Ella no tiene la culpa de eso, son los padres repito no ellaTranscribo solo este post de sentido conmiserativo y tendencia misericordiosa.
Que Dios nos ampare.
Niña-adolescente a la que tienen programada porque ya toca, dentro de una parafernalia propia de tiempos míticos y a lo que ha de adecuarse para, llegado el momento, sea la encarnación de esos ancestros que con uñas y dientes se pretende mantener una Institución que nos rige, por derecho divino.
Resulta que de un tiempo a esta parte en actos muy cuidados y exprofeso para su exposición al público que somos los ciudadanos de a pie, y con la plena colaboración y ayuda de sus progenitores, a esta niña-adolescente la ponen como en un escaparate al efecto para que vayamos acostumbrándonos a la imagen que reuna todas las perfecciones alcanzables por ser humano. En esa exposición cabe todo, desde sus particulares cualidades físicas hasta sus habilidades dialectales pasando por su sonrisa, movimientos de cabeza, posturas y demás aditamentos a conseguir para rodearse de una especie de halo luminoso que nos lleve a la contemplación de una inusitada excelencia que se persigue para la consecución de unos fines claros y determinados.
Pero oidas voces recriminatorias y portadoras de una moralina a la que parece muchos no llegamos, digo, ¡una vez más!, que esas bondades inventadas, esas reclamaciones protectoras de una niña-adolescente PROGRAMADA están pidiendo a gritos la compensación propia de quienes vemos, oimos, tenemos criterio y calificamos a nuestro mejor saber y entender.
Si a una menor se la expone a la opinión pública, así de claro, con toda clase de adornos de imagen y sabiduria no solo es de lógica sino tambien de obligado cumplimiento que utilicemos nuestro discernimiento, nuestro parecer para opinar acerca de ser tan privilegiado al que no dudan en poner en primera plana dado su notable destino y privilegiada actualidad. Sí, privilegiada. Si no se siente así pues a renunciar, así de fácil, pero ahí si que chocamos con piedra berroqueña, por desgracia, porque mira que se aferran a su asiento.
Termino ratificando, y una vez más, nuestro derecho a mirar con lupa un colmo de tantas perfecciones, como es éste.
Quien se sienta siervo/a allá con sus limitaciones. Que sarna con gusto no pica...