Reina Máxima visita Argentina el 11 y 12 de Octubre

Palacio Duhau, donde se está hospedando

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Parque trasero

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Cristal room:
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Pileta cubierta
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La decoración de las habitaciones es muy sobria:
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Desayuno:
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http://tn.com.ar/politica/el-look-d...mera-actividad-oficial-en-buenos-aires_744376

El look de la reina Máxima para su primera actividad oficial en Buenos Aires
La monarca holandesa se reunió con la canciller Malcorra y dio una primera muestra de su particular y alabado estilo.

Martes 11 de Octubre de 2016 | 12:15
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REINA. Se reunió con Susana Malcorra.
La reina Máxima ya está en Buenos Aires para su primera visita oficial desde que accedió al trono de Holanda, hace tres años. Esta mañana estuvo reunida con la canciller Susana Malcorra y por la tarde dará una charla sobre asuntos finacieros en la UCA, la universidad en la que se recibió de economista en 1995.

Leé también: Máxima arrancó su visita oficial a la Argentina y se reunió con Malcorra

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Más allá de su actividad oficial, su gira por la ciudad es una oportunidad para asomarse a su siempre celebrado estilo, que conjuga la etiqueta que exige el protocolo con destellos de la naturalidad que siempre la diferenció. Como buena monarca contemporánea, Máxima marca tendencia con sus vestidos a la rodilla, sus tocados y su debilidad por los colores jugados y estridentes.

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Para su primera acitividad eligió un primaveral vestido animal print de manga corta y falda suelta color aguamarina, que acompañó con unos zapatos clásicos negros con punta en boca de pez. El pelo lo llevó suelto con ondas muy suaves y usó un make up muy natural, casi invisible. Algunas pulseras y las uñas rojo tomate completaron el look.
 
Cómo Máxima Zorreguieta trabajó sobre sí misma para convertirse en reina
Llegó a la Casa Real de Holanda del brazo del príncipe Guillermo y, a puro pulmón, se ganó el corazón de nobles y plebeyos. No dejó de ser ella, no apeló a la demagogia, y nunca olvidó sus orígenes
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Por Alfredo Serra 11 de octubre de 2016
Especial para Infobae
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Máxima se convirtió en la reina del pueblo holandés sin traicionar nunca sus principios (Andreas Rentz/Getty Images)
Ser "el nuevo" en cualquier ámbito (escuela, oficina, empresa…) es siempre una prueba de fuego. Un salto sin red. Porque el novato tiene apenas dos opciones: sobreadaptarse para caer bien, ignorando las reglas de juego y los códigos internos, y fingir que es "uno de ellos". Por lo general, una situación patética… El tristemente célebre "disfrazado sin carnaval".

Y la otra opción no es menos ridícula: mantenerse en sus trece, rígido, sugiriendo sin palabras: "Así soy yo, y no pienso cambiar". Una rigidez que esconde el pecado de soberbia, y que rápidamente lo desplazará del centro de la escena.

Estos dos ejemplos negativos llevan a otro más difícil, y por cierto, luminoso. El caso de Máxima Zorreguieta, que, enamorada del príncipe Guillermo de Holanda (amor mutuo, además), debió entrar, plebeya y latina, en la Casa Real de Orange, una de las más antiguas y opulentas de Europa, regida por la madre de Guillermo: la reina Beatriz.

El primer encuentro entre las dos mujeres fue auspicioso. Según Guillermo, "al ver a Máxima, mi madre sonrió: algo que no hacía desde tiempo inmemorial". Sin embargo, la esperaban a Máxima otros desafíos titánicos. Desde descifrar y aprender el intrincado idioma holandés (ella dominaba inglés, francés y algo de alemán, pero no sospechaba siquiera el que se hablaba en las calles de Amsterdam), hasta tener barajas ganadoras en una mesa de juego desconocida…

Porque la sofocante tarea no implicaba sólo ser una figura aceptable y decorativa en el palacio. Eso hubiera sido pan comido para alguien que había descollado en empresas norteamericanas y alemanas como experta en cuestiones de alta economía bancaria…

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Zorreguieta cumplió un rol fundamental en la imagen positiva de la familia real en Holanda (Freek van den Bergh/Getty Images)
En ese punto y allá se trataba nada menos que del poder. Algo que, más tarde o más temprano, caería sobre aquella chica Zorreguieta del Barrio Norte porteño: la mejor del colegio, la mejor compañera, y entre las tres más bellas…

Y en ese punto, en esa apuesta de "todo o nada", Máxima decidió ser la mujer de Guillermo, la madre de los hijos que vendrían, pero también mucho, muchísimo más.

