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Letizia y Cristina, por qué se odian tanto: se destapa el día que la humilló
En todas las familias hay filias y fobias y un clásico es el odio entre cuñados. En la Familia Real ningún cuñado se soporta: Letizia detesta a Urdangarin y las infantas detestan a Letizia. Las razones son diversas pero Pilar Eyre revela en Lecturas el origen de la animadversión de la infanta Cristina hacia la reina de España. Letizia humilló a los padres de Iñaki Urdangarin en el bautizo de la pequeña Irene Urdangarin, hace 15 años.
El primer choque entre cuñadas: Bautizo de Irene Urdangarin
Así pues, cuando Cristina organizó el bautizo de su hija en Madrid, empezó a calcular cómo distribuir a los invitados que acudían de fuera. Ellos y los parientes de los reyes, en la Zarzuela, los hermanos de Iñaki y los amigos de Barcelona, en hoteles. Pero pensó que sus suegros merecían trato especial y se le ocurrió que podrían alojarse en casa de su hermano. La Zarzuela bis, la casa de la pradera, como la llamaba el rey, o el Pabellón del príncipe, un extenso palacio/chalet de 3.200 m2 cuya construcción había costado 4,2 millones de euros. Los suegros aceptaron encantados y Cristina llamó a Felipe para pedírselo.
Éste le dijo que sí, naturalmente, pero que de todas formas llamase a Letizia, que no dejaba de ser la anfitriona, aunque no habría ningún problema, por supuesto. Así lo hizo la infanta y cuál fue su sorpresa ante la respuesta de su cuñada: se negó en redondo a invitar una noche al discreto matrimonio Urdangarin, Juan María y Claire. No es que le pusiera pegas, ¡es que le dijo lisa y llanamente que no! “Estoy embarazada, no me siento bien y no me apetece tener en casa a unas personas que no conozco”.
Angustiada, lo pasó muy mal
Cristina, más acostumbrada a disimular y dado que a la postre estaba en su ambiente, en su casa y arropada por todos los suyos, posa sonriente en todas las fotos, pero la expresión de Letizia es un poema. No se levantó de la silla, se abanicaba continuamente, le brillaban las sienes, cuando posó en grupo se le hundieron los tacones en el césped y estuvo a punto de caerse… Tenía un rostro tan angustiado que uno de los invitados me dijo que temió que fuera a desmayarse. Ninguno de los cincuenta asistentes eran amigos o de su familia, se sentía en territorio enemigo, lo pasó muy mal.
Una hostilidad creciente
Se había especulado que la madrina de Irene podía ser Letizia, pero fueron padrinos Rosario Nadal, entonces mujer de Kyril de Bulgaria, y Pedro López-Quesada, que terminaría pasándose al “bando” de Letizia y convirtiéndose en el “compi yogui”. Si estaba así calculado desde el principio o se cambió debido al enfrentamiento de las cuñadas, nunca lo sabremos.
Cristina le contó lo sucedido a su padre, que adora a sus hijas. Por supuesto, la respaldó y no le dirigió la palabra a Letizia en todo el bautizo. Felipe no tuvo más remedio que ponerse de parte de su mujer, y desde entonces el trato con su hermana no ha hecho más que empeorar.
Letizia, en un rincón
En el 40 aniversario de Iñaki Urdangarin, por ejemplo, tres años después, Cristina le preparó en la casa de Pedralbes una súper fiesta a la que acudieron los entonces príncipes de Asturias y la reina Sofía. Uno de los empleados que sirvieron el catering me contó que Letizia estuvo todo el tiempo en un rincón sin hablar con nadie y sin que nadie le dirigiera la palabra, mientras los invitados, reina incluida, bailaban la conga alrededor de la piscina. Los desencuentros han sido constantes, pero el árbol de la hostilidad hunde sus raíces en 2005. ¡Triste aniversario! Desde entonces, se ha hecho muy grande.
Juan Carlos se puso de lado de su hija y no le dirigió la palabra a Letizia en todo el bautizo. Se especuló si Letizia sería madrina de bautizo de alguno de sus seis sobrinos: ni los dos Marichalar ni ninguno de los cuatro Urdangarin. Irene era la última posibilidad de que Letizia fuera madrina de un Borbón. La detestaban y ahora ella se venga arrojándolos a todos escaleras abajo. Letizia no olvida.
