaime de Borbón y Battenberg, segundo hijo de Alfonso XIII y tío de...


Jaime de Borbón y Battenberg, segundo hijo de Alfonso XIII y tío de Don Juan Carlos. DR
Se han cumplido 35 años desde que los restos mortales de Jaime de Borbón y Battenberg fueron traslados al panteón de infantes del Escorial. Era el lugar que le correspondía para su eterno descanso como segundo hijo de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg, Ena. Aunque el segundón real a punto estuvo de alcanzar la gloria dinástica porque llegó a soñar con ser nada menos que rey de España o, al menos, a que lo fuera su hijo, Alfonso de Borbón y Dampierre, padre a su vez del inclasificable Luis Alfonso de Borbón, quien hoy se pasea por el mundo como Luis XX, duque de Anjou, reconocido como rey de derecho de Francia por los legitimistas -en rabiosa rivalidad con los orleanistas-, aunque en España ni se le reconoce como príncipe ni mucho menos su pretendido tratamiento de Alteza Real.
Fue Jaime de Borbón y Battenberg un infante atormentado, que sufrió no pocas penurias del alma, aunque también destacó por una especial sensibilidad y una capacidad de superación que le valieron grandes elogios en su tiempo, en especial en los años de juventud cuando ni él ni nadie imaginaban el exilio de la familia real española; el advenimiento de la II República, la renuncia a sus derechos dinásticos del hermano de nuestro protagonista, el Príncipe de Asturias, Alfonso de Borbón y Battenberg; la maniobra de Alfonso XIII para otorgar entonces la corona a Don Juan,padre de quien reinaría como Juan Carlos I; y tantos otros acontecimientos que marcan una apasionante biografía. En ella no faltan desde luego traiciones familiares, un matrimonio infeliz con la muy resentida Emanuela Dampierre marcado por las infidelidades y hasta una muerte en extrañas circunstancias nunca del todo aclaradas.
Victoria Eugenia de Battenberg y Alfonso XIII, antes de casarse.

Victoria Eugenia de Battenberg y Alfonso XIII, antes de casarse.DR
Jaime Leopoldo Isabelino Enrique Alejandro Alberto Alfonso Víctor Acacio Pedro Pablo María de Borbón y Battenberg -con esta retahíla de nombres fue bautizado- llegó al mundo el 23 de junio de 1908 en La Granja de San Ildefonso (Segovia), el palacio al que los Reyes solían trasladarse a finales de cada primavera. Para entonces, el matrimonio de sus padres, Alfonso XIII y la inglesa Victoria Eugenia ya estaba roto. Y no sólo por las constantes infidelidades del monarca, sino también por la gran desilusión y sufrimiento que a éste le había causado saber que su primer vástago, el heredero al trono -que había nacido un año antes que Jaime-, padecía la maldita enfermedad, el mal de los reyes, la piel de cristal, la hemofilia, vamos.
Coinciden los historiadores en que Jaime nació con una infección en el oído interno que se agravó con el paso de los meses y que le condenaba a una progresiva pérdida de audición. Y, al parecer, con cuatro años, tras ser sometido a una operación para intentar curarle una mastoiditis, se quedó completamente sordo. Lo que entonces se consideraba como una deficiencia física que en círculos como el de la Corte resultaban hasta vergonzantes, marcó completamente la vida del Infante, quien fue creciendo como una persona bastante retraída, muy introspectiva, tranquila y sensible.
La reina Victoria Eugenia, viendo jugar a sus dos hijos mayores, Alfonso y Jaime.

La reina Victoria Eugenia, viendo jugar a sus dos hijos mayores, Alfonso y Jaime.DR
Los Reyes hicieron lo indecible por intentar curar la sorderade su hijo, sometiéndole a los más avanzados tratamientos de la época, enviándole a médicos en distintos lugares de Europa. Todo en vano. Fue educado en Palacio por dos monjas que tenían experiencia en pedagogía con niñas sordas y ciegas en Madrid. Y la estricta formación de las religiosas dio grandes frutos, ya que el Infante aprendió la lectura labial y a hablar español. Eso le permitió durante toda su vida entender al menos lo que le decía un interlocutor, aunque no pudo participar nunca, claro, de conversaciones grupales y en las reuniones sociales a las que tuvo que asistir en calidad de su rango siempre se sentía algo desplazado. Llegaría a ser capaz de expresarse más o menos en francés, inglés, alemán e italiano. Jaime suplió la limitación que representaba la sordera con una gran capacidad de superación y se entregó a sus principales aficiones, como el deporte -para envidia de su hermano mayor, Alfonso, quien apenas podía moverse por temor a sufrir el mínimo rasguño que le hiciera desangrarse- o el arte.
En 1921 fue creado caballero de la Orden del Toisón de Oro; en 1925 recibió el Gran Collar de la Orden de Carlos III; y en 1931 el de la Orden de Isabel la Católica, al tiempo que fue gran comendador de la Orden de Calatrava. Fueron aquellos tiempos en los que don Jaime representó también a su padre, el rey, en distintos actos oficiales de la Corona.
Alfonso, hermano de de Borbón y Battenberg, quien renunció a sus derechos dinásticos.