Primer paso que sin duda le costó largas noches de insomnio. Aprender holandés, hablarlo y escribirlo con fluidez, y recordar cada hecho dramático o heroico del antiguo reino.

En realidad, no sólo para rendir examen ante la reina. También (y sobre todo) para acercarse al pueblo, tenderle su mano, encantarlo…

No le costó mucho. A pesar de las casi brutales diferencias culturales, no tardó en "encantar" (esta es la palabra exacta) a los holandeses medios. Los que pululan por las calles, trabajan, y luchan por la vida… ¿Cuál fue el secreto?: construir autoridad y poder… sin que se notara.

Pasear en bicicleta, saludar, sonreírle al obrero, el empleado, el artesano, el pescador, pero sin efusiones demagógicas, sólo con su belleza indiscutible y su calidez, no tardó en ser algo más que respetada: fue amada. Una ola de viento fresco empezó a soplar sobre las calles…

Eso, los paseos, las sonrisas, la sencillez, la belleza (arma fulminante desde la noche de los tiempos), ocultaba –no falazmente, ni pensarlo– la más difícil de las construcciones, en las que tantos pomposos hombres han fracasado: la autoridad, hermana dilecta y directa del poder.

Y "autoridad", según aprendió Máxima en los grandes autores, es mucho más que mandar: es servir. Y puso manoa a la obra. Lentamente, sin violar ni forzar siglos de rutina, se fue acercando al pueblo (palabra que no la asusta, como a muchos políticos argentinos), conociendo sus problemas, e integrando a algunas etnias que parecían condenadas al olvido.

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Máxima no tardó demasiado tiempo en sentirse una representante más de la nación europea (Pascal Le Segretain/Getty Images)
Contaba, claro, con lo que Natura da, y lo que Salamanca non presta. Además de belleza, una sonrisa de un millón de dólares (hoy, de diez…), como dicen en Hollywood, espontaneidad, generosidad sin disfraz de caridad o peor: pedido de algo a cambio. Y una desconocida virtud hasta para Guillermo, el hombre con quien comparte el lecho y le dio tres hijas: una sutil capacidad de liderazgo que le permite, sin énfasis, lograr que nobles y plebeyos obedezcan sus sugerencias: la palabra "orden" existe en su diccionario, pero prefiere no usarla…

Sus ya muchos biógrafos coinciden en los adjetivos: "Fresca, glamorosa, graciosa, desenvuelta, simpática, respetuosa de los protocolos, ubicua ante los diplomáticos extranjeros (jamás opina sobre lo que cree que no le incumbe), y a diferencia de otras reinas o futuras reinas, "de una sencillez apabullante", según ciertos modistos de renombre.

Pero todas esas virtudes están por debajo de su papel de madre. En ese punto, y aun en la más solemne de las ceremonias, no vacila en alzar, acariciar, peinar a sus hijas… Y casi lo mismo sucede cuando, cada temporada, cita a la prensa y retoza con ellas, Guillermo y su poderosa suegra en los jardines del palacio, como diciéndoles, sin palabras: "También somos una familia normal que pesa más que el trono".

Y así, con más hechos que palabras, con largos paseos en bicicleta, con juego abierto a Holanda y al mundo, y luego de la abdicación de la mítica reina Beatriz, Máxima (nuestra Máxima, la que no ahorró lágrimas cuando oyó los desgarrados acordes de "Adiós, Nonino", la despedida del genio Astor Piazzolla a su padre) se ha convertido, merced a un largo, sutil y honesto ajedrez (cero Nicoló Maquiavelo), en la mujer más amada de Holanda.