En todas las familias hay filias y fobias y un clásico es el odio entre cuñados. En la Familia Real ningún cuñado se soporta: Letizia detesta a Urdangarin y las infantas detestan a Letizia. Las razones son diversas pero Pilar Eyre revela en Lecturas el origen de la animadversión de la infanta Cristina hacia la reina de España. Letizia humilló a los padres de Iñaki Urdangarin en el bautizo de la pequeña Irene Urdangarin, hace 15 años.
El primer choque entre cuñadas: Bautizo de Irene Urdangarin
Así pues, cuando Cristina organizó el bautizo de su hija en Madrid, empezó a calcular cómo distribuir a los invitados que acudían de fuera. Ellos y los parientes de los reyes, en la Zarzuela, los hermanos de Iñaki y los amigos de Barcelona, en hoteles. Pero pensó que sus suegros merecían trato especial y se le ocurrió que podrían alojarse en casa de su hermano. La Zarzuela bis, la casa de la pradera, como la llamaba el rey, o el Pabellón del príncipe, un extenso palacio/chalet de 3.200 m2 cuya construcción había costado 4,2 millones de euros. Los suegros aceptaron encantados y Cristina llamó a Felipe para pedírselo.
Éste le dijo que sí, naturalmente, pero que de todas formas llamase a Letizia, que no dejaba de ser la anfitriona, aunque no habría ningún problema, por supuesto. Así lo hizo la infanta y cuál fue su sorpresa ante la respuesta de su cuñada: se negó en redondo a invitar una noche al discreto matrimonio Urdangarin, Juan María y Claire. No es que le pusiera pegas, ¡es que le dijo lisa y llanamente que no! “Estoy embarazada, no me siento bien y no me apetece tener en casa a unas personas que no conozco”.
Angustiada, lo pasó muy mal
Cristina, más acostumbrada a disimular y dado que a la postre estaba en su ambiente, en su casa y arropada por todos los suyos, posa sonriente en todas las fotos, pero la expresión de Letizia es un poema. No se levantó de la silla, se abanicaba continuamente, le brillaban las sienes, cuando posó en grupo se le hundieron los tacones en el césped y estuvo a punto de caerse… Tenía un rostro tan angustiado que uno de los invitados me dijo que temió que fuera a desmayarse. Ninguno de los cincuenta asistentes eran amigos o de su familia, se sentía en territorio enemigo, lo pasó muy mal.
Una hostilidad creciente
Se había especulado que la madrina de Irene podía ser Letizia, pero fueron padrinos Rosario Nadal, entonces mujer de Kyril de Bulgaria, y Pedro López-Quesada, que terminaría pasándose al “bando” de Letizia y convirtiéndose en el “compi yogui”. Si estaba así calculado desde el principio o se cambió debido al enfrentamiento de las cuñadas, nunca lo sabremos.
Cristina le contó lo sucedido a su padre, que adora a sus hijas. Por supuesto, la respaldó y no le dirigió la palabra a Letizia en todo el bautizo. Felipe no tuvo más remedio que ponerse de parte de su mujer, y desde entonces el trato con su hermana no ha hecho más que empeorar.
Letizia, en un rincón
En el 40 aniversario de Iñaki Urdangarin, por ejemplo, tres años después, Cristina le preparó en la casa de Pedralbes una súper fiesta a la que acudieron los entonces príncipes de Asturias y la reina Sofía. Uno de los empleados que sirvieron el catering me contó que Letizia estuvo todo el tiempo en un rincón sin hablar con nadie y sin que nadie le dirigiera la palabra, mientras los invitados, reina incluida, bailaban la conga alrededor de la piscina. Los desencuentros han sido constantes, pero el árbol de la hostilidad hunde sus raíces en 2005. ¡Triste aniversario! Desde entonces, se ha hecho muy grande.
Juan Carlos se puso de lado de su hija y no le dirigió la palabra a Letizia en todo el bautizo. Se especuló si Letizia sería madrina de bautizo de alguno de sus seis sobrinos: ni los dos Marichalar ni ninguno de los cuatro Urdangarin. Irene era la última posibilidad de que Letizia fuera madrina de un Borbón. La detestaban y ahora ella se venga arrojándolos a todos escaleras abajo. Letizia no olvida.
"Familia de anuncio"
Pero aquel 5 de junio de 2005 nada hacía presagiar estas engorrosas tormentas familiares. Rubios, guapos, altos, en la puerta de la clínica Teknon de Barcelona, la familia Urdangarin Borbón parecía “de anuncio”, como decía una de las numerosas personas que a mi lado contemplaban esa primera...
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