Alfonso, hermano de de Borbón y Battenberg, quien renunció a sus derechos dinásticos.EM
La vida de todos los Borbones dio un giro de 180 grados en 1931 con la proclamación de la II República y el obligado exilio de toda la familia real a Francia, que se acabó instalando en Fontaineblau. Entonces, el Infante completó su formación en el Instituto Nacional de Sordomudos de París.
Alfonso XIII mantenía viva la esperanza de recuperar el trono y se dejaba querer por toda clase de intrigantes que acudían a cumplimentarle a Francia, desde donde veían las dificultades que enfrentaba el nuevo régimen republicano. Y, a pesar de la hemofilia, el rey seguía viendo a su primogénito como Príncipe de Asturias y, por tanto, como sucesor a la Corona. Pero a don Alfonso los aires parisinos y la atmósfera del sanatorio suizo donde estuvo recluido algún tiempo le debieron de hacer ver que el trono madrileño quedaba ya muy lejos. Y, enamorado de la rica cubana de origen español Edelmira Sampedro y Robato, el 11 de junio de 1933 renunció formalmente a sus derechos dinásticos, para sí y para sus descendientes, con tal de poder casarse con la mujer de la que se había prendado y que por primera vez en mucho tiempo le hacía sentirse feliz, aunque poco durara la alegría en este caso no en la casa del pobre sino en la del rico.
Esa renuncia histórica convirtió a nuestro protagonista, el infante Jaime, automáticamente en Príncipe de Asturias. Durante 10 días fue el legítimo heredero de la Corona española. Pero Alfonso XIII no veía en su segundo hijo, un sordo incapaz de mantener hasta una conversación telefónica, como su sucesor y menos ante la gran empresa que afrontaban los Borbones para intentar recuperar el trono. De modo que el rey maniobró y obligó a don Jaime a renunciar a sus derechos dinásticos, para sí y sus descendientes. Los principales consejeros del monarca en el exilio -entre ellos José Calvo Sotelo, el duque de Miranda, el conde de Riudoms y el marqués de Torres Mendoza- persuadieron al infante, quien siempre había sido maleable de carácter y que sentía por su padre un respeto rayando en el temor -bien distinto era el afecto que sentía por su madre, Ena, o incluso por sus hermanos-. Alfonso XIII prometió a su hijo que su bienestar económico estaría garantizado de por vida y le otorgó el título de duque de Segovia para que se apartara para siempre de la línea sucesoria. Su lugar lo ocupó su hermano Juan. Ahí está el origen de la historia que en 1975 sentaría en el trono a Juan Carlos I.
Alfonso XIII y sus hijos: de pie y de izquierda a derecha, María Cristina, Alfonso y Juan. Sentados: Jaime, Gonzalo y Beatriz.