Y sin resignar siquiera (¡al contrario!), el sentido del humor… Porque, ¿quién olvida, incluso ante la risa de la reina, que le dijo "tonto" a Guillermo cuando éste cometió un error en la ceremonia de anuncio de la boda? ¡Hay que atreverse! Hoy, la prensa todavía usa ese adjetivo ante la patinada de algún gran bonete de la Casa Real.

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En la actualidad, la reina de Holanda está consolidada como una referencia para todas las mujeres de su país (Michel Porro/Getty Images)
Y bien. A fuerza de inteligencia y talento, Máxima se ganó millones de corazones y sigue acumulando elogios: "Dueña de una impresionante inteligencia práctica (esencial para los líderes), cálida, desenvuelta, cautivadora, atrapante, insoslayable, fresca, auténtica, distinguida, diplomática (jamás habla de lo que cree que no es de su incumbencia), dueña de sus silencios y nunca esclava de sus palabras, perspicaz", etcétera. Algo así como una versión criolla y holandesa de la Mujer Maravilla. En defnitiva y para abreviar: nacida para ser reina.

Es posible, como dicen algunos analistas, que ya anidaban en ella condiciones de líder, y desde muy joven. Es posible también, como dicen otros, que la urgente necesidad de adaptarse a las leyes y costumbres de la Corona, unidas a su muy distinto estilo de vida en Buenos Aires, Nueva York, Frankfurt, la puso entre la espada y la pared darwiniana: adaptarse o morir.

Y claramente venció la primera opción.

Pero no es todo: superados largamente todos los escollos de adaptación, y reina poderosa en sí misma por muchos años, ha emprendido una tarea conmovedora, y en su patria de origen. Un plan de microcréditos para familias pobres que quieren ganarse –bíblicamente– el pan con el sudor de su frente, y no esperar subsidios muchas veces sospechosos, interesados e inmerecidos. Pero ésa es otra historia, y esté en otras páginas de esta edición.

Nuestro punto final sólo intenta iluminarla con poderosos spots de estrella. Lo menos que merece. Porque es, total, absoluta y justamemte, una reina. Made in Argentina. Conviene no olvidarlo…
 
Y dale con "la monarca holandesa"
A este paso dentro de poco será emperadora.

El vestido me gusta. Los zapatos no, lleva medio pie fuera.
 
Cómo Máxima Zorreguieta trabajó sobre sí misma para convertirse en reina
Llegó a la Casa Real de Holanda del brazo del príncipe Guillermo y, a puro pulmón, se ganó el corazón de nobles y plebeyos. No dejó de ser ella, no apeló a la demagogia, y nunca olvidó sus orígenes
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Por Alfredo Serra 11 de octubre de 2016
Especial para Infobae
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Máxima se convirtió en la reina del pueblo holandés sin traicionar nunca sus principios (Andreas Rentz/Getty Images)
Ser "el nuevo" en cualquier ámbito (escuela, oficina, empresa…) es siempre una prueba de fuego. Un salto sin red. Porque el novato tiene apenas dos opciones: sobreadaptarse para caer bien, ignorando las reglas de juego y los códigos internos, y fingir que es "uno de ellos". Por lo general, una situación patética… El tristemente célebre "disfrazado sin carnaval".

Y la otra opción no es menos ridícula: mantenerse en sus trece, rígido, sugiriendo sin palabras: "Así soy yo, y no pienso cambiar". Una rigidez que esconde el pecado de soberbia, y que rápidamente lo desplazará del centro de la escena.

Estos dos ejemplos negativos llevan a otro más difícil, y por cierto, luminoso. El caso de Máxima Zorreguieta, que, enamorada del príncipe Guillermo de Holanda (amor mutuo, además), debió entrar, plebeya y latina, en la Casa Real de Orange, una de las más antiguas y opulentas de Europa, regida por la madre de Guillermo: la reina Beatriz.

El primer encuentro entre las dos mujeres fue auspicioso. Según Guillermo, "al ver a Máxima, mi madre sonrió: algo que no hacía desde tiempo inmemorial". Sin embargo, la esperaban a Máxima otros desafíos titánicos. Desde descifrar y aprender el intrincado idioma holandés (ella dominaba inglés, francés y algo de alemán, pero no sospechaba siquiera el que se hablaba en las calles de Amsterdam), hasta tener barajas ganadoras en una mesa de juego desconocida…

Porque la sofocante tarea no implicaba sólo ser una figura aceptable y decorativa en el palacio. Eso hubiera sido pan comido para alguien que había descollado en empresas norteamericanas y alemanas como experta en cuestiones de alta economía bancaria…

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Zorreguieta cumplió un rol fundamental en la imagen positiva de la familia real en Holanda (Freek van den Bergh/Getty Images)
En ese punto y allá se trataba nada menos que del poder. Algo que, más tarde o más temprano, caería sobre aquella chica Zorreguieta del Barrio Norte porteño: la mejor del colegio, la mejor compañera, y entre las tres más bellas…

Y en ese punto, en esa apuesta de "todo o nada", Máxima decidió ser la mujer de Guillermo, la madre de los hijos que vendrían, pero también mucho, muchísimo más.

Primer paso que sin duda le costó largas noches de insomnio. Aprender holandés, hablarlo y escribirlo con fluidez, y recordar cada hecho dramático o heroico del antiguo reino.

En realidad, no sólo para rendir examen ante la reina. También (y sobre todo) para acercarse al pueblo, tenderle su mano, encantarlo…

No le costó mucho. A pesar de las casi brutales diferencias culturales, no tardó en "encantar" (esta es la palabra exacta) a los holandeses medios. Los que pululan por las calles, trabajan, y luchan por la vida… ¿Cuál fue el secreto?: construir autoridad y poder… sin que se notara.

Pasear en bicicleta, saludar, sonreírle al obrero, el empleado, el artesano, el pescador, pero sin efusiones demagógicas, sólo con su belleza indiscutible y su calidez, no tardó en ser algo más que respetada: fue amada. Una ola de viento fresco empezó a soplar sobre las calles…

Eso, los paseos, las sonrisas, la sencillez, la belleza (arma fulminante desde la noche de los tiempos), ocultaba –no falazmente, ni pensarlo– la más difícil de las construcciones, en las que tantos pomposos hombres han fracasado: la autoridad, hermana dilecta y directa del poder.

Y "autoridad", según aprendió Máxima en los grandes autores, es mucho más que mandar: es servir. Y puso manoa a la obra. Lentamente, sin violar ni forzar siglos de rutina, se fue acercando al pueblo (palabra que no la asusta, como a muchos políticos argentinos), conociendo sus problemas, e integrando a algunas etnias que parecían condenadas al olvido.

resizer

Máxima no tardó demasiado tiempo en sentirse una representante más de la nación europea (Pascal Le Segretain/Getty Images)
Contaba, claro, con lo que Natura da, y lo que Salamanca non presta. Además de belleza, una sonrisa de un millón de dólares (hoy, de diez…), como dicen en Hollywood, espontaneidad, generosidad sin disfraz de caridad o peor: pedido de algo a cambio. Y una desconocida virtud hasta para Guillermo, el hombre con quien comparte el lecho y le dio tres hijas: una sutil capacidad de liderazgo que le permite, sin énfasis, lograr que nobles y plebeyos obedezcan sus sugerencias: la palabra "orden" existe en su diccionario, pero prefiere no usarla…

Sus ya muchos biógrafos coinciden en los adjetivos: "Fresca, glamorosa, graciosa, desenvuelta, simpática, respetuosa de los protocolos, ubicua ante los diplomáticos extranjeros (jamás opina sobre lo que cree que no le incumbe), y a diferencia de otras reinas o futuras reinas, "de una sencillez apabullante", según ciertos modistos de renombre.

Pero todas esas virtudes están por debajo de su papel de madre. En ese punto, y aun en la más solemne de las ceremonias, no vacila en alzar, acariciar, peinar a sus hijas… Y casi lo mismo sucede cuando, cada temporada, cita a la prensa y retoza con ellas, Guillermo y su poderosa suegra en los jardines del palacio, como diciéndoles, sin palabras: "También somos una familia normal que pesa más que el trono".