Alfonso XIII y sus hijos: de pie y de izquierda a derecha, María Cristina, Alfonso y Juan. Sentados: Jaime, Gonzalo y Beatriz.DR
También está ahí el origen de la historia que protagoniza el antes mencionado Luis Alfonso de Borbón. Porque la renuncia a los derechos del trono español no incluía los derechos históricos al trono de Francia, como cabeza de los Borbones que en ese momento era don Jaime. Y, de hecho, los legitimistas le consideraron desde entonces como rey de derecho galo, al igual que ocurriría después, a su muerte, con sus sucesores, su primogénito, el duque de Cádiz, y fallecido éste, su hijo Luis Alfonso -descendiente a su vez del dictador Franco, de quien su madre Carmen Martínez-Bordiú es nietísima-.
El modo en que se produjo la renuncia de don Jaime y el reconocimiento de don Juan era cuestionable en muchos aspectos. Y el propio Alfonso XIII lo sabía. Por ello, no bastándole con ese acto, se puso de inmediato manos a la obra para casar al infante. Y no tardó en arreglarle el matrimonio con la aristócrata Emanuela de Dampierre (1913-2012), hija del Vizconde de Dampierre y de la ambiciosa princesa Vittoria Ruspoli. ¿Por qué era importante para Alfonso XIII esta boda? Porque se trataba de un matrimonio morganático, desigual,y eso equivalía en la práctica a la pérdida de los derechos sucesorios al trono de don Jaime, por si el acta de su renuncia se consideraba nula. No olvidemos que eran los años 30. Habrían de pasar varias décadas para que una plebeya llamada Letizia pudiera casarse con el Príncipe de Asturias sin causar problema dinástico alguno.
Don Jaime y Emanuela se casaron en 1935 en Roma. Y tendrían dos hijos:el taciturno Alfonso y Gonzalo. Fue aquel un matrimonio tormentoso y plagado de infidelidades al parecer mutuas. Y con el tiempo la siempre resentida Emanuela contaría detalles de su esposo al que llegó a pintar como un auténtico enfermo obseso sexual del que se tenía que esconder durante horas para evitar sus garras depredadoras.
El matrimonio de los duques de Segovia fue anulado en 1946.Y, un año después, don Jaime conocería al amor de su vida, Carlota Tiedemann, una cantante de ópera alemana dos veces divorciada y 11 años más joven que el infante. Se casaron en 1949. Coinciden los historiadores en que esta segunda mujer le insufló el valor suficiente para desdecirse de su renuncia al trono y emprender una campaña de recuperación de sus supuestos derechos como jefe de la dinastía. Eran tiempos en los que la vida social de don Jaime se había disparado y vivió un duro enfrentamiento público con su hermano don Juan, que le llevaba a reclamar grandes sumas de dinero que, según decía, le correspondían como herencia una vez muerto Alfonso XIII.
Sabido es que don Jaime maniobró ante Francopresentándose como el legítimo jefe dinástico y aspirante al trono español. No renunció a sus anhelos hasta 1969, cuando el dictador designó al fin como sucesor al entonces Príncipe de España, Don Juan Carlos. Don Jaime dio entonces un paso atrás, cumpliendo la petición de su propio hijo Alfonso, aunque no se privó de firmar una dura misiva contra la decisión de Franco.
Los delirios de grandeza que caracterizaron en los últimos tiempos de su biografía a nuestro protagonista se avivaron con la boda de su primogénito y de Carmencita, la nietísima, en 1972. Aquel enlace, con la pompa de cualquier matrimonio real, hizo soñar a don Jaime con que su hijo pudiera acabar convirtiéndose en rey de España, lo que suponía la restauración de la línea dinástica a la que él había renunciado décadas antes en momentos de especial debilidad emocional.
Don Jaime, con el pavoneo que le permitía en la España franquista emparentar con el Caudillo, actuaba además como gran comendador de la orden del Toisón, para gran disgusto de su hermano don Juan y de su sobrino, Don Juan Carlos, permitiéndose hacer entrega de toisones como el que en 1972 otorgó al propio Franco, aunque éste no llegó a lucirlo nunca.
El infante murió el 20 de marzo de 1975 en San Galo (Suiza). Por pocos meses no llegó a ver a su sobrino Juan Carlos proclamado Rey. Según la versión oficial, sufrió una caída en plena calle mientras paseaba a su perro, lo que le provocó heridas fatales. Pero otros expertos, como José María Zavala, señalan que habría sido en realidad agredido con una botella por su esposa, provocándole una fractura de cráneo que le causó la muerte tras varios días de agonía.
Hoy reposa, como decíamos, en el Panteón de Infantes. Aunque él soñó en vida con su derecho a ocupar cuando le llegara la hora su puesto en el Panteón de Reyes.
Bueno,.....Gracias por el el artículo.- Aqui en España siempre hemos estado metidos y envueltos en estas Historias ""de bragueta"", que dieron origen al "nacimiento" de lo que hoy día han dado en llamar ESPAÑA--copiando a Roma---., Que le vamos a hacer!!!!.- Termíno con mi exposición, si me lo permiten.-
Todas estas desgraciadas circunstancias, vienen ya desde los tiempos del Rey Francés LUIS XIV ,apodado el ""rey sol".
una auténtica calamidad que todavia estamos sufriendo, un hombre medio inválido que se permitia sus lujos con sus concubinas entre las que estaba "madamme de montpart.....etc etc etc....., jajajajajaj.- bueno....Amigos del Foro, no me digáis ahora que estos temas no estan de rabiosa actualidad .- Verdad que sí?????????.-
 
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