Y así, con más hechos que palabras, con largos paseos en bicicleta, con juego abierto a Holanda y al mundo, y luego de la abdicación de la mítica reina Beatriz, Máxima (nuestra Máxima, la que no ahorró lágrimas cuando oyó los desgarrados acordes de "Adiós, Nonino", la despedida del genio Astor Piazzolla a su padre) se ha convertido, merced a un largo, sutil y honesto ajedrez (cero Nicoló Maquiavelo), en la mujer más amada de Holanda.

Y sin resignar siquiera (¡al contrario!), el sentido del humor… Porque, ¿quién olvida, incluso ante la risa de la reina, que le dijo "tonto" a Guillermo cuando éste cometió un error en la ceremonia de anuncio de la boda? ¡Hay que atreverse! Hoy, la prensa todavía usa ese adjetivo ante la patinada de algún gran bonete de la Casa Real.

resizer

En la actualidad, la reina de Holanda está consolidada como una referencia para todas las mujeres de su país (Michel Porro/Getty Images)
Y bien. A fuerza de inteligencia y talento, Máxima se ganó millones de corazones y sigue acumulando elogios: "Dueña de una impresionante inteligencia práctica (esencial para los líderes), cálida, desenvuelta, cautivadora, atrapante, insoslayable, fresca, auténtica, distinguida, diplomática (jamás habla de lo que cree que no es de su incumbencia), dueña de sus silencios y nunca esclava de sus palabras, perspicaz", etcétera. Algo así como una versión criolla y holandesa de la Mujer Maravilla. En defnitiva y para abreviar: nacida para ser reina.

Es posible, como dicen algunos analistas, que ya anidaban en ella condiciones de líder, y desde muy joven. Es posible también, como dicen otros, que la urgente necesidad de adaptarse a las leyes y costumbres de la Corona, unidas a su muy distinto estilo de vida en Buenos Aires, Nueva York, Frankfurt, la puso entre la espada y la pared darwiniana: adaptarse o morir.

Y claramente venció la primera opción.

Pero no es todo: superados largamente todos los escollos de adaptación, y reina poderosa en sí misma por muchos años, ha emprendido una tarea conmovedora, y en su patria de origen. Un plan de microcréditos para familias pobres que quieren ganarse –bíblicamente– el pan con el sudor de su frente, y no esperar subsidios muchas veces sospechosos, interesados e inmerecidos. Pero ésa es otra historia, y esté en otras páginas de esta edición.

Nuestro punto final sólo intenta iluminarla con poderosos spots de estrella. Lo menos que merece. Porque es, total, absoluta y justamemte, una reina. Made in Argentina. Conviene no olvidarlo…
Dios mío, el artículo chorrea azúcar, por poco propone cambiar el antes de Cristo/después de Cristo por antes de Máxima/después de Máxima. Creo que fuerza algunas interpretaciones dotándolas de un nivel de edulcoramiento que hasta para la misma prensa rosa sería too much. En otros puntos la verdad no sé de dónde saca la información, Máxima no dominaba el francés, tomó clases después de casada y lo habla pero de dominarlo de entrada nada. Lo mismo con que era la mejor del colegio cuando se dijo siempre que era buena alumna pero normal sin destacar especialmente. Lo de la "mujer maravilla criolla y holandesa" pues en fin, mis saludos al autor, creo que se ha pasado cuatro pueblos con la exageración en las alabanzas y no, nadie niega que Máxima puede tener méritos pero esto ya es azúcar sobre azúcar y se pasa.
 
Dios mío, el artículo chorrea azúcar, por poco propone cambiar el antes de Cristo/después de Cristo por antes de Máxima/después de Máxima. Creo que fuerza algunas interpretaciones dotándolas de un nivel de edulcoramiento que hasta para la misma prensa rosa sería too much. En otros puntos la verdad no sé de dónde saca la información, Máxima no dominaba el francés, tomó clases después de casada y lo habla pero de dominarlo de entrada nada. Lo mismo con que era la mejor del colegio cuando se dijo siempre que era buena alumna pero normal sin destacar especialmente. Lo de la "mujer maravilla criolla y holandesa" pues en fin, mis saludos al autor, creo que se ha pasado cuatro pueblos con la exageración en las alabanzas y no, nadie niega que Máxima puede tener méritos pero esto ya es azúcar sobre azúcar y se pasa.

Estamos en la Argentina, pura pasion, jaja
 
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